Fue un momento de mucha tensión e incertidumbre para todos, pero especialmente para Nelson. Después de sus chantajes, no esperaba que finalmente me atreviera a pedirle el divorcio. Estaba cansada de sacrificar todo por los demás mientras yo vivía un verdadero infierno.Nelson, seguro de que podía manipularme debido a la debilidad que sentía por mi familia, arrugó el documento y lo lanzó al piso. Miró a Barradas lleno de coraje e impotencia.— ¿Se puede saber qué significa esto? —preguntó, mientras los demás se quedaron intrigados por la situación.Barradas respondió sin rodeos:— El documento está muy claro, señor Nelson. Mi clienta, la señora Ana Paula, está solicitando la anulación del matrimonio.La noticia tomó a todos por sorpresa, especialmente a Luis José, que no podía creer que yo hubiera tomado una decisión tan radical e inesperada. Mientras tanto, mi hermana perdió la sonrisa de su rostro. El divorcio era una puñalada en la espalda que podría arruinar sus planes, y su mayor
— Dime Barradas, Pedro se llegó a enterar de que Ana Paula, es en realidad tu hija? — No, jamás me llegó a mencionar nada, y creo que de sospechar que Ana Paula no era su hija, no le habría dejado toda su fortuna. Pero lo que sí te puedo asegurar es que sospechaba de que tenías un amante. Y yo, la verdad me sentía como un miserable ocultándole que ese hombre era yo. — ¡Dios mío! ¿Pero por qué no me dijo nada? No puede ser que en todo ese tiempo haya permanecido callado, hasta el punto de no decirme lo de su enfermedad. Me siento como un moustro. Mi hija no me lo va a perdonar jamás. El matrimonio de mis padres había sido arreglado por cada una de sus familias, no estaban del todo enamorados, sin embargo, como tenían la presión de sus padres, no les quedó otra alternativa que aceptar casarse. Mis abuelos paternos, querían un nieto que fuera el heredero de toda su fortuna, pero con el pasar del tiempo mi madre no quedaba embarazada, luego llegó a sus vi
Y Mientras que yo, en todo este tiempo me había conectado con la belleza de Cancún. Las playas de arena blanca y el agua turquesa me envolvían en una calma que no había experimentado antes. A veces, caminaba sola por la orilla, sintiendo la brisa marina acariciar mi rostro y pensando en todo lo que había dejado atrás.A pesar de la distancia, seguía escribiendo. Mis pensamientos y emociones fluían en palabras, y cada día me sentía más cerca de comprender mi propia historia. El bebé crecía dentro de mí, y con él, también crecía mi determinación de enfrentar la verdad.Barradas seguía siendo mi confidente. A través de sus mensajes, me mantenía al tanto de los acontecimientos en México. Mi madre, luchando con su dolor y remordimientos, Abril aprovechándose de mi generosidad sin saber que yo era la otra mujer, Luis José atrapado en un matrimonio infeliz y Nelson, despojado de todo lo que tenía.A veces, me preguntaba si había hecho lo correcto al huir. ¿Era justo que yo estuviera aquí, pr
Guillermo se despertó sobresaltado por la llamada. Al colgar, me miró con preocupación y preguntó:— ¿Qué pasa, cariño? ¿Por qué Barradas te llamó a esta hora?— Se trata de mi madre. Las cosas no están bien con ella, y debo regresar a México con urgencia.— ¿Regresar a tu casa? —Guillermo palideció—. Sabes lo que eso significa para ti, enfrentarte a ese pasado del que querías huir.— Sí, debo regresar. Mi madre está internada en la clínica por una sobredosis de alcohol.— Lo siento mucho. No sabía que tu madre tuviera problemas con la bebida.— Yo tampoco lo sabía. Ahora me entero. Siento que parte de esto es consecuencia de mi embarazo y de su remordimiento por haber engañado a papá con un amante.— ¿Ya sabías de la relación entre Barradas y tu madre?Sus palabras me sacudieron. Sentí que mi corazón daba vueltas en una montaña rusa, mientras la pequeña Frida brincaba dentro de mí. Quería creer que había entendido mal, así que le pregunté ansiosa:— ¿A qué relación te refieres?Guill
