Cuando llegaron a la mansión, el silencio entre ellos ya no pesaba como en otras ocasiones. Esta vez, la atmósfera era diferente. Elena se sentía más ligera, con la cabeza en alto, como si algo dentro de ella se hubiera liberado.Giovanni caminaba a su lado, satisfecho y más intrigado que nunca. Había presenciado algo inesperado esa noche: su esposa, la Elena que siempre había sido reservada y prudente, había humillado a su madrastra y a su hermanastra con una frialdad y precisión que él nunca hubiera imaginado.Eso alimentaba su ego y su sed de venganza. Después de todo, odiaba a los Montalvo. Ver a Elena, una Montalvo de sangre, aplastando a esa familia que tanto despreciaba, lo hacía sentir como si tuviera una aliada a su lado.Pero Giovanni no era un hombre que se dejara llevar por las emociones fácilmente. Aunque una parte de él se sentía orgulloso de su esposa, la otra parte mantenía la guardia en alto. Nunca confiaba completamente en nadie.Había oído buena parte de las convers
Giovanni no dejó de mirarla mientras la acercaba más a él, pegando sus cuerpos. Sus labios descendieron lentamente hacia su cuello, dejando un rastro de besos que la hicieron cerrar los ojos, entregándose a las sensaciones que él provocaba.Cada roce de su boca en su piel era una promesa, una advertencia, y Elena lo sabía. Él no la trataría con delicadeza, así cómo no lo hizo la primera vez. Y no era eso lo que ella buscaba tampoco. Necesitaba perderse en él, olvidar todo lo demás. Así que ya sabía lo que le esperaba.Sus labios viajaron desde su cuello hasta su clavícula, saboreando su piel mientras la empujaba contra la puerta. El sonido de la madera temblando bajo su peso le dio una sensación de urgencia que se reflejaba en la rapidez de sus manos, que comenzaban a explorar cada rincón de su cuerpo. Deslizó sus dedos bajo el fino tejido su vestido, descubriendo el calor de su piel. Giovanni levantó la prenda con un movimiento rápido, dejándola caer al suelo sin que ella opusiera re
A la mañana siguiente, todo se sintió como un sueño, o al menos eso pensó Elena mientras abría los ojos lentamente. El suave rayo de luz que se filtraba por las cortinas acariciaba su rostro, pero no fue el brillo del amanecer lo que la despertó. Fue la sensación de un cuerpo cálido a su lado, algo que no esperaba. Giovanni, su esposo, estaba dormido junto a ella.Elena se quedó quieta, temerosa de mover un solo músculo. ¿Es esto real? Apenas podía creerlo. Desde que se casaron hace unos meses, él siempre había sido frío y distante después de cada momento apasionado que habían tenido, y la primera vez que estuvieron juntos, él no se había quedado a su lado, cómo ahora.Giró lentamente la cabeza, observando su perfil mientras él respiraba de manera constante, con los párpados cerrados y el cuerpo relajado. ¿Por qué se quedó esta vez? Giovanni no era el tipo de hombre que se entregaba a la intimidad fuera de la cama. Su naturaleza era salvaje, indomable, y aunque el deseo entre ellos er
Los días continuaban transcurriendo, y Giovanni seguía ausente, ocupado en su viaje de negocios. Elena había intentado mantener su mente ocupada con las tareas del hogar, aunque la sensación de vacío que dejaba su esposo parecía colarse en cada rincón de la casa; odiaba sentirse así. Subía por el vestíbulo hacia las escaleras cuando el sonido del timbre interrumpió sus pensamientos. Extrañada, se detuvo en medio del pasillo, esperando que alguien más atendiera, pero nadie parecía acudir.Suspiró y se dirigió hacia la puerta. Al abrirla, se encontró con el portero, quien, con una expresión formal y cortes, le entregó un sobre grande.—Un hombre vino a dejar esto para el señor Romagnoli —dijo, inclinando la cabeza en una muestra de respeto antes de marcharse sin más.Elena frunció el ceño mientras miraba el sobre. Sentía una ligera inquietud, pero enseguida descartó cualquier pensamiento paranoico. Giovanni tenía muchos asuntos importantes que atender. Podría tratarse de algo relaciona
