El día del encuentro llegó. Sonia sintió un deja vú, ya que le pasó algo similar cuando salió con Macarena en el After Office de hace tiempo. Pero era otro bar, con otra teñida y un ambiente más relajado porque estaba orientado a toda la familia.Adelaida pidió dos botellas de cerveza con picadas, y se lo entregaron en una cubeta de hielo, junto a dos vasos de cristal y una bandeja.Mientras comían y bebían, Sonia comentó sin quererlo:- Me recuerda a Macarena.Adelaida, fingiendo demencia, preguntó:- ¿Quién es Macarena?- Es una antigua compañera de trabajo – respondió Sonia, apartando la media cerveza que consiguió beber – salimos una vez a hacer After Office y nos pasamos de copas.- Parece una chica agradable.- ¡Y lo es! Ella es bastante amigable, incluso se ofreció a ayudarme, pero…Sonia enmudeció. Aún si renunció, no quería manchar la imagen de Richard diciendo a sus nuevos colegas que el CEO de su ex empresa se revolcó con su secretaria. Además, podía recibir una tremenda de
Macarena regresó a la casa de Richard muy contenta. Al fin consiguió operarse los pechos y, tal como lo prometió el cirujano, lucía como toda una top model.Estuvo tentada en tomarse una selfie, pero se contuvo. Quería que fuera una sorpresa para Richard.Se acostó en la cama y miró hacia el techo, con los brazos extendidos a los costados. Ya había pasado casi una semana desde que se marchó y lo extrañaba un montón. Se desconoció ya que, la Macarena de antes, aprovecharía para hacer compras y disfrutar de los lujos de su novio millonario. Pero, en esos momentos, solo quería sentir el calor de sus brazos, hundirse en su pecho y dejar que le acariciase los cabellos suavemente, hasta quedarse dormida.Y mientras pensaba en Richard, recibió una llamada.Creyendo que era él, lo atendió. Pero grande fue su sorpresa cuando escuchó la voz de Sonia al otro lado de la línea.- ¡Hola, Macarena! ¿Qué tal? ¡Soy Sonia!- Hola Sonia. ¿Qué pasó de ti? ¡Desapareciste de repente!Sonia parecía estar mu
Macarena se alojó en un hostel, donde pudo darse una ducha rápida y relajarse momentáneamente. Por suerte encontró una habitación individual a bajo costo, porque para nada quería estar en un cuarto compartido, lleno de gente extraña que le robarían las pocas cosas que pudo llevarse de la casa de Richard luego de ser echada de ahí.Se acostó en su cama, cuyo colchón era tan duro que pensaba que le sería más confortable dormir en el suelo. Extrañaba la mullida cama donde dormía antes, y lamentó que Richard fuese tan desconsiderado al tratarla de esa manera cruel, sin darle oportunidad de explicarle lo sucedido.Su teléfono sonó. Macarena atendió y se encontró con un mensaje de voz del jefe de su antiguo trabajo en el restaurante. El mismo le decía:- Macarena, ¿cuándo vas a volver? ¡El lugar es un caos sin ti! Por cierto, un señor vino a buscarte, ni idea de quién se trataba, pero parecía muy interesado en hallar tu paradero.Macarena suspiró. Todavía no podía creer que el dueño del res
- Buen día, señora López.- ¿Cómo está, señora López?- Ya está lista su agenda del día, señora López.Un tiempo después de reencontrarse con su padre, Macarena tomó parte de la fortuna que éste le cedió como herencia para fundar su propia empresa. Por supuesto fue bien guiada por su progenitor quien, además, la apoyó en sus estudios de administración gerencial y gestión de proyectos para convertirse en toda una profesional de renombre.- Hoy hace un buen día. ¿No lo crees, Clarisa? – le dijo Macarena a su secretaria, mientras se dirigía a su oficina – Dime si hay alguna que otra novedad.- Sí, señora – dijo Clarisa, mientras miraba su agenda – el señor Pérez de la compañía de seguros desea una reunión privada con usted. Y el señor Gómez de la empresa de los sortilegios le envió un ramo de rosas junto a un importante sobre de un acuerdo comercial.- Recházalos a ambos – dijo Macarena – es claro que desean controlar los balances de esta compañía que con tanto esfuerzo y sacrificio me c