Yo comencé a sentirme mareada; de pronto, todo comenzó a dar vueltas. Sentía que estaba a punto de desmayarme, y Luis José fue el primero en notarlo. Enseguida se acercó a mí, tratando de sostenerme.— ¿Qué tienes, Ana Paula? ¿Te sientes mal? —preguntó.— ¡No la toques! —exclamó Guillermo—. Es mi esposa, y yo puedo encargarme de ella.— Pero yo soy médico y puedo atenderla, cosa que dudo puedas hacer tú —respondió Luis José.Guillermo lo miró furioso. Se sentía impotente porque no podía alejarme de Luis José en ese momento. Mientras tanto, Abril no esperó mucho tiempo para inyectar su veneno:— Deja que sea su marido quien la atienda y vámonos de aquí.— No me pienso mover de aquí hasta que esté seguro de que Ana Paula y mi hijo se encuentren bien —afirmó Luis José.De pronto, todo se volvió negro, y caí desmayada en los brazos de Luis José. Él exclamó angustiado:— ¡Hay que llevarla a la sala de emergencias! ¡Pronto, traigan una silla de ruedas!Una enfermera llegó rápidamente con la
"Barradas regresó a la sala de espera donde se encontraban Abril y Guillermo. Su expresión denotaba preocupación por el estado de salud de mi madre.Guillermo se acercó rápidamente y le preguntó:— ¿Cómo está la señora Amanda?— No está bien. Están tratando de desintoxicarla. Según los estudios que le hicieron, descubrieron que además del licor que ingirió, también consumió otra sustancia que empeoró su situación. Además, el médico dice que parece no querer vivir, lo que no favorece su recuperación. Lamentablemente, ha caído en coma.— Lamento mucho esto, Barradas. Sé cuánto la amas.Al escuchar a Guillermo, Abril alzó la mirada y se acercó a él diciendo:— ¿Y usted por qué tiene que amar a mi madre? Le recuerdo que solo era un empleado de mi padre. No se tome atribuciones que no le competen. No sea tan igualado.— Mira, Abril, con todo respeto, no tienes por qué ofenderme de esta forma. Además, hay muchas cosas que desconoces, así que es mejor que no digas algo de lo que puedas arrep
De repente, el llanto de mi hija resonó en la habitación. Para mí, fue como una melodía, la más hermosa que jamás había escuchado. Luis José, con manos temblorosas, cortó el cordón umbilical. El médico sonrió y me entregó a la bebé. —¡Felicitaciones!, exclamó. —Eres la madre de una hermosa niña. Está saludable y preciosa. Bueno, los felicito a ambos. Luis José sostuvo a nuestra hija en sus brazos, tenía sus ojos llenos de emoción. La besó en la frente y la acostó con delicadeza sobre mi pecho. —Mi amor —, susurró, —es nuestra hija, fruto de nuestro amor. Mira qué linda es, se parece a ti. Ana Paula… te amo. Las amo a las dos. A partir de ahora, no me separaré de su lado. En ese instante, una oleada de sentimientos me invadió. Ver a ese pequeño ser, parte de mí y del amor que aún existía entre Luis José y yo, era algo mágico. Me di cuenta de que no lo había olvidado, que seguía enamorada como el primer día, solo había huido durante todo ese tiempo, tratando de escapar de lo que
Ya me habían trasladado a la habitación con mi pequeña hija, a pesar del malestar físico producto de la cesárea, sentía una gran emoción, a tal punto que por un instante había olvidado por completo que Guillermo en cualquier momento iba a llegar a conocer a la pequeña. Mientras me acomodaba en la habitación y amamantaba a mi pequeña princesa, Luis José se encontraba junto a mi, estaba que no se lo podía creer que ahora éramos padres, fue un momento realmente hermoso, solo estábamos los tres como una verdadera familia feliz. — Ana Paula, cariño, quiero darte las gracias por haberme dado la dicha de ser padre, gracias por esta hija tan hermosa y sana que tenemos y que te juro que voy a ser hasta lo imposible porque crezca en un hogar donde reine el amor y la paz. — Luis José, yo… la verdad es que en el fondo de mi ser, eso es lo que más quiero, pero sabes perfectamente que ahora las cosas han cambiado entre nosotros, yo soy una mujer casada y tú… tú sigues casad