Elena no podía apartar de su mente la imagen de su madre en esa fotografía. Era un misterio que le atormentaba, una revelación que no podía ignorar, pero tampoco sabía cómo enfrentarlo. Su madre, que siempre había sido un enigma en su vida, ahora se presentaba en una parte de la vida de su marido. Cada vez que se imaginaba esa fotografía, sentía que estaba más cerca de una verdad que podría destruirla, pero no podía dejar de indagar.Cada vez que pensaba en pedirle explicaciones a Giovanni, algo en su interior la detenía. Sabía que él descubriría que había estado hurgando en sus cosas, y la furia que eso desataría en él sería algo que no quería afrontar. Había visto cómo su temperamento frío se convertía en una tormenta peligrosa ante la traición, y temía que, al sacar ese tema a la luz, se cruzaría una línea de la que no habría retorno.El peligro latente que emanaba de su esposo siempre la había inquietado, pero había algo más. Aunque era despiadado y peligroso, algo en el fondo de
Justo cuando Elena creía que todo estaba perdido, sintió un cambio en el aire. El peso del hombre sobre su cuerpo desapareció abruptamente, como si hubiera sido arrancado de ella. Sin atreverse a abrir los ojos, su cuerpo permaneció tenso, inmóvil, pero su respiración agitada la traicionaba. Cuando sus ojos finalmente se atrevieron a abrirse, la imagen frente a ella la congeló: Giovanni estaba sobre el atacante, golpeándolo con una furia salvaje, cada puñetazo cayendo con precisión brutal.Intentó moverse, pero el miedo la mantenía anclada en su lugar. Sentía el frío de las sábanas que sostenía para cubrirse el cuerpo. Su camisón de tirantes estaba rota, el escote rasgado, dejando expuesta una parte de sus pechos. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras intentaba jalar la tela sedosa para cubrirse mejor. Cada fibra de su ser temblaba y el sollozo que escapaba de sus labios apenas era audible, ahogado por el terror.Giovanni no se detuvo. Cada golpe resonaba en la habitación,
Elena estaba sentada al borde de la cama, el silencio de la habitación pesando sobre ella como una losa. Sus ojos, enrojecidos por la falta de sueño, vagaban por el techo, intentando aferrarse a un pensamiento, a algo que le diera consuelo. Pero no había descanso para ella, no después de lo sucedido la noche anterior.Había sido una pesadilla, pero no una que pudiera escapar al despertar. No había escapatoria del miedo que la consumía desde que aquel hombre irrumpió en su habitación, sombras moviéndose en la oscuridad, su respiración pesada mientras se acercaba a ella. Lo había sentido, su aliento caliente en la nuca, el peso de su cuerpo intentando dominarla. Y cuando pensó que todo estaba perdido, Giovanni apareció. Sin palabras, sin emociones visibles, había matado a aquel hombre. Disparos secos, rápidos, y todo terminó en sangre sobre la alfombra de su habitación.Ahora, ese recuerdo la atormentaba, no solo por el horror del ataque, sino por lo que revelaba sobre el hombre que er
Esa noche, en la oscuridad de su habitación, mientras la casa dormía, Elena ya había decidido. No podía quedarse más tiempo. Tenía que irse. Si seguía en esa mansión, terminaría mal o tal vez muerta. Era ahora o nunca.Se levantó de la cama, el corazón latiendo con fuerza. Sabía que la mansión estaba vigilada. Giovanni no la dejaba sin protección, y no sería fácil moverse sin ser vista. Pero también ya conocía el lugar casi a la perfección. El tiempo que llevaba ahí viviendo aprendió a memorizarse cada rincón, cada espacio de esa enorme casa. Había visto dónde estaban las cámaras, dónde solían estar los guardias y cómo podía moverse sin llamar la atención. Con suerte, y con suficiente sigilo, podría llegar a la puerta trasera sin ser descubierta.El primer obstáculo lo encontró en el pasillo principal. Desde las sombras, pudo ver a un par de guardias conversando en voz baja. Sus cuerpos enormes bloqueaban el camino hacia la escalera que debía bajar. El sudor frío recorrió su espalda