Kathia se debatió entre dos opciones, regresar a la fortaleza que era Santa Marinella y abrazar a su hija por horas largas, o ir al atracadero.Su rabia y odio por Francesca la cegaron, e Isabella Ferragni le prometió que su hija estaría a salvo, que a esa propiedad nadie entraba… al menos no vivo, y que los niños estarían sanos y seguros, que podía hacer lo que su mente le pidiera en ese momento, así que con un beso y largo y abrazo a su hija, condujo media hora al lugar que sabía ya a donde Cassio y Francesca se dirigían.Allí las cosas pintaban según lo planeado. Maurizio estaba cerca del estacionamiento, vestido de forma que no llamaba la atención y con una gorra, así que avisó de la llegada de su primo y Francesca por un diminuto dispositivo de caucho que tenía en la muñeca.— El barco ya nos está esperando para zarpar. ¡Por fin estaremos juntos, cariño! — dijo Francesca, y le besó la mejilla antes de buscar al hombre con el que había hecho un trato.Este recibió primero el diner
¿Existía la posibilidad de que Kathia hubiese escrito semejante…?No.Cassio negó con la cabeza a medida que iba leyendo… y se encontraba cada vez con cosas peores. Cosas que él mismo le había confesado, cosas qué, de ser cierto y ella las hubiese escrito, sería el punto final de su relación.Llamadas, mensajes de texto, correos urgentes por parte de su agente, de su abogado y mejor amigo. Todos apilándose en una notificación tras otra.“La verdad detrás del apellido Garibaldi”“Mafia, traiciones, lucha por el poder”“Una joya de familia”Eran los títulos que encabezaban los portales esa mañana y él no podía parar de leer con insistencia cada línea, porque todo lo que estaba escrito allí era la absoluta verdad… la verdad que solo Kathia sabía y no se había siquiera filtrado antes en los medios.¿Cómo diablos era posible?Tenía que haber una explicación, sí… tenía que haberlo, no podía ser de otra forma.Aparte de la cantidad millonaria de dinero que generaba anualmente la constructora
— Por aquí, por favor — le pidió Piero a una Kathia que todavía se sentía desconcertada.Ella apretó los labios y asintió, después siguió el camino que guiaba el escolta hasta una salida de emergencia que tenía el hospital, donde ya aguardaba una de las camionetas con el motor encendido. Siena se había despedido con anterioridad porque también, como accionista minoritaria de la constructora, debía hacer acto de presencia y ver en que podía ayudar para manejar el asunto.Uno de los periodistas, que era tan astuto como para saber que ella no saldría por la puerta principal, llamó la atención del resto cuando comenzó a hostigarla con preguntas bastante venenosas. Todos se acercaron con grabadoras y cámaras en mano.— Señorita Scuderi, ¿qué puede decirnos respecto a la noticia que está circulando ahora mismo en internet?— ¿Es verdad que usted y el señor Garibaldi estuvieron casados en el pasado? Han salido un par de fotos de ustedes de hace cinco años que al parecer lo corrobora. ¿Cuál f
— Cassio, esto está fuera de control — le comunicó su agente apenas contestó la llamada —. En las últimas dos horas hemos perdido demasiados clientes y los empleados comienzan a cuestionarse su futuro en la constructora. Este asunto familiar está dando mucho de qué que hablar y…— No me digas algo que ya sé — expresó con la voz profunda —. Y te pago mucho dinero para que sepas manejar este tipo de situaciones, no para que me des excusas que ahora mismo no necesito.— Lo sé, Cassio, y hemos estado trabajando arduamente las últimas horas sin resultados, por eso el motivo de mi llamada. El equipo y yo creemos que una solución factible para esto, y para limpiar tu apellido, es que demandes a la periodista.Cassio echó la cabeza hacia atrás y tomó una profunda bocanada de aire.— La periodista a la que te refieres es la madre de mi hijo.— Lo sabemos.— ¿Y aun así te atreves a sugerir semejante estupidez? ¡Resuelve esto, carajo!El hombre del otro lado de la línea se quedó varios segundos
