Yo comencé a sentirme mareada; de pronto, todo comenzó a dar vueltas. Sentía que estaba a punto de desmayarme, y Luis José fue el primero en notarlo. Enseguida se acercó a mí, tratando de sostenerme.— ¿Qué tienes, Ana Paula? ¿Te sientes mal? —preguntó.— ¡No la toques! —exclamó Guillermo—. Es mi esposa, y yo puedo encargarme de ella.— Pero yo soy médico y puedo atenderla, cosa que dudo puedas hacer tú —respondió Luis José.Guillermo lo miró furioso. Se sentía impotente porque no podía alejarme de Luis José en ese momento. Mientras tanto, Abril no esperó mucho tiempo para inyectar su veneno:— Deja que sea su marido quien la atienda y vámonos de aquí.— No me pienso mover de aquí hasta que esté seguro de que Ana Paula y mi hijo se encuentren bien —afirmó Luis José.De pronto, todo se volvió negro, y caí desmayada en los brazos de Luis José. Él exclamó angustiado:— ¡Hay que llevarla a la sala de emergencias! ¡Pronto, traigan una silla de ruedas!Una enfermera llegó rápidamente con la
"Barradas regresó a la sala de espera donde se encontraban Abril y Guillermo. Su expresión denotaba preocupación por el estado de salud de mi madre.Guillermo se acercó rápidamente y le preguntó:— ¿Cómo está la señora Amanda?— No está bien. Están tratando de desintoxicarla. Según los estudios que le hicieron, descubrieron que además del licor que ingirió, también consumió otra sustancia que empeoró su situación. Además, el médico dice que parece no querer vivir, lo que no favorece su recuperación. Lamentablemente, ha caído en coma.— Lamento mucho esto, Barradas. Sé cuánto la amas.Al escuchar a Guillermo, Abril alzó la mirada y se acercó a él diciendo:— ¿Y usted por qué tiene que amar a mi madre? Le recuerdo que solo era un empleado de mi padre. No se tome atribuciones que no le competen. No sea tan igualado.— Mira, Abril, con todo respeto, no tienes por qué ofenderme de esta forma. Además, hay muchas cosas que desconoces, así que es mejor que no digas algo de lo que puedas arrep
De repente, el llanto de mi hija resonó en la habitación. Para mí, fue como una melodía, la más hermosa que jamás había escuchado. Luis José, con manos temblorosas, cortó el cordón umbilical. El médico sonrió y me entregó a la bebé. —¡Felicitaciones!, exclamó. —Eres la madre de una hermosa niña. Está saludable y preciosa. Bueno, los felicito a ambos. Luis José sostuvo a nuestra hija en sus brazos, tenía sus ojos llenos de emoción. La besó en la frente y la acostó con delicadeza sobre mi pecho. —Mi amor —, susurró, —es nuestra hija, fruto de nuestro amor. Mira qué linda es, se parece a ti. Ana Paula… te amo. Las amo a las dos. A partir de ahora, no me separaré de su lado. En ese instante, una oleada de sentimientos me invadió. Ver a ese pequeño ser, parte de mí y del amor que aún existía entre Luis José y yo, era algo mágico. Me di cuenta de que no lo había olvidado, que seguía enamorada como el primer día, solo había huido durante todo ese tiempo, tratando de escapar de lo que
Ya me habían trasladado a la habitación con mi pequeña hija, a pesar del malestar físico producto de la cesárea, sentía una gran emoción, a tal punto que por un instante había olvidado por completo que Guillermo en cualquier momento iba a llegar a conocer a la pequeña. Mientras me acomodaba en la habitación y amamantaba a mi pequeña princesa, Luis José se encontraba junto a mi, estaba que no se lo podía creer que ahora éramos padres, fue un momento realmente hermoso, solo estábamos los tres como una verdadera familia feliz. — Ana Paula, cariño, quiero darte las gracias por haberme dado la dicha de ser padre, gracias por esta hija tan hermosa y sana que tenemos y que te juro que voy a ser hasta lo imposible porque crezca en un hogar donde reine el amor y la paz. — Luis José, yo… la verdad es que en el fondo de mi ser, eso es lo que más quiero, pero sabes perfectamente que ahora las cosas han cambiado entre nosotros, yo soy una mujer casada y tú… tú sigues casad
