Ya me habían trasladado a la habitación con mi pequeña hija, a pesar del malestar físico producto de la cesárea, sentía una gran emoción, a tal punto que por un instante había olvidado por completo que Guillermo en cualquier momento iba a llegar a conocer a la pequeña. Mientras me acomodaba en la habitación y amamantaba a mi pequeña princesa, Luis José se encontraba junto a mi, estaba que no se lo podía creer que ahora éramos padres, fue un momento realmente hermoso, solo estábamos los tres como una verdadera familia feliz. — Ana Paula, cariño, quiero darte las gracias por haberme dado la dicha de ser padre, gracias por esta hija tan hermosa y sana que tenemos y que te juro que voy a ser hasta lo imposible porque crezca en un hogar donde reine el amor y la paz. — Luis José, yo… la verdad es que en el fondo de mi ser, eso es lo que más quiero, pero sabes perfectamente que ahora las cosas han cambiado entre nosotros, yo soy una mujer casada y tú… tú sigues casad
Las palabras de Guillermo resonaron en mi cabeza como un trueno en la noche. Fue como si una lanza afilada me hubiera atravesado el corazón, dividiéndolo en dos. Un frío intenso se apoderó de mi cuerpo, y mis piernas temblaron sin control. Lo miré, con la angustia reflejada en mis ojos:— ¿Qué has dicho? No es gracioso que me digas algo así en este momento. Debería estar celebrando el nacimiento de mi hija.Guillermo bajó la mirada, tratando sus ojos de evitar los míos. Su voz, apenas se sintió como un susurro:— Ana Paula, no quería que te enteraras de esta forma, pero es cierto. Tu madre falleció hace unas horas.— ¡No! Eso no puede ser. Mi madre no puede estar muerta. Dime que es mentira, por favor.— Lo siento, pero es real. Falleció de un paro cardíaco mientras te hacían la cesárea.Un dolor punzante se apoderó de mi pecho. El mundo se volvió negro, y me desmayé, perdiendo el conocimiento.Guillermo gritó pidiendo ayuda. La enfermera y el médico que me había realizado la cesáre
Luis José estaba visiblemente afectado, y la angustia en sus ojos era inminente:— Dígame, doctor, ¿qué pasa con Ana Paula?— Luis José, el estado de Ana Paula es bastante delicado, le ha dado un infarto. Pero posterior a eso su estado empeoró y lamento decirte que ha sufrido un accidente cerebrovascular y se encuentra en estado de coma.— No puede ser, ella no, ¡Dios mío! Ella no.La noticia causó un impacto muy grande en Luis José. En cuestión de segundos, todos los planes que teníamos de criar juntos a nuestra hija se habían desvanecido por completo. Enseguida, lo primero que se le vino a la mente fue la pequeña bebé. Al encontrarme en ese estado de gravedad, alguien tenía que encargarse de Ana Beatriz, el nombre que él escogió para nuestra hija. — ¿Y la bebé? ¿Dónde está mi hija?— Tu hija fue llevada a cuidado neonatal. Sin embargo, si la madre no sale del coma, la bebé será dada de alta y tendrás que hacerte responsable, ya que eres su padre.Luis José se llevaba las manos a la
Dos años después…Estuve en coma durante cinco largos meses. Mi mente parecía haberme llevado a un limbo, tratando de protegerme del dolor tras enterarme de la muerte de mi madre. Pero un día cualquiera, desperté. Me encontraba en una habitación de hospital, específicamente en uno de los hospitales más prestigiosos de Houston. Al abrir los ojos, me enfrenté a un enorme ventanal con una luz intensa. Por un momento, creí que estaba muerta y que esa luz provenía del más allá. Sin embargo, aún estaba viva. Escuché la voz de un hombre que me decía:— Ana Paula, cariño, bienvenida a la vida.Lo miré sin reconocerlo. Me llamaba por el nombre de Ana Paula, pero no sabía si era realmente mi nombre. No recordaba absolutamente nada. ¿Quién era él? ¿Por qué estaba allí? ¿Y por qué me llamaba así?Guillermo parecía asombrado. No podía creer que no lo reconociera. Estaba aturdida, como si hubiera vuelto a nacer, pero esta vez sin los recuerdos del pasado.— Soy yo, cariño. Guillermo, tu esposo.— ¿
