40. Pistas

Desperté con la sensación de que algo estaba fuera de lugar. A mi lado, Chasse todavía dormía, su rostro se mantenía relajado a pesar de todo lo que estaba sucediendo. Habíamos pasado la noche hablando sobre posibles estrategias para enfrentar la situación, pero la incertidumbre seguía acechando como una sombra.

Me levanté con cuidado para no despertarlo y me dirigí a la terraza. El aire fresco de la mañana me ayudó a aclarar un poco la mente. Miré al horizonte, donde el sol comenzaba a alzarse sobre el océano, y me prometí que no permitiría que esto nos derrotara. Habíamos superado tantas cosas juntos; no íbamos a caer ahora.

Mientras contemplaba las olas, escuché el sonido de la puerta corredera detrás de mí. Chasse salió con una taza de café en la mano, su cabello desordenado y su mirada todavía somnolienta. Aun así, se veía tan perfecto que mi corazón dio un vuelco.

—¿No puedes dormir? —preguntó con voz ronca, acercándose a mí.

—Demasiadas cosas en mi mente —admití, aceptando la t
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