Capítulo 4

Me quedo mirándole y es que no parece el típico secuestrador gordo y feo que presentan en las películas. 

Sus ojos celestes, su pelo negro como el azabache y su piel trigeña hacen una combinación inusual pero hermosa. 

Mis ojos viajan por su cuerpo aún estando sentado y no poder apreciarlo bien, lo miró con cautela, todavía no entiendo el porqué me deja verle y observar el lugar donde me tienen. 

¿Será que me mataran al final de todo?

Miro a todo lado y es una habitación vacía salvo por una silla que me imagino es para los que entran a cuidarme, a mi lado en el piso 

veo la capucha negra y siento mis labios temblar, cuando llegó a mis manos puedo ver mis muñecas rojas y atadas a una cadena que llega hasta mis tobillos los cuales también están rojos.

Siento mis ojos arder pero no le daré el gusto de verme llorar, cuando creo lograr aguantar las lágrimas lo vuelvo a mirar y no logro descifrar la forma en la que me está mirando. 

- No quiero hacer esto.

Me dice de la nada mientras pone sus manos encima de la cadena y ahora si que no entiendo nada, no se porqué está así, el porqué me tiene aquí. Trago para tratar de que el nudo que tengo en la garganta se esfume y poder hablar.

- ¿Por qué me tienes aquí? 

- Porque sigo órdenes. 

- Tú no te ves mala persona.

Le digo y es como si le dijera un chiste porque empieza a reírse como si fuera el mejor chiste que ha escuchado en tiempo.

- No me conoces, aunque la verdad es que contigo no estoy siendo como siempre soy. 

- ¿Por qué yo? 

- Porque según mi jefe eres una mina de oro. 

- ¿Por qué no piden lo que quieren y me dejan ir? 

- Porque mi jefe necesita ver a tu padre desesperado. 

- ¿Y qué tengo que ver yo con todo eso? 

Sigo preguntando con mis labios temblorosos. 

- Coño, pero para tener días y días sin hablar parece que ahora te han dado un perico de comer que no paras y peor aún, con preguntas que no voy a seguir respondiendo.

- Sólo dime, ¿por qué me han elegido a mi?

Le pregunto pero no contesta y se acomoda aún más con una sonrisa sarcástica. 

- ¿No vas a decir nada? 

Mueve la cabeza en negación y sonríe dándome a entender que no dirá una palabra más y si él es terco yo lo soy aún más y por eso en este momento decidí cerrar mi boca y no volver hablar más. Otra vez.

Juegos de miradas que me ponen muy nerviosa y muy inquieta, pero a él lo veo muy cómodo. 

No sé qué tiempo ha pasado ya desde que nos quedamos sin hablar y sólo nos miramos. ¿Cómo puede ser que mi secuestrador no me de miedo? 

- Bien, ahora te voy a decir lo que pensé cuando volvía.

Me quedo mirándole sin pronunciar palabra y me da igual lo que diga no diré nada. 

- No, mejor no te digo, total harás lo que yo quiera. 

Se levanta y va hacia la puerta dejándome con la duda  

- Se me olvidaba, tengo que volver a ponerte esto. 

Se acerca a mi con la capucha en las manos y la vuelve a colocar sobre mi cabeza.  

~Kendal~ 

No sé qué me pasa con ella, me dan ganas de dejarla ir pero, si la dejo ir no la volveré a ver y por otro lado mi padre me matará. 

Lo que si se es que ella no merece estar como está ahora, prácticamente no duerme por esas pesadillas y come muy poco. 

- Prepararle la comida a Blanca, yo se la llevaré.

- Pero el jefe dijo que sea yo quien le dé de comer.

- Me importa un comino lo que haya dicho, él aquí no ha venido ni una vez y soy yo el que está aquí y no él,  así que, prepara la comida que yo se la llevaré. 

Esa discusión fue sólo la primera vez, digamos que lo único que no hacía era bañarla por obvias razones. 

Desayunábamos, comíamos y cenábamos juntos, entre charlas de cualquier tontería, ella me preguntaba cualquier cosa personal y directamente no contestaba, de mi parte no preguntaba nada porque ya sabía todo. 

Llevamos más de dos meses aquí, aunque yo salía cada día para ir á mi casa y cambiarme de ropa era como si también estuviera encerrado junto a ella. 

Un día lleve unos cuantos CDs de música pop para que ella escogiera y no pudo descartarse por uno ya que les gustaban todos, ese día no dejamos de reír, ya su rostro se le notaba con más vida no tenía las ojeras que tuvo el primer mes, ya no tiene esas pesadillas de cuando era pequeña y la maltrataban. 

- Hola.

Verla asustarse cuando se abre la puerta sigue siendo el día a día hasta que hablo y el cuerpo deja de estar tenso por completo. 

- Hola.

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