— Kat, ¿sigues ahí?Sí, lo estaba, pero se había quedado pasmada durante eternos segundos.¿Qué diablos estaba haciendo Cassio…? ¿Y por qué estaba asumiendo una culpa que no le correspondía?— ¿Kat…? — insistió su amiga, preocupada.— Sigo aquí — musitó apenas con un tono audible, y se llevó de manera intuitiva las manos al vientre porque de pronto sintió que las arcadas de los últimos días regresarían — ¿Por qué Cassio está haciendo esto? No lo entiendo… Siena, ¿qué ocurre?Su amiga suspiró del otro lado de la línea.— No lo sé, pero parece que…— ¡Se está culpando a sí mismo de un error que no le corresponde! ¡Debería ser yo la que estuviese dando declaraciones! ¡Fue muy error! ¡Fue…!— Kat, no, si hay un culpable aquí es tu jefa. ¡Fue ella la que tomó tus notas para hacer todo este escándalo!— Sí, pero si yo no hubiese subido la información a la web, entonces esto no estaría ocurriendo.— Fue un error involuntario — replicó Siena con pesar y ella se dejó caer en el sofá porque las
— ¡Mami! ¡Mami! ¡Hay un regalo para ti! — apenas Kathia cruzó la puerta del pent-house, la pequeña Cassie la recibió con entusiasmo.— ¿Un regalo? — le preguntó con una sonrisa curiosa, cargándola en brazos.— Siiiii, en la habitación, tienes que correr a verlo. ¿Te gustan los regalos, mami? ¡A mí me encantan! — comentó entusiasta.— Entonces vayamos a verlo — le propuso.Minutos más tarde, cuando entró a la habitación, una caja blanca y grande la recibió a los pies de la cama. Todavía curiosa por saber de qué se trataba, dejó a Cassie en el suelo y se acercó para desatar el lazo rojo que la envolvía, maravillándose con el interior.Un precioso vestido rojo de talle la hizo sonreír. Dentro de la misma caja, había tarjeta.“¿Es mucho pedirte que luzcas este vestido para mí?”No hizo falta tener una firma para saber quién lo había enviado, así que se mordió el labio inferior y suspiró atontada.— Wow, mami, está tan lindo — dijo la pequeña, acariciando la tela, y reconociendo que un ves
Sus respiraciones, al llegar a la cama, eran casi aceleradas, y segundos antes de que cayeran tendidos sobre el colchón, él se alejó un poco para mirarla directo a los ojos. — Eres todo lo que necesito, Kat, no lo olvides — musitó suave, y le relamió los labios —. Lo que suceda y se diga allí fuera a partir de ahora no debería interferir en esto, en nuestra familia. Lucharé para que pronto podamos estar como una. Ella sonrió atontada y le recorrió ampliamente el pecho con las manos. — Oh, Cassio — sollozó — Bésame. Él no esperó que lo pidiera dos veces, y la tomó en vuelos para recostarla sobre el colchón. Fuera, se escuchaba el rumor de la brisa y las olas del mar que rompían contra las rocas, entremezclándose con el sutil quejido que afloraba de sus gargantas. De a poco, el hombre la fue desvistiendo, hasta que sus ojos se maravillaron por la lencería de seda que llevaba puesta esa noche. Las copas acunaban los perfectos y frondosos pechos femeninos, aunque no por mucho tiempo,
No se podía ser un buen jefe sin ensuciarte las manos tal como lo hacían tus empleados, y eso era algo que Cassio sabía muy bien, así que, tan pronto como llegó a roma, sustituyó los zapatos por botas y el gel fijador por un casco.Trabajar hombro a hombro con su gente le hacía bien, eso lo venía practicando desde años, cuando Kathia y él… negó con una sonrisa triste, ni siquiera quería recordarlo. Habían sido la época más oscura de su vida.Los albañiles se mostraron más entusiasmados durante la jornada laboral, y como recompensa, a la hora de descanso, los invitó a tomar una par de cervezas bajo la sombra de un árbol que recientemente se había plantado.Para el final de la tarde, decidió ser sincero con ellos, todo lo contrario a lo que le había dicho su agente que hiciera.Las cosas no estaban bien con la constructora, fue lo que comenzó a decirles, y que todavía no sabía si dentro de un par de semanas todos ellos iban a tener el empleo con el que sustentaban sus hogares; sin embar