Abril estaba en shock, incapaz de creer lo que Rubén le estaba revelando. Dos años habían transcurrido desde aquel fatídico día en que nuestra madre había fallecido, y Abril había mantenido su secreto oculto. El asesinato había parecido tan fácil en ese momento, sin sospechas ni indicios que la señalaran como culpable. Solo le bastó entrar a cuidados intensivos y desconectar el equipo de respiración artificial, para que mi madre sufriera un paro cardiaco que le costó la vida. A pesar de que en ese momento el médico había prohibido las visitas a mi madre en vista de su gravedad, Abril había logrado entrar gracias a la ayuda de la enfermera que se encontraba de guardia en ese momento, la cual accedió a dejarla entrar tomando en consideración que ella era la esposa de Luis José y él era médico de la clínica; por lo que no vio ningún inconveniente. Sin embargo, esa mujer no estaba enterada del macabro crimen que Abril estaba haciendo con mi madre. Rubén, con una sonrisa cínica, respondi
Guillermo y yo llegamos al hospital. Como solía hacer, él tomaba mi mano mientras mirábamos a nuestro alrededor. Me llamaba la atención que cada vez que salíamos de casa, él se comportaba de manera extraña. Parecía temer que alguien conocido nos viera o, en el peor de los casos, que yo pudiera escapar de su lado. Sin embargo, al mismo tiempo, intentaba no dejar que esas suposiciones llenaran mi mente de pensamientos negativos. Después de todo, desde que desperté del coma, la primera persona que vi fue él. Desde entonces, su único propósito era cuidarme, llenarme de atenciones y amor. Aunque no había una foto que demostrara que él era realmente mi esposo, como me dijo al despertar, no tenía a nadie más en quien confiar aparte de mi psiquiatra. Mi memoria estaba en blanco, y Guillermo era la única persona en la que podía apoyarme. Caminamos por un largo pasillo hasta llegar al consultorio del psiquiatra. Había dos pacientes antes que yo, esperando desde hacía un buen rato. Me
Guillermo al ver lo que había sucedido con el encuentro inesperado que yo había tenido con esa pequeña niña, en la que cabía la posibilidad de que se tratara de mi verdadera hija, tomó la decisión de que nos marcháramos de la clínica inmediatamente.— Es mejor que regresemos a casa ahora mismo. — ¿Pero qué estás diciendo Guillermo? No podemos regresar a casa porque aún no me ha visto el psiquiatra, además ya falta poco para que toque mi turno de pasar a mi consulta. No podemos irnos así. Es importante que le diga al doctor que tuve un recuerdo sobre el nacimiento de mi hija. — Ana Paula ya te dije que debemos marcharnos, ya vendrás a la consulta del psiquiatra en otro momento, pero créeme que sé lo que te digo y debemos irnos ya. Guillermo no dejó que yo dijera una sola palabra más, era ahora o nunca que debíamos salir de allí de la clínica, o de lo contrario correría el riesgo de que alguien pudiera verme y de esta forma descubrirse toda la verdad.
