Santa Marinella era una propiedad a la orilla de la playa que se asemejaba más a una fortaleza impenetrable que cualquier otra cosa.Ramiro, uno de los hombres de confianza de Maurizio, guio el traslado de Cassio y lo ajustó todo para que la reunión se llevara a cabo a la hora prevista.— ¿Qué sabes de la situación de mi primo? — preguntó en cuanto atravesaron el anillo de seguridad.— El abogado ya está trabajando para sacarlo esta misma noche — informó el hombre, y Cassio asintió. Por el momento, Maurizio no le convenía en la cárcel, pues él conocía los movimientos de Francesca y sabría cómo ayudar a detenerla.Echó un vistazo a todo mientras dos escoltas de la casa lo guiaban al interior. Risas, niños, comentarios relajados y un ambiente bastante… familiar, fue lo que Cassio pudo percibir.— Señor, el primo de Maurizio — habló uno de los escoltas a un hombre que pronto se incorporó para recibirlo y presentarse como Sebastian Mancini.En seguida, estrecharon manos, y junto a un par
— Tienes que tranquilizarte — le pidió Cassio, intentando buscar su contacto, pero ella lo rechazó dolorosamente y se cruzó de brazos.— ¡No puedes pedirme una cosa así cuando esa loca tiene a mi hija! — replicó Kathia entre dientes.— Kat…— ¡No! ¡Déjame!— Si no lo haces por ti, al menos hazlo por el bebé, por favor — le suplicó y colocó las manos sobre sus hombros. Ella se estremeció y cerró los ojos — Él necesita que estés tranquila.— Mi hija… — sollozó al girarse y lo miró con dolor asfixiante — ¡Nuestra hija, Cassio!— Lo sé, cariño, pero te juro que la vamos a recuperar.Ella bajó la mirada y negó con la cabeza. En ese momento, llegó Maurizio a la propiedad en Santa Marinella; había sido soltado. Clara se incorporó con esfuerzos del sofá y corrió a sus brazos. Él no dudó en recibirla.— ¡Nuestro bebé! ¡Francesca se ha llevado a nuestro bebé! — le informó, exaltada, pero esa era una información que Maurizio ya sabía, así que la estrechó en brazos al tiempo que la mujer se debil
Kathia se debatió entre dos opciones, regresar a la fortaleza que era Santa Marinella y abrazar a su hija por horas largas, o ir al atracadero.Su rabia y odio por Francesca la cegaron, e Isabella Ferragni le prometió que su hija estaría a salvo, que a esa propiedad nadie entraba… al menos no vivo, y que los niños estarían sanos y seguros, que podía hacer lo que su mente le pidiera en ese momento, así que con un beso y largo y abrazo a su hija, condujo media hora al lugar que sabía ya a donde Cassio y Francesca se dirigían.Allí las cosas pintaban según lo planeado. Maurizio estaba cerca del estacionamiento, vestido de forma que no llamaba la atención y con una gorra, así que avisó de la llegada de su primo y Francesca por un diminuto dispositivo de caucho que tenía en la muñeca.— El barco ya nos está esperando para zarpar. ¡Por fin estaremos juntos, cariño! — dijo Francesca, y le besó la mejilla antes de buscar al hombre con el que había hecho un trato.Este recibió primero el diner
¿Existía la posibilidad de que Kathia hubiese escrito semejante…?No.Cassio negó con la cabeza a medida que iba leyendo… y se encontraba cada vez con cosas peores. Cosas que él mismo le había confesado, cosas qué, de ser cierto y ella las hubiese escrito, sería el punto final de su relación.Llamadas, mensajes de texto, correos urgentes por parte de su agente, de su abogado y mejor amigo. Todos apilándose en una notificación tras otra.“La verdad detrás del apellido Garibaldi”“Mafia, traiciones, lucha por el poder”“Una joya de familia”Eran los títulos que encabezaban los portales esa mañana y él no podía parar de leer con insistencia cada línea, porque todo lo que estaba escrito allí era la absoluta verdad… la verdad que solo Kathia sabía y no se había siquiera filtrado antes en los medios.¿Cómo diablos era posible?Tenía que haber una explicación, sí… tenía que haberlo, no podía ser de otra forma.Aparte de la cantidad millonaria de dinero que generaba anualmente la constructora
