Cuando Kathia despertó, y se encontró a sí misma en la cama de la habitación de la suite, siendo examinada por un hombre que en seguida reconoció como a un doctor por el estetoscopio que rodeaba su cuello, se sintió confundida y alterada a partes iguales.Rápidamente, intentó incorporarse, pero, al hacerlo, un nuevo y leve mareo la atravesó, haciéndola sentir débil.— Con calma, Kat, acabas de reaccionar — le pidió Cassio, que estaba sentado a su lado con un gesto de preocupación en el rostro.Le instó a que se recostara de nuevo.— ¿Qué… qué me pasó? — preguntó ella, mirando a su alrededor. Cassio reconoció que tenía la mirada un tanto cansada y los labios pálidos. Eso le preocupaba muchísimo.— Te desmayaste y el doctor Marchetti está aquí para revisar que todo esté en orden — le explicó, pero ella parecía todavía abrumada, incluso desconfiada. Cassio le acarició el brazo y le besó la sien con amor —. Tranquila, es de mi entera confianza.Ella asintió y pasó un trago. El doctor guar
Cassio se sentía ridículamente nervioso porque hace más de media hora se habían llevado a Kathia para realizarse los exámenes pertinentes y ella no aparecía por esa puerta.Bufó.— ¿Es que no hay un médico aquí? — preguntó entre dientes, al aire.— ¿Dónde está mami? — preguntó la pequeña Cassie a su padre, que había ido por un helado a la máquina dispensadora.Cassio tomó una respiración profunda y cambió su semblante preocupado por una sonrisa para su hija. La cargó en brazos y besó su cabellera dorada.— Mami está ahora mismo con el médico.— ¿Por qué? ¿Está enferma?— No, cariño, solo deben sacarle un poco de sangre del brazo para asegurarnos de que ella esté perfecta — le explicó.— ¿Le va a doler? — quiso saber, curiosa.Cassio sonrió.— Ni siquiera un poco.La niña asintió, más relajada.— ¿Señor Garibaldi? — la voz de un médico, al fin, lo hizo girarse — Venga conmigo, por favor.Cassio entregó a su hija a los brazos de Sarah, prometiéndole que pronto regresaría con ella y mamá
— ¡No, no! ¡Por favor no se lo lleven! — escuchó Kat la voz destrozada de Clara, y en cuanto vio a Maurizio, siendo sometido por agentes de la policía, comprendió muy bien.— Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga puede ser usado en su contra en un tribunal de justicia — habló el agente que acababa de colocarle las esposas —. Tiene derecho a contar con un abogado, si no, el tribunal le asignará uno.Kathia sintió el corazón quebrado por Clara. La joven se levantó de la camilla, e intentó alcanzar al hombre que amaba… pero este la miró solo destrozado y pidió rápido que se lo llevaran de allí.No quería verla sufrir más.La mujer se desplomó en los brazos de Kathia, y le suplicó que hiciera algo… que no podían llevárselo, que él iba a redimirse, estaba segura.Ella no supo qué hacer, salvo abrazarla con todas sus fuerzas.— ¿De qué se le acusa? ¿Hay una orden de arresto en su contra? — intentó averiguar Cassio con el agente, que no demoró en demostrarle que el procedimiento
Santa Marinella era una propiedad a la orilla de la playa que se asemejaba más a una fortaleza impenetrable que cualquier otra cosa.Ramiro, uno de los hombres de confianza de Maurizio, guio el traslado de Cassio y lo ajustó todo para que la reunión se llevara a cabo a la hora prevista.— ¿Qué sabes de la situación de mi primo? — preguntó en cuanto atravesaron el anillo de seguridad.— El abogado ya está trabajando para sacarlo esta misma noche — informó el hombre, y Cassio asintió. Por el momento, Maurizio no le convenía en la cárcel, pues él conocía los movimientos de Francesca y sabría cómo ayudar a detenerla.Echó un vistazo a todo mientras dos escoltas de la casa lo guiaban al interior. Risas, niños, comentarios relajados y un ambiente bastante… familiar, fue lo que Cassio pudo percibir.— Señor, el primo de Maurizio — habló uno de los escoltas a un hombre que pronto se incorporó para recibirlo y presentarse como Sebastian Mancini.En seguida, estrecharon manos, y junto a un par
