Despertar encerrada se hacía algo vagamente frecuente y eso, me hizo volver a plantearme que demonios hacía con mi vida. Si era sincera, no tenía el control ni mucho menos, estaba caminando sobre una cuerda floja, sin saber en que momento mis decisiones no tendrían vuelta atrás.El arma estaba tan cerca de mi rostro, ella me apuntaba y el sudor helado comenzó a humedecer mi frente. Comenzó a colocarme las esposas y a amarrar mis pies, sin que yo pudiera hacer algo para detenerla.—¿Parece que estás arrepentida? Pobre mujer, has creído que podrías adaptarte. —la voz de la mujer era suave, disfrutaba el tenerme en la incertidumbre.Miré hacia los costados intentando buscar a Francisco, tenía que mirarlo a los ojos luego de que hubiera llevado a cabo semejante traición. Ella soltó una risita sutil y cínica, tenía esos modos.—No busques a Francisco. No tiene caso, el irá a buscar otro sitio para vivir muy lejos de aquí. En algún lugar alejado de la gran ciudad. Se ha ganado su jubilación
(Thomas)—Ella estará bien. —dijo Luna, al tiempo en que se sentaba en esa lujosa silla.Era un restaurante de lo más refinado, la había invitado para que festejáramos mis logros. Aunque, como de costumbre, ella tenía esa mirada insegura y celosa de siempre, a pesar de que este era uno de sus sitios y salidas favoritas.—¿A qué te refieres? —pregunté con desconcierto. Bebí un sorbo de mi copa para aclarar mi garganta.Ella puso los ojos en blanco, esta por empezar su correspondiente drama. Mi pobre Luna, siempre tenía esos demonios en la cabeza que no lograba controlar. En lugar de regañarla por poner esa expresión, me apresuré en abrazarla, sabía que ahora necesitaba eso en lugar de un sermón. Era la esposa que yo elegí, ser un hombre correcto era hacerse cargo de las cosas y no juzgarla. Su delicado rostro se hallaba afligido y eso me rompía el corazón. Acaricié su mejilla y luego, besé sus labios para que comprendiera que no tenía nada que temer.—Es que… —empezó a decir. —Si Carl
Koddel)Carl estaba mirándome fijamente, al igual que los demás en la habitación. Por supuesto que las ganas que tenía de matar a mi hermano estaban disminuyendo. Tom estaba frío, parecía nervioso, aunque intentaba apaciguarlo para que no se notara a simple vista. Pero no podía acusarlo, todo lo que decía Carl era cierto.Tenía todo el sentido del mundo que fuera ella.Sin decir más me retiré a buscar el numero de Carla para confrontarla al fin. Yo iba a salir solo si era necesario a buscar a mi futura esposa. Nada me importaba en el mundo más que ella, si Carla la tenía en su poder la estaría torturando. No me lo perdonaría jamás si no llegaba a tiempo para salvarla. Mi Clara, la mujer que amaba, ya no tenía ojos para ninguna otra que no fuera ella.Desde que la conocí mi vida cambió enteramente, yo la necesitaba para que mi corazón siguiera latiendo.Cuando pasé por el cuarto nuevo que le había obsequiado, vi como las rosas adornaban el lugar, era otro de los regalos. Esto me provoc
(Jimmy)Me sentía mareado, había algo en el ambiente que me confundía, los ojos me pesaban. Debía ser por causa de mi abstinencia, al menos eso quería creer. Tomé los medicamentos y estuve a punto de tomarlos, si no fuera porque Koddel comenzó a gritar y eso me hizo tirarlas al suelo. En ese momento, al divisar los medicamentos desparramados por el piso, tuve el instinto de patearlos para ocultarlos tras la mesa ratona.La cabeza comenzó a dolerme mucho. Mi padre me estaba llamando desde la otra sala pequeña, seguramente mi hijo estaba causando problemas.Caminé hacía allí, escuchando solo la última parte de la conversación agresiva de mis hermanos. Ellos estaban peleando de nuevo, como era desde que yo era un niño. Todas mis memorias se remontan a Tom y Koddel en sus enfrentamientos. Mi madre lo había preferido siempre a él, Koddel se había ganado su confianza y ella lo mantenía como su mano derecha. Desde que era un niño contemplé su lucha de poder.Yo no era así, a mi eso no me imp