— Por aquí, por favor — le pidió Piero a una Kathia que todavía se sentía desconcertada.Ella apretó los labios y asintió, después siguió el camino que guiaba el escolta hasta una salida de emergencia que tenía el hospital, donde ya aguardaba una de las camionetas con el motor encendido. Siena se había despedido con anterioridad porque también, como accionista minoritaria de la constructora, debía hacer acto de presencia y ver en que podía ayudar para manejar el asunto.Uno de los periodistas, que era tan astuto como para saber que ella no saldría por la puerta principal, llamó la atención del resto cuando comenzó a hostigarla con preguntas bastante venenosas. Todos se acercaron con grabadoras y cámaras en mano.— Señorita Scuderi, ¿qué puede decirnos respecto a la noticia que está circulando ahora mismo en internet?— ¿Es verdad que usted y el señor Garibaldi estuvieron casados en el pasado? Han salido un par de fotos de ustedes de hace cinco años que al parecer lo corrobora. ¿Cuál f
— Cassio, esto está fuera de control — le comunicó su agente apenas contestó la llamada —. En las últimas dos horas hemos perdido demasiados clientes y los empleados comienzan a cuestionarse su futuro en la constructora. Este asunto familiar está dando mucho de qué que hablar y…— No me digas algo que ya sé — expresó con la voz profunda —. Y te pago mucho dinero para que sepas manejar este tipo de situaciones, no para que me des excusas que ahora mismo no necesito.— Lo sé, Cassio, y hemos estado trabajando arduamente las últimas horas sin resultados, por eso el motivo de mi llamada. El equipo y yo creemos que una solución factible para esto, y para limpiar tu apellido, es que demandes a la periodista.Cassio echó la cabeza hacia atrás y tomó una profunda bocanada de aire.— La periodista a la que te refieres es la madre de mi hijo.— Lo sabemos.— ¿Y aun así te atreves a sugerir semejante estupidez? ¡Resuelve esto, carajo!El hombre del otro lado de la línea se quedó varios segundos
— Kat, ¿sigues ahí?Sí, lo estaba, pero se había quedado pasmada durante eternos segundos.¿Qué diablos estaba haciendo Cassio…? ¿Y por qué estaba asumiendo una culpa que no le correspondía?— ¿Kat…? — insistió su amiga, preocupada.— Sigo aquí — musitó apenas con un tono audible, y se llevó de manera intuitiva las manos al vientre porque de pronto sintió que las arcadas de los últimos días regresarían — ¿Por qué Cassio está haciendo esto? No lo entiendo… Siena, ¿qué ocurre?Su amiga suspiró del otro lado de la línea.— No lo sé, pero parece que…— ¡Se está culpando a sí mismo de un error que no le corresponde! ¡Debería ser yo la que estuviese dando declaraciones! ¡Fue muy error! ¡Fue…!— Kat, no, si hay un culpable aquí es tu jefa. ¡Fue ella la que tomó tus notas para hacer todo este escándalo!— Sí, pero si yo no hubiese subido la información a la web, entonces esto no estaría ocurriendo.— Fue un error involuntario — replicó Siena con pesar y ella se dejó caer en el sofá porque las
— ¡Mami! ¡Mami! ¡Hay un regalo para ti! — apenas Kathia cruzó la puerta del pent-house, la pequeña Cassie la recibió con entusiasmo.— ¿Un regalo? — le preguntó con una sonrisa curiosa, cargándola en brazos.— Siiiii, en la habitación, tienes que correr a verlo. ¿Te gustan los regalos, mami? ¡A mí me encantan! — comentó entusiasta.— Entonces vayamos a verlo — le propuso.Minutos más tarde, cuando entró a la habitación, una caja blanca y grande la recibió a los pies de la cama. Todavía curiosa por saber de qué se trataba, dejó a Cassie en el suelo y se acercó para desatar el lazo rojo que la envolvía, maravillándose con el interior.Un precioso vestido rojo de talle la hizo sonreír. Dentro de la misma caja, había tarjeta.“¿Es mucho pedirte que luzcas este vestido para mí?”No hizo falta tener una firma para saber quién lo había enviado, así que se mordió el labio inferior y suspiró atontada.— Wow, mami, está tan lindo — dijo la pequeña, acariciando la tela, y reconociendo que un ves