Al llegar al hospital, las puertas de la ambulancia se abrieron de golpe. Los paramédicos rápidamente hicieron rodar la camilla y llevaron a Oliver hacia la sala de emergencias.—¡Urgente! —gritó uno de ellos al equipo médico que esperaba—. Hombre de 30 años, herida de bala en el costado izquierdo, signos de shock hipovolémico. Presión arterial baja y pulso acelerado.El médico a cargo rápidamente recibió la información y se acercó a atenderlo.—¿Cuál es su nombre? —preguntó mientras revisaba las notas sobre su historial.—Oliver —respondió Adhara, quien se encontraba cerca. Conteniendo a penas las ganas de llorar. —Bien, Oliver. Vamos a hacer todo lo posible por ti. Necesitamos estabilizarte y llevarte al quirófano de inmediato.Las palabras quedaron suspendidas en el aire, porque el hombre al que le estaban hablando no pudo contestar. Sus ojos estaban entreabiertos, pero no parecía enfocar absolutamente nada.Se lo llevaron entonces y Adhara se quedó en la sala de espera, con las m
Cuando Adhara llegó a la habitación en la que Oliver se encontraba, no pudo hacer otra cosa que correr a su lado. —¡Oliver! —una sonrisa gigantesca se mostraba en su rostro, mientras lo abrazaba. Al hombre pareció tomarlo por sorpresa un gesto tan efusivo de su parte. Estaba tan acostumbrado al rechazo, que le resulta irreal la idea de que ahora lo estrechara con tanta fuerza. —No me gustó la idea de perderte —sollozo Adhara en su pecho, soltando todos sus temores. Quería que Oliver supiera que, contra todo pronóstico, se había vuelto importante en su vida y no estaba dispuesta a perderlo. Ya no.—Shhh, tranquila —la consoló él, mientras le acariciaba el cabello—. Ya estoy aquí. No pienso irme a ningún lado. —¡No quiero que te vayas! ¡No quiero! —continuó gimiendo, todas sus emociones finalmente brotando de su interior. Había guardado tantas cosas durante tanto tiempo, que no podía contenerlas un segundo más. Necesitaba decirle a Oliver que se había enamorado de él y que no sabía
Adhara contuvo la respiración por décima vez. Se encontraba en la cocina junto a Oliver, el lugar era pequeño y la luz del sol se filtraba a través de las cortinas. Decir que se había acostumbrado a esta nueva dinámica era mentirse a sí misma. Realmente no se acostumbraba a la presencia de Oliver en su vida, pero no le desagradaba. Era acogedor tener a alguien a su lado para hacer cosas tan mundanas como cocinar. A los pocos minutos preparó la mesa con tostadas doradas, mermelada de fresa, y un par de huevos revueltos, todo acompañado de un humeante café recién hecho. Ocupó su lugar en la mesa y miró al hombre a su lado, quien tampoco parecía quitarle la mirada de encima. Sus ojos eran abrasadores e intensos. —Esto se ve increíble —se mostró complacido ante lo que le ofrecía. Adhara le sonrió. —Espero que te guste. Y así comieron en silencio con aquella agradable tensión invadiéndolos. —¿Cómo estuvo tu día ayer? —trató Oliver de romper el silencio. —Fue un día largo, pero pr
Cuando Oliver abrió los ojos a eso de las ocho de la mañana del día siguiente, se encontró con una habitación vacía y una cama desolada.Miró hacia todos lados tratando de hallar a la hermosa y pequeña figura de Adhara. Sin embargo, no parecía haber rastro de la mujer por ninguna parte.«Raro», pensó.Se suponía que era sábado, así que no tenía sentido el hecho de que se hubiera despertado tan temprano, mucho menos después de tanta actividad de la noche anterior. Había sido su primera vez, por ende era normal que no quisiera levantarse de la cama, no que ocurriera todo lo contrario…«Quizás quiso darse un baño», concluyó con más calma.Se puso de pie, entonces, y se acercó al cubículo, pero ningún sonido emanó del interior. Tocó la puerta un par de veces y al no recibir respuesta, abrió.Pero nada. No había rastro de Adhara.—Adhara —la llamó mientras salía de la habitación con rumbo a la cocina.Una intensa sensación de preocupación invadió su pecho al descubrir que no estaba en nin
