Él dejó escapar un gemido que sonó como una caricia y sus dedos se adentraron en ella, encontrando calidez así ardiente y humedad, centrándose en el botón rosa, en el pico que la hacía enloquecer. Sus dedos recorrieron los labios hinchados de su sexo, moviéndose suavemente a lo largo de ellos. Luego, retiró la mano de entre sus piernas y la tomó en sus brazos como si estuviera a punto de levantarla del sofá, pero en lugar de eso, la sostuvo firmemente y a la vez con suavidad.Luego, movió la cabeza y besó su hombro, la delicada curva de sus montículos turgentes y el nudo duro de su cuello.Ella le rogó con voz ronca que la llevara a la cama. Mordió suavemente su oreja y la lamió, provocándolo—. Llévame…Brake se sacudió y la apartó de él, levantándose del sofá y dándole la espalda. Se sentó en el suelo, apoyando los brazos en las rodillas y la cabeza entre ellas, jadeando.—No puedo —murmuró—. No esta noche, Harper.Ella estaba tan embriagada por el deseo que pensó que había escuchado
Harper entró al trabajo con el alivio de haber sobrevivido a la inundación. Sus compañeros la rodearon con expresiones de preocupación y curiosidad. Le bombardearon con preguntas sobre su encierro en el depósito, su escape milagroso y su estado de ánimo.—Por suerte, pude contactar con un amigo antes de que mi móvil muriera—dijo Harper—. Él vino a rescatarme y… Bueno, el resto es historia.—Fue el señor Black, ¿no?—inquirió uno de ellos con un brillo en los ojos—. El conserje me contó que él fue tu héroe.Zara le lanzó una sonrisa irónica a Harper, que asintió con resignación.—¿El señor Black, nuestro ilustre residente? —inquirió Zara.Sheyla se plantó junto al cubículo de Harper, frunciendo el ceño.—Harper, ¿estás bien? Samantha Reynolds me ha llamado y me ha contado lo que pasó ayer.—Estoy perfectamente —replicó Harper con firmeza—. Lista para trabajar, como siempre.Su jefa soltó una carcajada. Harper creyó notar un deje de desdén en su risa.—Eres una mujer de armas tomar, Harp
Su madre nunca le tuvo preferencia. A diferencia de otras mujeres que mimaban a sus hijas, ella se había enfocado en sus propias metas y había dejado la crianza de Harper en manos de su padre. Él hizo lo que pudo por moldearla y adaptarla, pero nunca logró que una pieza cuadrada encajara en un hueco redondo. Quizás si hubieran compartido más momentos juntas durante su infancia, habrían encontrado algún punto en común, pero eso nunca ocurrió.Harper se rebelaba cada vez más contra los intentos de su padre por convertirla en la hija perfecta. Sus juguetes favoritos —su honda, su pistola de chispas, su set de vaqueros e indios, el casco de obra que le regaló el tío Rocky— desaparecieron o fueron a parar a otras manos. «No necesitas esas cosas —le decía su padre cuando Harper protestaba—. Esas cosas no son para señoritas.»Sus tres tíos paternos la miraban con simpatía, sabiendo que era un caso perdido.Harper sentía que sus tíos disfrutaban en secreto de su situación.Ellos o sus esposas
Harper sonrió con gesto apenado mientras pensaba que su madre nunca desaprovechaba una oportunidad de recordarle el ya-te-lo-dije.—Mira, ya he reconocido que tenías toda la razón con lo de Mark, pero no te metas con mi hija. Tú puedes no quererla, pero es mía. Te guste o no, la vas a tener que respetar porque por ley es tu nieta. Y puedes seguir echándomelo en cara, y yo puedo seguir admitiendo que me equivoqué con lo de Mark, pero no creo que eso nos ayude mucho. Además, lo que sí está claro es que te equivocaste al manejar el asunto.Su madre la miró con un destello de ira.—Actué según mis valores. Lo haría otra vez.Harper no entendía de dónde sacaba su madre esas ideas sobre cómo ser una buena madre. Tal vez creía que imponer su autoridad era lo que su hija necesitaba, algo que ella nunca había tenido. Su orgullo le impedía reconocer sus errores, por pequeños que fueran, y quizás pensaba que eso la hacía una madre ejemplar. Algo así como "viva el matriarcado".A Harper le parecí