— Tienes que tranquilizarte — le pidió Cassio, intentando buscar su contacto, pero ella lo rechazó dolorosamente y se cruzó de brazos.— ¡No puedes pedirme una cosa así cuando esa loca tiene a mi hija! — replicó Kathia entre dientes.— Kat…— ¡No! ¡Déjame!— Si no lo haces por ti, al menos hazlo por el bebé, por favor — le suplicó y colocó las manos sobre sus hombros. Ella se estremeció y cerró los ojos — Él necesita que estés tranquila.— Mi hija… — sollozó al girarse y lo miró con dolor asfixiante — ¡Nuestra hija, Cassio!— Lo sé, cariño, pero te juro que la vamos a recuperar.Ella bajó la mirada y negó con la cabeza. En ese momento, llegó Maurizio a la propiedad en Santa Marinella; había sido soltado. Clara se incorporó con esfuerzos del sofá y corrió a sus brazos. Él no dudó en recibirla.— ¡Nuestro bebé! ¡Francesca se ha llevado a nuestro bebé! — le informó, exaltada, pero esa era una información que Maurizio ya sabía, así que la estrechó en brazos al tiempo que la mujer se debil
Kathia se debatió entre dos opciones, regresar a la fortaleza que era Santa Marinella y abrazar a su hija por horas largas, o ir al atracadero.Su rabia y odio por Francesca la cegaron, e Isabella Ferragni le prometió que su hija estaría a salvo, que a esa propiedad nadie entraba… al menos no vivo, y que los niños estarían sanos y seguros, que podía hacer lo que su mente le pidiera en ese momento, así que con un beso y largo y abrazo a su hija, condujo media hora al lugar que sabía ya a donde Cassio y Francesca se dirigían.Allí las cosas pintaban según lo planeado. Maurizio estaba cerca del estacionamiento, vestido de forma que no llamaba la atención y con una gorra, así que avisó de la llegada de su primo y Francesca por un diminuto dispositivo de caucho que tenía en la muñeca.— El barco ya nos está esperando para zarpar. ¡Por fin estaremos juntos, cariño! — dijo Francesca, y le besó la mejilla antes de buscar al hombre con el que había hecho un trato.Este recibió primero el diner
¿Existía la posibilidad de que Kathia hubiese escrito semejante…?No.Cassio negó con la cabeza a medida que iba leyendo… y se encontraba cada vez con cosas peores. Cosas que él mismo le había confesado, cosas qué, de ser cierto y ella las hubiese escrito, sería el punto final de su relación.Llamadas, mensajes de texto, correos urgentes por parte de su agente, de su abogado y mejor amigo. Todos apilándose en una notificación tras otra.“La verdad detrás del apellido Garibaldi”“Mafia, traiciones, lucha por el poder”“Una joya de familia”Eran los títulos que encabezaban los portales esa mañana y él no podía parar de leer con insistencia cada línea, porque todo lo que estaba escrito allí era la absoluta verdad… la verdad que solo Kathia sabía y no se había siquiera filtrado antes en los medios.¿Cómo diablos era posible?Tenía que haber una explicación, sí… tenía que haberlo, no podía ser de otra forma.Aparte de la cantidad millonaria de dinero que generaba anualmente la constructora
— Por aquí, por favor — le pidió Piero a una Kathia que todavía se sentía desconcertada.Ella apretó los labios y asintió, después siguió el camino que guiaba el escolta hasta una salida de emergencia que tenía el hospital, donde ya aguardaba una de las camionetas con el motor encendido. Siena se había despedido con anterioridad porque también, como accionista minoritaria de la constructora, debía hacer acto de presencia y ver en que podía ayudar para manejar el asunto.Uno de los periodistas, que era tan astuto como para saber que ella no saldría por la puerta principal, llamó la atención del resto cuando comenzó a hostigarla con preguntas bastante venenosas. Todos se acercaron con grabadoras y cámaras en mano.— Señorita Scuderi, ¿qué puede decirnos respecto a la noticia que está circulando ahora mismo en internet?— ¿Es verdad que usted y el señor Garibaldi estuvieron casados en el pasado? Han salido un par de fotos de ustedes de hace cinco años que al parecer lo corrobora. ¿Cuál f