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4. ¡¿Otro hombre en su vida?!

Kathia sabía que un día como ese iba a llegar tarde o temprano… solo hubiese deseado que se prolongara por un poco más de tiempo.

Pasó un trago amargo y su corazón comenzó a latir con tanta fuerza en ese momento que no pudo evitar detestarse a sí misma, y es que ahora con treinta años, Cassio Garibaldi seguía siendo el sueño húmedo de cualquier mujer… incluso de ella misma. Salvajemente atractivo, sensual, oscuro, esas eran de las características con las que podía definirlo.

El silencio se hizo de ellos por varios segundos, pues Cassio, después de tantos años, no podía creer que esa era la Kathia de la que se había enamorado.

Su Kathia.

Los recuerdos que tenía de su belleza no le hacían justicia al semejante monumento de mujer que tenía en frente. Casi cinco años desde entonces y lucía más hermosa, más ardiente… más la mujer que quería volver a tener como suya.

— Hola, Kathia — apenas y reconoció su misma voz, es que de verdad se había quedado anonadado.

Su primer encuentro, después de todo el tiempo transcurrido, no creyó que fuese así magnético… ninguno de los dos lo hizo.

— ¿Por qué estás aquí, Cassio? ¿Cómo diste conmigo? — Dios, tantas preguntas… pero tanto dolor en cada una de las respuestas.

— He venido a buscarte — le dijo con sinceridad — Fue una búsqueda de más de tres meses, pero al fin te encontré. Kat, ha pasado tanto tiempo desde que nos divorciamos, y joder, perdona que te lo diga, pero estás hermosa.

Una confesión como esa hizo que la nuca de Kathia se erizara en respuesta… pero de pura rabia.

— Lamento no decir lo mismo de ti — se cruzó de brazos —. Pareces sacado de una película de terror.

Cassio sonrió con nostalgia.

— Y no te equivocas, viví esa película todos estos años.

Pero verte de nuevo acaba de despertar en mí al hombre que había estado congelado por tantos años. Deseó decirle, pero sabía que ella en ese momento lo detestaba  — con justas razones — y la conocía muy bien como para entender que los elogios, en ese estado, no hacían más que enfurecerla, así que debía irse con cuidado si quería tenerla de regreso a su lado, y aunque le costara lograrlo, no iba a detenerse… no por ella, no cuando Kathia era la clase de mujer que valía realmente la pena. ¿Cómo fue tan idiota para perderla?

— No me hagas perder el tiempo, Cassio, por favor, dime a que viniste y después retírate de mi propiedad.

— He venido a hablar contigo. ¿Será que podemos tomar algo? — oteó el reloj en su muñeca — Sé que es un poco tarde, pero de verdad necesito hablar contigo, necesito decirte que todos estos años yo…

— Tú y yo no tenemos nada de qué hablar, y si te quedó algo por decirme hace cinco años, te lo puedes ahorrar, ya no estoy dispuesta a aceptar más insultos e humillaciones porque entonces te los devolveré el doble.

— Kat, no, en lo absoluto, solo quiero hablar. ¿Podemos tomar un café? Yo invito, si tienes hambre quizás podríamos cenar, tú dime el lugar y…

Ella lo miró sin poder creer su cinismo y alzó la mano para silenciarlo.

— Yo no tengo nada que hablar contigo, lo que apenas me permitiste decirte lo hice hace cinco años, igual tú, ahora voy a pedirte de favor que te retires.

— Kat…

— No abrevies mi nombre, Cassio, por favor, sabes perfectamente que detesto que personas no cercanas a mí lo hagan.

Eso fue un golpe al costado.

— ¿Cómo puedes decir eso? — negó con la cabeza, ligeramente destrozado — Fuimos más que cercanos…

— Exactamente, fuimos, no lo somos ni lo seremos nunca más — zanjó —. No sabes el grandísimo favor que me hiciste al sacarme de tu vida, yo ya hice la mía y estoy muy feliz con ella.

Cassio entornó los ojos.

— ¿Qué quieres decir con qué hiciste tu vida? ¿Hay un hombre?

Ella soltó una carcajada amarga que lo dejó sorprendido.

— Eso no te incumbe. ¿Cómo te atreves a preguntarme algo así? — lo miró con rabia y resopló — ¿Sabes qué? Suficiente, te lo pediré por última vez, y si todavía te queda un gramo de decencia, no vuelvas a aparecerte por aquí.

Iba a cerrar la puerta, pero en un movimiento rápido, Cassio se interpuso y la tomó delicado del brazo.

Las chispas a través del contacto no tardaron en bullir, era como si el tiempo no hubiese pasado desde la última vez que estuvieron así de cerca del otro. Kathia sintió que volvía a ser una masa moldeable de ese mísero hombre y Cassio estaba completamente seguro de que esa reacción solo significaba que podía existir una pequeña oportunidad para recuperarla... ¡e iba a tomarla! Pero antes, iba a resarcir el daño causado.

Kat reaccionó y se soltó de un tirón.

— ¡No vuelvas a tocarme!

— Hola, Kat. ¿Todo en orden? ¿Este sujeto te está molestando?

Cassio ladeó la cabeza y tensó la mandíbula. ¿Cómo que “Kat”? ¿Es que acaso otros hombres la llamaban así? Celos y rabia se arremolinaron en su interior y comenzaron a engullirlo como pirañas.

— Este sujeto es su esposo — dijo con orgullo y la mirada de Kathia lo traspasó como si esta estuviese adornada con dagas.

— Ex esposo — aclaró, roja hasta los poros.

— Eso podemos solucionarlo si aceptas ir por el café.

— Ella no parece que quiera ir a ningún lado contigo.

— ¿Y contigo sí? — lo confrontó Cassio.

El hombre es cuestión dio un paso al frente, él no se quedó atrás y dio otro. Los dos se veían con mirada retadora y Kathia no iba a consentir ninguna escena.

— ¡Suficiente los dos! — intervino — Valerio, agradezco tu preocupación, pero estoy bien, de verdad, y tú… — cuando se dirigió a Cassio, se quedó muda por un segundo. No podía creer que él todavía causara ese efecto en ella — Debes irte. ¡AHORA!

Y cerró la puerta sintiendo que las piernas iban a fallarle si no se aferraba a algo de manera inmediata. Agh. Sintió ganas de llorar, de gritar, de romperlo todo a su paso. ¿Cómo podía tan siquiera desear al mismo hombre qué, al mismo tiempo, odiaba con todas sus fuerzas?

Cassio se quedó mirando la puerta por un breve segundo y después se retiró, pero volvería y esa era una promesa.

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