Harper volvió a su apartamento después de un almuerzo tenso con su madre y se dejó caer en la cama, agotada. Las palabras que habían intercambiado seguían resonando en su mente, recordándole lo poco que su madre se preocupaba por entenderla o apoyarla. Harper sabía que nunca recibiría de ella el amor incondicional que anhelaba, y eso le dolía. Necesitaba desahogarse con alguien, así que marcó el número de Padme y le contó lo ocurrido.—Sabes una cosa, tienes razón en algo —admitió Harper mientras mordía una zanahoria en la cocina. La siesta le había abierto el apetito—. Estoy obsesionada con mi padre.—No eres la única, querida. Es un problema muy común.Harper soltó una carcajada.La castaña le propuso a Padme ir a tomar algo al bar, pero ella se negó.—Tengo una cita esta noche.—¿Con quién?—Con un tipo increíble —contestó Padme—. Hemos colaborado en algunos proyectos. Y espero que le guste el sexo anal porque estoy queriendo estrenar arnés nuevo. ¿Sabes que ahora vienen con funció
Brake sintió un alivio al escuchar la voz dulce de su esposa perdonándolo por teléfono. Aprovechó la oportunidad para ofrecerse a recoger a Hannah del colegio y así reconquistar su confianza. Colgó rápido y salió disparado de su departamento hacia el ascensor, tratando de recordar la dirección que le había dado ella. ¿Calle 12 ibrahimovic con Elizabeth Mallorca, en la sexta avenida? Ojalá fuera esa, porque no estaba seguro.El ascensor le trajo a la mente imágenes de los momentos pasionales que habían vivido ahí. Tuvo que hacer un esfuerzo para no empalmarse y justo cuando se estaba distrayendo con el himno nacional, su celular volvió a sonar.Sin mirar quién era, lo cogió mientras se montaba en su camioneta Hilux.—Brake Black.—Hermanito…—¡Mariposa!—Black se alegró de oír a su hermana—. ¿A qué debo el honor de tu llamada?—A ti mismo, bobo.—¿Cómo?—Brake tomó la carretera principal—. ¿De qué hablas?—La última vez que hablaste con Edu le dijiste que habías ido a Dinamarca, ¿Te acue
Black entró en el departamento con los niños y frunció el ceño al ver que no había nadie. ¿Dónde se habría metido Harper?—Bien, chicos, acomódense en el sofá—les dijo—. Voy a traerles unos trocitos de sandía que les van a encantar. No se muevan de aquí.Mientras cortaba la sandía en la cocina, Black oía a los niños murmurar entre ellos sin cesar. Una sonrisa se dibujó en su cara.¿Qué secretos se estarán contando?—Aquí tienen—puso el plato sobre la mesa y se acercó a Hannah—. Voy a buscar a tu mamá, ¿vale? Seguro que solo fue a buscar algo a su apartamento. La voy a traer para que nos arreglemos y salgamos a cenar.—¿Vamos a cenar fuera?—la niña lo miró con sorpresa, y Brake se extrañó. ¿Qué le causaba esa reacción?—Sí, ¿qué pasa? ¿No te gusta la idea?La niña negó con la cabeza.—Yo… yo nunca he ido a cenar a un restaurante.—Ah, ¿y solo vas a comer a restaurantes? ¿No cenas en restaurantes?La niña volvió a negar.—Nunca he ido a ningún restaurante.Brake se quedó atónito. ¿Cómo e
—No me vengas con tus planes de futuro, Mark. Ya no me interesan. Ni tú tampoco. —Harper sintió un nudo en la garganta y se alejó de él, buscando el teléfono con la mirada—. Te lo advierto, si no te vas ahora mismo, llamaré a seguridad y te echarán a patadas.—Vaya, qué escena más teatral. ¿No te cansas de hacer el papel de víctima? —Mark se burló, rodando los ojos—. Solo he venido a hacerte un favor, Harper. Podrías ser un poco más agradecida. Si me dejaras explicarte el motivo de mi visita...—No quiero oír nada de lo que tengas que decirme. —Le interrumpió ella, con voz firme.Él suspiró, como si estuviera harto de sus caprichos y sus reproches.—Mira, tengo algunas cosas tuyas que quiero devolverte. No quiero tener nada que me recuerde a ti.—¿Qué cosas? —preguntó ella, con curiosidad.—Un abrigo que te dejaste en mi coche, un bolso que olvidaste en mi apartamento... y esos pendientes tan feos que te regaló Wendy. ¡Así que él tenía sus pendientes! Los había buscado por todas part