Mientras tanto, en la bulliciosa Ciudad de México…La vida de Luis José y Abril había seguido su curso desde que mi hija había nacido. Él permanecía junto a ella por lástima y agradecimiento, ya que Abril se había convertido en la cuidadora de nuestra hija, la pequeña princesa Ana Beatriz, quien ya había cumplido dos añitos. Ana Beatriz era una niña hermosa, con un parecido sorprendente a mí, lo que molestaba profundamente a Abril. Cada vez que veía a la niña, recordaba la infidelidad de Luis José, una herida que nunca había sanado del todo. Sin embargo, su obsesión por él la llevaba a hacer cualquier cosa para mantenerlo a su lado.Abril se encargaba de cuidar a la pequeña, pero solo lo hacía para mantener a Luis José apegado a ella. Él, al verla tan maternal con Ana Beatriz, sentía un agradecimiento que lo obligaba a seguir adelante con su matrimonio. Aunque cumplía con sus deberes íntimos, no dejaba de pensar en mí durante esos momentos. En su mente, era conmigo con quien compart
Abril estaba en shock, incapaz de creer lo que Rubén le estaba revelando. Dos años habían transcurrido desde aquel fatídico día en que nuestra madre había fallecido, y Abril había mantenido su secreto oculto. El asesinato había parecido tan fácil en ese momento, sin sospechas ni indicios que la señalaran como culpable. Solo le bastó entrar a cuidados intensivos y desconectar el equipo de respiración artificial, para que mi madre sufriera un paro cardiaco que le costó la vida. A pesar de que en ese momento el médico había prohibido las visitas a mi madre en vista de su gravedad, Abril había logrado entrar gracias a la ayuda de la enfermera que se encontraba de guardia en ese momento, la cual accedió a dejarla entrar tomando en consideración que ella era la esposa de Luis José y él era médico de la clínica; por lo que no vio ningún inconveniente. Sin embargo, esa mujer no estaba enterada del macabro crimen que Abril estaba haciendo con mi madre. Rubén, con una sonrisa cínica, respondi
Guillermo y yo llegamos al hospital. Como solía hacer, él tomaba mi mano mientras mirábamos a nuestro alrededor. Me llamaba la atención que cada vez que salíamos de casa, él se comportaba de manera extraña. Parecía temer que alguien conocido nos viera o, en el peor de los casos, que yo pudiera escapar de su lado. Sin embargo, al mismo tiempo, intentaba no dejar que esas suposiciones llenaran mi mente de pensamientos negativos. Después de todo, desde que desperté del coma, la primera persona que vi fue él. Desde entonces, su único propósito era cuidarme, llenarme de atenciones y amor. Aunque no había una foto que demostrara que él era realmente mi esposo, como me dijo al despertar, no tenía a nadie más en quien confiar aparte de mi psiquiatra. Mi memoria estaba en blanco, y Guillermo era la única persona en la que podía apoyarme. Caminamos por un largo pasillo hasta llegar al consultorio del psiquiatra. Había dos pacientes antes que yo, esperando desde hacía un buen rato. Me
Guillermo al ver lo que había sucedido con el encuentro inesperado que yo había tenido con esa pequeña niña, en la que cabía la posibilidad de que se tratara de mi verdadera hija, tomó la decisión de que nos marcháramos de la clínica inmediatamente.— Es mejor que regresemos a casa ahora mismo. — ¿Pero qué estás diciendo Guillermo? No podemos regresar a casa porque aún no me ha visto el psiquiatra, además ya falta poco para que toque mi turno de pasar a mi consulta. No podemos irnos así. Es importante que le diga al doctor que tuve un recuerdo sobre el nacimiento de mi hija. — Ana Paula ya te dije que debemos marcharnos, ya vendrás a la consulta del psiquiatra en otro momento, pero créeme que sé lo que te digo y debemos irnos ya. Guillermo no dejó que yo dijera una sola palabra más, era ahora o nunca que debíamos salir de allí de la clínica, o de lo contrario correría el riesgo de que alguien pudiera verme y de esta forma descubrirse toda la verdad.