Llevaba poco más de tres meses en ese lugar y realmente no entendía su labor en dicho sitio.«¿Qué se suponía que debía hacer?», se preguntó por enésima vez.Lo único que sabía era que no tenía permitido salir ni hacer preguntas.Tenía una habitación personal con una cama grande y acolchada y todos sus caprichos a la palma de la mano si así lo quería.Pero seguía rondando en su mente la misma pregunta…¿Por qué?Anastasia no lo entendía.Ese hombre era un completo misterio que se moría de ganas por resolver.Al menos le aliviaba la idea de saber que no le había tocado prostituirse ni mucho menos.Pero tampoco le otorgaba su libertad y eso era un enorme problema.No tenía ni idea de cómo estaban las cosas en Rusia. Le resultaba inevitable no pensar en todo lo que dejó atrás: su madre, su hermano, e incluso, el insensible de su padre.Aunque su familia la aborrecía, ella no compartía el mismo sentimiento. Su corazón no era tan cruel.Los amaba muy a su pesar…Los ojos de Anastasia se hu
—¿Qué hace esto aquí? —balbuceó Anastasia con el corazón, latiendo frenéticamente en su pecho.El hombre la miró mal un instante antes de posar sus ojos en las revistas que sostenía en la mano.—La pregunta aquí no es esa —su voz era dura como el hierro—. La pregunta es: ¿quién demonios te deje entrar?Anastasia sintió miedo ante su aspereza, pero trató de infundirse coraje a sí misma. Había ido a ese lugar para obtener respuestas y no se iría sin recibirlas.—Necesito saber cuál es mi lugar en esta casa —alzó el mentón desafiante—. Necesito saber para qué me tienes en este lugar, como si fuera una muñeca de porcelana. ¡No soy ningún adorno! ¡No soy de tu propiedad! —explotó al fin, mirándolo con rabia—. Necesito saber de mi familia, necesito recuperar mi vida. Y estoy dispuesta a hacer lo que sea para conseguirlo. Así que dime cuánto le pagaste a mi padre y te devolveré hasta el último centavo. ¡Dímelo! —exigió desesperada.—Lamentablemente para ti, Anastasia. Las cosas en mi mundo n
El mundo de Anastasia se sacudió en cuanto escuchó la tan inesperada propuesta de matrimonio de su captor.En su mente, aquello no tenía ningún sentido.—No —logró decir, a pesar del aturdimiento en que la había sumergido su proposición.—¿Por qué no?El hombre no parecía nada contento con su negativa.—Porque no te conozco, porque un matrimonio es importante y porque…«Me voy a morir», pensó, sin lograr confesárselo.Debería decírselo, ¿no?—Todo eso puede solucionarse —contraatacó—. Dime qué quieres saber de mí y te lo responderé —la presionó.Realmente, Alessandro parecía creer que un matrimonio podía darse bajo esos términos: responder un par de preguntas, dar algo de información sobre sí mismo y todo estaría hecho. Lo que parecía no saber era que se equivocaba bastante con eso. Para Anastasia un matrimonio solamente podía darse bajos los términos del amor, un amor que, sin duda, ya no tenía tiempo de conseguir. Su vida se estaba agotando y las esperanzas de conseguirlo también.—L
El clima parecía haberse puesto de acuerdo para que aquel día fuera radiante y hermoso, concluyó Adhara divisando el sol brillante desde su ventana.La estilista trabajaba con destreza en su cabello, mientras que la maquilladora, aplicaba suavemente los tonos perfectos en su piel.—¡Vas a estar deslumbrante! —exclamó la esteticista, sonriendo mientras aplicaba el iluminador.Adhara no respondió, demasiado sumida en sus pensamientos tormentosos.«¿Por qué estaba allí?», se preguntó, sintiéndose estúpida ante la idea de casarse con un hombre que claramente no amaba.—Tu vestido es hermoso, Adhara. ¡Te va a quedar espectacular! —dijo la estilista, mientras recogía su cabello en un elegante moño.—Sí, realmente se te ve muy bien —agregó su acompañante, aplicando un toque final a su maquillaje—. ¡No puedo esperar a ver la cara del novio cuando te vea!Adhara se obligó a sonreír ante sus halagos, aunque realmente su corazón se hacía añico en su pecho con cada segundo que pasaba.—Gracias. P