(Clara)El tiempo parecía agonizar entre mis heridas y el dolor que me provocaban. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que me desmayé por mi baja presión. La debilidad que poseía mi cuerpo era rotunda. Lo primero que vi al despertar fue nuevamente el rostro de Carla. Ella traía un vaso de café y una tostada en la mano.Se sentó cerca de mí, sabía que con las esposas puestas no podría intentar prácticamente nada para escapar y mucho menos con el sufrimiento que traía encima. El aroma del café recién hecho inundó mis fosas nasales y me hizo rugir el estómago con furia. Temí que fuera a derramar la bebida hirviendo sobre mí, pero, al contrario, ella solo quiso beberlo.—Me gusta charlar de mujer a mujer. ¿Sabes? —preguntó ella.Estaba impecable, a pesar de estar en este cuarto torturándome se veía como una estrella de cine. Llevaba unas gafas de sol oscuras y modernas. Tomó un trago de café antes de seguir.—¿Tu crees que los hombres siguen un patrón? —quiso saber, con un tono irónic
(Koddel)La piel desgarrada en mi cuerpo ardía, esa mala pata de haber quedado prendido de ese hierro salido en ese edificio. Seguí avanzando a pesar de que ese escombro me golpeó muy fuerte. Era un completo desastre y apenas si tenía conciencia por ese dolor intenso. Zim rengueaba a causa de las magulladuras. Los disparos sonoros venían de afuera, cuanto habría que vivir para seguir adelante con esto. El edificio se caía a pedazos y si teníamos la suerte de salir de este sitio lleno de explosiones, nos cocerían a balas allí afuera.Tuve un refilón de lucidez cuando llegamos a una de las ventanas que conducía a otro balcón del edificio. Salté sin decir más ni pensarlo y Zim me siguió. El aterrizaje también fue bastante doloroso, ninguno los dos tenía una resistencia sobrehumana. Se podía ver, desde ese balcón, que los hombres que disparaban se hallaban situados en la entrada, por lo cual esta parte trasera estaba más desierta. Aprovechamos esa ventana para intentar bajar al suelo, par
(Jimmy)Kimmu preparaba las tostadas con mantequilla y azúcar que le gustaban a mi hijo. No sabía porque, pero no podía dejar de mirarla. Santo cielo, era como si estuviera contemplando a un ángel. Ella sonrió cuando me vio hipnotizado.—¿Qué te sucede? —preguntó divertida.—Eh… Nada, es que sigo pensando en este tonto encierro. —dije, buscando una excusa que sonara convincente.Mi hijo jugaba todavía con los lápices. A veces apretaba tan fuerte los crayones que también rompía las hojas. Me enseñó el dibujo que estaba haciendo y aunque eran puros manchones de color, se podían ver a simple vista unos barrotes.—¡Encerradosss! —gritó, al tiempo en que arrojaba los colores al suelo con rabia.Me esperaba que no lo tomara a bien, el no poseía paciencia y era en extremo difícil de controlar. Empezó a arrojar otras cosas al suelo, las tijeras, las cartulinas de brillos, todo lo que tenía en su taller de arte que a veces odiaba y otras veces amaba. Me apenaba que pudiera controlar tan poco s
(Clara)Sus insultos eran cada vez más fuertes. Quería romperme psicológicamente, estaba torturándome para que me odiara y podía verlo con claridad. Porque ella no toleraba que Koddel me hubiera preferido, que me hubiese escogido a mí.Pasó de insultarme en un sinfín de ideas, a mostrarme las fotografías de las noticias con mi nombre, las que me ridiculizaban, para volver a traer esos recuerdos a mi mente.—La verdad es que tu esposo fue coherente y serio al dejarte a tiempo. Eres una mujer lastre, de las que envejecen rápido y se vuelven locas. —ella tomaba una copa de champaña mientras platicaba conmigo.No dejaba que me durmiera, me arrojaba agua helada cada vez que veía que mis ojos se cerraban.Ni siquiera lograba hacer que se calmara, luego de la visita de su hermano se había vuelto notablemente más violenta y eso me asustaba. Aunque la muerte no era algo que pudiera esperar, porque la escuché decir que quería que Koddel me viera morir. Ella tenía un plan más intrincado que lo q