El psiquiatra haciendo caso a las palabras de Luis José y sintiendo un poco de preocupación, tomó el teléfono y llamó a su secretaria, mientras Luis José lo miraba ansioso: — Señorita por favor ¿Me puede informar si la paciente Ana Paula, llamó para cancelar su cita? Según mi agenda debió haber venido hoy a la consulta.— Sí, efectivamente doctor, la señora Ana Paula vino acompañada de su esposo y se anotó, pero algo sucedió que de pronto el señor se la llevó casi a la fuerza y no me dio tiempo de preguntarle si iba a solicitar una nueva cita.— Comprendo, está bien señorita, gracias.— colgó. Luis José lo miró muy ansioso por saber qué había averiguado con su secretaria, mientras que el psiquiatra tenía una expresión de preocupación, ya que estaba corroborando lo que Luis José le había contado desde un principio. — Doctor por favor, ¿Dígame qué le dijo su secretaria? ¿Le confirmó que Ana Paula estuvo aquí? — Sí, efectivamente la s
Luis José estaba parado enfrente del edificio ya casi a punto de entrar, sentía que el corazón le latía a mil por horas, en el fondo tenía miedo de encontrarme ya que no sabía cuál podía ser mi reacción cuándo lo viera en vista de mi amnesia. Cabía la posibilidad de que tal vez al tenerlo enfrente de mí, pudiera recordarlo de repente, él como médico estaba consciente de que la mente muchas veces nos puede sorprender de forma inesperada. Se percató que en la entrada del edificio se encontraba el portero, sin embargo, quería pasar desapercibido porque no quería poner sobre aviso a Guillermo; así que esperó pacientemente a que alguien entrara o saliera del edificio para valerse de la ocasión y así poder entrar sin que el portero se diera cuenta de su presencia. Aparentemente Dios estaba de su lado, ya que justamente en ese momento se percató de que tres personas estaban a punto de entrar, así que muy ágilmente les sacó conversación y sonriendo entró junto con ellos sin que el porte
Luis José estaba ansioso esperando a que alguien abriera la puerta, se tronaba los dedos de las manos, se secaba el sudor de la frente, sus piernas temblaban, estaba demasiado ansioso por saber si realmente yo me encontraba viviendo allí. Hasta que de pronto escuchó los pasos de alguien que se acercaba a la puerta, eso provocó que su corazón comenzara a palpitar de forma acelerada, respiró profundo mientras trataba de controlarse, no tenía la menor idea de quién iba a abrir la puerta si Guillermo o yo. Hasta que la puerta se abrió lentamente y de pronto aparecí yo, a un llevaba puesto el vestido con el que había ido a la clínica, el mismo que Lola le describió, tenía el cabello suelto y mucho más largo que la última vez que él me vio. Me veía un poco más delgada, aunque mi apariencia era de una mujer sana, no puedo negar que durante los dos años que estuve viviendo con Guillermo, él se esmeró en mi alimentación y se preocupó de que nada me faltara. Pero lamentablemente no era una m
Guillermo no pudo evitar poner una expresión de asombro cuando vio a Luis José parado en la puerta hablando conmigo. Su cara palideció totalmente, se puso muy nervioso y enseguida se acercó a él y le dijo molesto:—¿Se puede saber qué haces aquí en nuestra casa?—Vine a buscar a Ana Paula y a contarle toda la verdad que le has ocultado durante estos dos años.—¿ Pero cómo te atreves a tener el descaro de venir a buscar a mi esposa después de toda la canallada qué has hecho? Se necesita ser bien cínico para aparecerte aquí a querer reclamar algo que no te corresponde.Yo estaba en medio de los dos, mirando a uno y al otro sin saber en quién creer o en quién confiar, todo mi mundo se terminó de desmoronar por completo.Por un lado estaba viviendo con un hombre que decía ser mi esposo y con el que tenía dos años de convivencia, sin fotos, sin recuerdos y sin evidencias de que realmente estaba casada con él.Por otro lado, aparecía este hombre en mi vida que decía ser el padre de una h
Abril ya se encontraba en Nueva York, iba dispuesta a todo con tal de salirse con la suya y no permitir que Luis José y yo pudiéramos estar juntos. Había salido del aeropuerto pero antes de ir al hotel donde se hospedaba Luis José, decidió llamar antes, estaba tomando sus precauciones para saber sí por fin el había podido dar con mi paradero. —Hola Lola, ¿Luis José está contigo? —No señora Abril, tiene dos días que no sale del hospital excepto para venir a ver a la pequeña Ana Beatriz. Lo que sucede es que ya encontró a la señora Ana Paula.—¿Qué dices? ¿Y qué tiene que ver Ana Paula con el hospital? No me digas que la muy tonta volvió a enfermarse para seguir dando lástima . —¡Ay la verdad no sé cómo están las cosas señora! El señor Luis José no me cuenta mucho, solo me dijo que la señora Ana Paula está hospitalizada pero la verdad no sé por qué. —Muy bien, entonces me voy directo del aeropuerto al hospital, voy a buscar a mi marido, no voy a permitir que esa mosca muerta