180. Fragmentos de Redención

El tintineo de las espadas al enfundarse y el crujir de las armaduras al relajarse llenaron la habitación. El ambiente, que antes estaba repleto de hostilidad, ahora comenzó a suavizarse gradualmente. Aelina, con el pulso acelerado y las palmas sudorosas, dio un paso al frente. Sus ojos, una mezcla de miedo y firmeza, se clavaron en Nikolai.

—Nikolai, en lo profundo de tu ser, sabes que Valdimir no actuó sin motivos —musitó Aelina, en un susurro apenas audible, pero impregnado de emoción—. Y si lo deseara, podría usar mi magia para retroceder el tiempo y dejarte atrapado en ese reino antiguo por toda la eternidad —declaró la pelinegra señalando el espejo.

Luego de decir esa clara amenza, los guardias, indecisos, apretaron los mangos de sus espadas, divididos entre su lealtad al rey recién liberado y el temor al poder mágico de la reina consorte del rey ilegítimo.

Valdimir, observando la escena con ojos penetrantes, intervino. Su voz, aunque tranquila, se escuchó con una autoridad i
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