Elena yacía en la cama, con el cuerpo cubierto por una fina manta que apenas le daba calor. No comía bien desde hacía días, y aunque la sirvienta le llevaba la comida tres veces al día, ella rechazaba cada plato sin siquiera mirarlo. Al principio fue una muestra de resistencia, un acto de rebeldía contra Giovanni, quien la había sumido en un mundo de soledad y control. Pero ahora, esa aparente rebelión estaba comenzando a afectarla de una forma que nunca previó. El hambre y la debilidad se estaban apoderando de ella, su energía se desvanecía y, lo peor de todo, empezaba a temer por la vida de su bebé.Las sombras comenzaban a oscurecer la habitación, y Elena apenas tuvo fuerzas para moverse cuando la sirvienta mayor entró, esta vez con una bandeja de sopa caliente. Era un caldo suave, especialmente preparado para alguien que apenas podía masticar. Pero Elena solo negó con la cabeza, apartando la vista de la bandeja.—Señora, al menos tomé un sorbo —insistió la sirvienta en voz baja,
Se encontraba agotada, débil y con un sueño abrumador; aun así, estaba considerando seriamente las palabras de Marco.¿Aceptará?—No tengo fuerzas para mantenerme de pié, mis piernas están débiles—le dijo, aunque eso podría sonar cómo una excusa, era muy cierto.—Eso ya lo tengo resuelto.Marco se dio la vuelta y volvió a abrir la puerta de la habitación. Tuvo una breve conversación con el hombre que estaba fuera vigilando y, tras cerrarla nuevamente, se acercó a Elena.A pesar de su cansancio, la sorpresa la invadió.Seguía sin entender por qué Marco hacía algo como eso; estaba arriesgando su vida. Después de todo lo que Elena había presenciado en esa casa y de hasta dónde era capaz de llegar su esposo, una parte de ella temía por el hombre que intentaba ayudarla.—Lo he pensado bien —comenzó. En el fondo, deseaba darle otra respuesta, marcharse y no volver nunca, a menos que Giovanni cambiara, pero sabía que eso nunca ocurriría—. No pondré más vidas en peligro.Marco la observó, con
—¡¿Por qué nadie me avisó nada?! —rugió Giovanni al otro lado de la línea.Había llamado a casa para saber cómo iban las cosas. El personal ni siquiera se había molestado en informarle sobre el estado de su esposa.Desde que Elena dejó de alimentarse bien, él no había recibido ninguna noticia. Estaba fuera de la ciudad nuevamente y aprovechaba cada momento libre para preguntar, principalmente por ella.No le agradaba haberla dejado de esa forma. Sabía que Elena aún estaría asustada por lo que había presenciado en el cobertizo. Aunque no era la primera vez que veía un cuerpo herido o sin vida, esas escenas seguían traumatizándola, especialmente porque su propio esposo era responsable de esos actos brutales.—Señor... yo desconocía que la señora no estaba comiendo adecuadamente —respondió Bellini. Aunque había un ligero temblor en su voz, mantuvo una postura firme y el tono sereno.—¡Te la dejé a cargo! —continuó gritando—. ¡Tenías que haber supervisado cada detalle! ¡Son todos unos ine
—¿Dónde estamos? —preguntó Elena al ver la fachada de una cabaña grande y antigua al final del camino.No había nada más en ese lugar. Estaban a kilómetros de la civilización, rodeados solo de árboles altos y hierbas; probablemente también hubiera animales peligrosos, por lo que salir de allí sin un auto no era una opción segura.—Es donde te quedarás por ahora —respondió Marco.Ambos se mantuvieron en silencio durante el trayecto. Elena no hizo muchas preguntas; su mente seguía enfocada en Giovanni. Se preguntaba si él ya se habría enterado de su desaparición o si tal vez aún no se había preocupado por su paradero.Elena creía que su esposo la había olvidado, que por eso no había tenido contacto con él esos días que estuvo ausente. Duró varios días lejos de casa sin recibir una sola llamada suya.«Nunca le importé, y es posible que tampoco te quiera a ti», pensó, acariciándose el vientre.Volvió a observar la vista frente a ella. La cabaña de madera era alta, pero le daba un aire de