Tras una larga ausencia por resolver problemas personales y laborales, Richard al fin asistió a la siguiente reunión de la asociación. Solo que, esta vez, fue en compañía de Sonia.Sus colegas se quedaron asombrados, ya que estaban acostumbrados a verlo con Macarena. Pero éste les explicó lo sucedido y todos se impactaron al saber que, por una borrachera, embarazó a su segunda sumisa.- ¿Y qué piensas hacer, señor Richard? – le preguntó un colega.- Me haré responsable, por supuesto – respondió Richard – nunca seré como el imbécil de Roberto.- ¡Quién lo diría! Hace apenas unos meses eras el hazmerreír de la Asociación y, en un año, no solo conquistaste a dos sumisas sino, también, embarazaste a una de ellas. ¡Eres todo un hombre!- ¡Sí! ¡Nuestro Richard ha madurado! – dijo un tercer colega cuyo nombre me dio flojera inventar.Sonia se aferró al brazo de Richard, sintiéndose un poco apenada. Había escuchado que los miembros de la Asociación eran un poquito machistas, pero Richard aseg
Adelaida iba volviéndose cada vez más panzona conforme pasaba el tiempo. Y sumándole su embarazo, también le llegaron sus antojos de cualquier cosa. Así es que se la pasaba pidiéndole a Roberto mucha comida, helado, frituras, confiterías y más.Roberto se encontraba en la ruina. Ya no podía disfrutar de los placeres como lo hacía antes y lamentó no haberse hecho la vasectomía debido a que, como todo sujeto con problemas de masculinidad frágil, creía que esa operación era sinónimo de quedarse castrado.Un día, estaba revisando las cuentas en su oficina y vio que tenía más gastos que ganancias. Y la mayoría del dinero desperdiciado era por Adelaida que, un buen día, se le antojó un delicioso pastel de crema con fresa servido por el mismísimo chef de la reina de Inglaterra. O al menos eso parecía debido a lo que costó el servicio.- Esta mujer me va a dejar en bancarrota – lamentó Roberto, llevándose ambas manos en la cabeza – y mis padres todavía quieren que les dé nietos. ¿Es que no ve
En realidad, Roberto no murió, solo fingió su muerte para no responsabilizarse por el bebé que tuvo con Adelaida. Y los últimos acontecimientos transcurrieron en un promedio de casi nueve meses, para que vean que el tiempo pasa volando.Cuando Adelaida llegó a su octavo mes de embarazo, Roberto se reunió con su padre en la mansión situada en Nueva York y tuvieron una charla seria y profunda sobre el tema.- Sé que quieres nietos, papá. Pero estoy segurísimo que el hijo que Adelaida espera no es mío. ¿De verdad crees que deba responsabilizarme por él?- Si no es tuyo, que lo cuide ella entonces – respondió el señor – pero esa mujer no te dejará en paz, hijo. Te advertí sobre esto y no me escuchaste.- ¡Bueno! ¡Está bien! Admitiré mi culpa, pero con una condición: que les digas a todos que fallecí.- ¿Qué?- ¡Si! ¡Que me morí! ¡Que estrellé mi helicóptero y no encontraron mis restos! Pasaré una larga temporada en la isla privada de un amigo y, cuando las aguas se calmen, regresaré y ser
- ¡Oh, qué desgracia!Adelaida estaba en la calle, con la barriga bien hinchada, lamentando su destino. Estaba a punto de dar a luz y no tenía a quien recurrir ni dónde tener a la criatura, por falta de dinero.Y mientras caminaba, se encontró con Sonia quien, justo en ese momento, estaba dirigiéndose al orfanato.- ¡Sonia! – gritó Adelaida, agitando los brazos - ¡Ayúdame!Sonia, por suerte, la escuchó y corrió rápidamente hacia ella.- ¿Qué sucede, amiga? – le preguntó Sonia, sosteniéndola con sus brazos.- ¡Ya va a venir! – gritó Adelaida, mostrándole su panza.- ¡Oh, por Dios!Sonia corrió hacia un taxi que andaba por la calle, vacío. El conductor se detuvo y ambas mujeres subieron.- ¡Al hospital, por favor! ¡Urgente!- ¡Sí, señora! – gritó el taxista, entrando en pánico al ver a Adelaida en mal estado.Gracias a su rápida reacción, llegaron al hospital en cuestión de segundos. Cuando bajaron del vehículo, el taxista les dijo:- ¡Felicidades por el bebé!Adelaida estuvo a punto de