Las palabras de Guillermo resonaron en mi cabeza como un trueno en la noche. Fue como si una lanza afilada me hubiera atravesado el corazón, dividiéndolo en dos. Un frío intenso se apoderó de mi cuerpo, y mis piernas temblaron sin control. Lo miré, con la angustia reflejada en mis ojos:— ¿Qué has dicho? No es gracioso que me digas algo así en este momento. Debería estar celebrando el nacimiento de mi hija.Guillermo bajó la mirada, tratando sus ojos de evitar los míos. Su voz, apenas se sintió como un susurro:— Ana Paula, no quería que te enteraras de esta forma, pero es cierto. Tu madre falleció hace unas horas.— ¡No! Eso no puede ser. Mi madre no puede estar muerta. Dime que es mentira, por favor.— Lo siento, pero es real. Falleció de un paro cardíaco mientras te hacían la cesárea.Un dolor punzante se apoderó de mi pecho. El mundo se volvió negro, y me desmayé, perdiendo el conocimiento.Guillermo gritó pidiendo ayuda. La enfermera y el médico que me había realizado la cesáre
Luis José estaba visiblemente afectado, y la angustia en sus ojos era inminente:— Dígame, doctor, ¿qué pasa con Ana Paula?— Luis José, el estado de Ana Paula es bastante delicado, le ha dado un infarto. Pero posterior a eso su estado empeoró y lamento decirte que ha sufrido un accidente cerebrovascular y se encuentra en estado de coma.— No puede ser, ella no, ¡Dios mío! Ella no.La noticia causó un impacto muy grande en Luis José. En cuestión de segundos, todos los planes que teníamos de criar juntos a nuestra hija se habían desvanecido por completo. Enseguida, lo primero que se le vino a la mente fue la pequeña bebé. Al encontrarme en ese estado de gravedad, alguien tenía que encargarse de Ana Beatriz, el nombre que él escogió para nuestra hija. — ¿Y la bebé? ¿Dónde está mi hija?— Tu hija fue llevada a cuidado neonatal. Sin embargo, si la madre no sale del coma, la bebé será dada de alta y tendrás que hacerte responsable, ya que eres su padre.Luis José se llevaba las manos a la
Dos años después…Estuve en coma durante cinco largos meses. Mi mente parecía haberme llevado a un limbo, tratando de protegerme del dolor tras enterarme de la muerte de mi madre. Pero un día cualquiera, desperté. Me encontraba en una habitación de hospital, específicamente en uno de los hospitales más prestigiosos de Houston. Al abrir los ojos, me enfrenté a un enorme ventanal con una luz intensa. Por un momento, creí que estaba muerta y que esa luz provenía del más allá. Sin embargo, aún estaba viva. Escuché la voz de un hombre que me decía:— Ana Paula, cariño, bienvenida a la vida.Lo miré sin reconocerlo. Me llamaba por el nombre de Ana Paula, pero no sabía si era realmente mi nombre. No recordaba absolutamente nada. ¿Quién era él? ¿Por qué estaba allí? ¿Y por qué me llamaba así?Guillermo parecía asombrado. No podía creer que no lo reconociera. Estaba aturdida, como si hubiera vuelto a nacer, pero esta vez sin los recuerdos del pasado.— Soy yo, cariño. Guillermo, tu esposo.— ¿
Mientras tanto, en la bulliciosa Ciudad de México…La vida de Luis José y Abril había seguido su curso desde que mi hija había nacido. Él permanecía junto a ella por lástima y agradecimiento, ya que Abril se había convertido en la cuidadora de nuestra hija, la pequeña princesa Ana Beatriz, quien ya había cumplido dos añitos. Ana Beatriz era una niña hermosa, con un parecido sorprendente a mí, lo que molestaba profundamente a Abril. Cada vez que veía a la niña, recordaba la infidelidad de Luis José, una herida que nunca había sanado del todo. Sin embargo, su obsesión por él la llevaba a hacer cualquier cosa para mantenerlo a su lado.Abril se encargaba de cuidar a la pequeña, pero solo lo hacía para mantener a Luis José apegado a ella. Él, al verla tan maternal con Ana Beatriz, sentía un agradecimiento que lo obligaba a seguir adelante con su matrimonio. Aunque cumplía con sus deberes íntimos, no dejaba de pensar en mí durante esos momentos. En su mente, era conmigo con quien compart