Giovanni miraba su reflejo en la ventana del auto, sus ojos oscurecidos por una mezcla de furia y frustración. No le sorprendía que Elena estuviera embarazada; en el fondo, lo había anticipado. Después de todo, nunca había tomado precauciones cuando estaba con ella, en parte por su arrogancia, y en parte porque la idea de dejar su huella en ella le resultaba posesiva.Sin embargo, que ella estuviera embarazada en este momento, y además lejos de él, lo desquiciaba. Un impulso posesivo se encendió en su pecho, un deseo incontrolable de que ella estuviera donde él pudiera vigilarla, donde nadie pudiera interferir en lo que ahora consideraba suyo.Llamó a su chofer y le indicó, con tono seco, que lo llevara directamente a la mansión de Vittorio, su socio y, según él, el único que podría darle una pista sobre el paradero de Marco, su sobrino y el supuesto captor de Elena. Giovanni no necesitaba anunciarse para aparecer en la casa de Vittorio; sin embargo, algo en su mirada indicaba que e
No entendía nada; Marco no se había molestado en explicarle los detalles de su plan. Minutos después de mostrarle una parte de la cabaña, la condujo a la habitación que sería su alcoba, donde le dijo que pasaría la mayor parte del tiempo.Elena seguía agotada físicamente, pero lo que más la desgastaba era que todos terminaran por encerrarla. Y aunque sabía que era por una buena razón, ya que el hombre estaba tratando de ayudarla, no dejaba de sentir una sensación extraña.Era como si algo le advirtiera que algo peor estaba por suceder.En ese momento, alguien llamó a la puerta de la habitación.—Adelante —respondió Elena.Elena se quedó en silencio cuando el hombre de Marco le dejó una charola con un plato de comida sobre la pequeña mesa de la habitación y salió sin mirar atrás.Miró el contenido, los olores no la atraían, y el cansancio en su cuerpo se sumaba al peso de una angustia creciente. No tenía apetito, ni siquiera ganas de probar bocado, a pesar de que sabía que necesitaba a
Esa noche, Marco se sentó en la penumbra de su despacho, con una mirada fría y calculadora, mientras marcaba el número de Giovanni. Sabía que ese momento llegaría, y no podía ocultar la satisfacción que sentía al poder amenazar a su propio rival.Giovanni respondió al primer timbrazo, como si hubiera estado esperando esa llamada desde el mismo momento en que dejó la mansión de Vittorio.—¡Devuélveme a mi esposa ahora mismo, cabrón! —escupió Giovanni con un tono cargado de rabia y frustración.Marco, sin inmutarse, sonrió y respondió con una calma exasperante:—Tranquilo, Romagnoli. No esperaba que me recibieras con tanta agresividad, creí que ella no te importaba tanto. ¿Es que acaso no sabes saludar? —La indiferencia en su voz solo sirvió para encender aún más la furia en Giovanni, que sentía cada palabra de Marco como un insulto personal.El corazón de Giovanni latía con fuerza descontrolada, apretando el teléfono con una mano hasta que sus nudillos se volvieron blancos.—¡No juegue
Al día siguiente, Marco se dispuso a ejecutar la jugada final que hará que Giovanni caiga. Dio instrucciones precisas para que su hombre fuera a buscar a Elena y la llevara hasta el salón principal. Quería asegurarse de que escuchara cada palabra que su esposo estaba a punto de decir. A la hora exacta, con el teléfono en la mano y una sonrisa en el rostro.Un leve golpeteo en la puerta le anunció la llegada de su hombre de confianza, el cual traía a Elena. Ella entró al salón con pasos vacilantes y su expresión denotaba confusión.La noche anterior, los pensamientos y las dudas la habían mantenido en vela. Aunque estaba a kilomentros de distancia de Giovanni, la inquietud de estar lejos de su esposo y de todo lo que habían compartido le dolía más de lo que habría querido admitir. Marco percibió su incertidumbre al instante y, sin perder tiempo, decidió llevar adelante su estrategia.Cuando Elena entró en la habitación, sus pasos dudosos reflejaban la tensión que la situación le gener