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Capítulo 14. Un ligero error

Roberto estaba de mal humor. Y es que por culpa de su padre y de Adelaida, se vio forzado a contratar a Sonia en su empresa. Pero, tras verla bastante entusiasmada en su nuevo puesto de secretaria ejecutiva, no le quedó otra opción más que aceptarlo.

Y fue por eso que, apenas se retiró su padre por negocios externos, llamó inmediatamente a Adelaida a su oficina para cuestionarle su pequeño “desliz” en su orden.

- Señorita Adelaida. Le había pedido que contactara con Macarena para que trabajara con nosotros. Pero resulta que le mandó un mensaje a otra empleada de Richard. ¿Puede explicármelo, por favor?

Adelaida tuvo el ligero temor de que Roberto la echara de la empresa por no cumplir sus órdenes. Sin embargo, tras saber que fue su padre quien aceptó a Sonia de buen grado, se le ocurrió una buena idea.

- Iba a hacerlo, pero el jefe de la empresa me persuadió de contactar con alguien que de verdad se merezca el puesto, más allá de su apariencia. Y como usted bien sabe, el jefe tiene la última palabra.

- ¡Ese viejo! – bramó un rabioso Roberto.

- No se preocupe, amo – dijo Adelaida, acercándose lentamente a él mientras abría su camisa – siempre habrá alguna otra vacante que le puedo ver para Macarena – continuó, esta vez, sentándose en el regazo del CEO y apoyando los brazos sobre sus hombros – sabes que estoy aquí para satisfacer todos tus deseos.

Roberto sonrió. Adelaida siempre conseguía cambiarle de humor. Así es que la rodeó con sus brazos, la atrajo hacia sí y la besó. La mujer procedió a sacarle el nudo de la corbata y dejó que él la besara en el cuello, lanzando ligeros gemidos.

Poco a poco, se dieron caricias por debajo de sus ropas. Mientras Roberto le palpaba uno de sus pechos con una mano, Adelaida le clavó las uñas por la espalda. Un poco después, sintió que la mano del CEO bajaba lentamente, hasta la zona de la entrepierna. En esos momentos, llevaba puesta una minifalda, por lo que le fue fácil meter la mano ahí y acariciar la zona de la entrepierna, cubierta por un bikini de licra.

- ¿Sabes? Estaba pensando en que podemos ir de excursión este fin de semana – le dijo Roberto a Adelaida, sin retirar la mano de ahí.

- ¿Adónde iríamos, amo? – le susurró la joven.

- A Río de Janeiro. Recorreremos la ciudad en helicóptero y, luego, lo hacemos en mi playa privada.

- ¿Pero no coincidiría con la reunión anual de la Asociación?

- No es obligatorio ir cada mes. Además, necesito cambiar de aires, relajarme. Últimamente ando muy estresado.

- Entiendo. Entonces vayamos allá.

Y así, el CEO y la empleada siguieron besándose y acariciándose en esas zonas, mientras la temperatura aumentaba cada vez más conforme pasaban las horas.

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Richard invitó a Macarena a salir a cenar en un restaurante elegante. Sin embargo, ambos se sentían tristes porque Sonia se retiró de la empresa sin avisar. Por su lado, Richard consideraba a Sonia como una confidente, la persona a quien le podía contar sus penas sin temor a ser juzgado. En el caso de Macarena, Sonia se convirtió en su única amiga, con quien logró salir a tomar unas copas y hablar del mal de amores sin tapujos.

Richard y Macarena comieron un delicioso plato de caviar traído de las Indias, en silencio. En un momento, Richard se animó a preguntarle a su secretaria:

- ¿Sucedió algo entre tu y Sonia?

Macarena meneó con la cabeza. Se llevó dos bocados a la boca y, tras masticar lentamente, tomó un sorbo de vino y respondió:

- Sospecho que es porque quería empezar de cero… ¡No sé! No pensé que la afectara tanto.

- ¿A qué te refieres?

Macarena respiró hondo, miró a Richard directo a los ojos y le dijo:

- Sonia está enamorada de ti.

Poco a poco, las palabras de su sumisa le llegaron al cerebro y le hicieron trabajar las dos únicas neuronas que tenía. Era como si no pudiera creer lo que estaba escuchando. Y es que Sonia nunca le dio siquiera una señal de que ella albergaba ese sentimiento por él. O, quizás, no logró descifrarla y siempre consideró que sus excesivas atenciones y gentileza hacia él eran de una simple y sincera amistad.

- ¿No es una broma? ¿Verdad? – le preguntó Richard a Macarena.

- No lo es – respondió Macarena – Sonia en verdad se gusta de ti y siempre te apoyó en tus sueños. Intenté decírtelo, pero no entendiste mis palabras. Y ahora que se marchó, me gustaría saber lo que realmente sientes por ella. Sonia te ama de verdad, pero yo…

Macarena enmudeció. En el fondo, no sabía bien hacia qué dirección iba con Richard. Podía fingir estar perdidamente enamorada de él para salir de la pobreza, o decirle que no se sentía cómoda en el trabajo ni en la asociación, ya que no era la “sumisa” ni la “secretaria” que todos esperaban. Vio el platillo que estaba degustando en esos momentos y pensó que, si retornaba a su vida anterior, nunca más tendría esa clase de lujos. Pero un hombre gentil como Richard se merecía estar con alguien que lo amara de verdad, tal como era y no por lo que llevaba en los bolsillos.

Lastimosamente, su naturaleza ambiciosa le ganó esta vuelta y, tras percatarse de que Richard seguía sin hablar, le dijo:

- Yo te amo con locura. Y solo por eso estaba dispuesta a dar un paso al costado para que estuvieras con Sonia, pero… ahora que lo pienso, me dolería perder a mi príncipe azul, quien me rescató de mi infortunio y me hizo sentir, por un instante, como la Cenicienta.

Richard sonrió. Pensó que Macarena en verdad era una mujer muy géneros hasta el punto de renunciar a él para apoyar a Sonia. Pero, en esos momentos, se sentía a gusto con su secretaria y no pensaba abandonarla, luego de que ella accediera a ser su sumisa y cumplirle ese deseo egoísta de volverse el ídolo de la asociación.

Así es que, la tomó de las manos, la miró directo a los ojos y le dijo:

- Me gustas mucho, Macarena. Y en verdad querría compartir mi vida entera contigo. Por favor, no te vayas. No me abandones como lo hicieron las demás empleadas de mi empresa.

Esta vez, fue Macarena quien sonrió. Sus ojos comenzaron a humedecerse de la emoción, pero se controló de no llorar. Para eso, asumió con la cabeza y, dándole un ligero beso en la mejilla le respondió:

- Jamás te abandonaré.

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