Narra Jeremiah:Cuando tenía seis años me había organizado la fiesta de cumpleaños más asombrosa que cualquier niño podría desear. Había globos, un castillo inflable, y un payaso que animaba el ambiente. El menú estaba compuesto de exquisiteces como pizzas, helado, algodón de azúcar y todas las demás delicias que los niños aman. Era un día maravilloso. Inicio del verano, la enorme piscina del patio disponible para quienes quisieran darse un chapuzón. Todo era tan genial, que sentía la envidia de todos mis compañeros de clase, porque ninguno había tenido nada semejante. Todo era espléndido y mi abuelo, que siempre me complacía en todos mis gustos, para colmo me había comprado una bicicleta roja con neumáticos blancos. Me sentía ser el niño más genial de toda la cuadra y mis amigos me miraban asombrados, porque yo tenía lo que ellos no. Mi regalo brillaba bajo el sol, la pintura destellante que solo lo nuevo puede tener. Era mágico. Recuerdo que me dolían las mejillas de tanto sonreír.
Narra Adriana: Las náuseas me golpean otra vez, a pesar de haberme tomado todas las medicinas que me indicó el doctor Powers, así que corro al baño para dejar que mi estómago siga sacando lo que no tiene, sin que pueda hacer nada al respecto. La luz está apagada, pero conozco muy bien el camino porque esta fue mi casa durante gran parte de mi vida, y a pesar del poco tiempo que duré fuera, la siento tan mía como siempre.Cuando las arcadas me dan tregua, me dejo caer al piso, y me recuesto, incapaz de regresar hasta la cama y demasiado cansada como para permanecer erguida. No estoy segura de qué hora es, pero sé que es o muy tarde, o muy temprano dado que el sol no ha salido todavía. Asumo que es de madrugada aún, la casa está a oscuras y mi madre no está por ningún lado. Solo cuando me siento con energía suficiente para ponerme de pie, me levanto del piso y regreso a mi cama.Estoy en el apartamento de mi mamá, donde me he refugiado desde la noticia de mi embarazo. Me siento fatal,
Narra Jeremiah: La lluvia de la mañana choca contra las ventanas de mi apartamento, mientras miro hacia el exterior, intentando mitigar mi dolor. Mi estado de ánimo es tan triste como el paisaje, salvo que esta vez no es la incertidumbre de saber el paradero de mi esposa lo que me aflige, sino saber que le he he hecho un mal y que las cosas entre nosotros están muy mal. Si mi abuelo estuviera con vida, él sabría lo que debería hacer, sin embargo, él no está y ni siquiera con mi mejor amigo Andy siento la confianza suficiente como para decirle la burrada que he cometido.A penas son las nueve de la mañana, pero estoy en pie desde las cinco. No he podido dormir casi nada en toda la noche, porque me despertaba a cada hora, buscando en mi cama vacía, la presencia de mi esposa ausente. Es increíble cómo se ha metido bajo mi piel y más increíble aún es saber que, tras días desaparecida, hoy no está aquí por la barbarie que cometí ayer. Solo de recordarlo me avergüenzo por completo.Ante mi
Narra Adriana: Siento que todo mi mundo se vuelve una pesadilla una vez más. No era suficiente la aparición de mi padre después de su frustrado secuestro, ni la noticia del bebé en el momento menos esperado, ni que mi marido me dejara bajo estas condiciones y en la crisis más grande de toda mi vida. Ahora, esta malvada mujer tenía que reaparecer y nada más y nada menos que a vengarse conmigo por algo que no hice yo. Siento el arma fría en nuca y todo mi cuerpo tiembla. Tengo mucho miedo, porque ya he sufrido en carne propia lo que una mente desquiciada es capaz de hacer, ya sea por dinero, por venganza o por mero placer. Si esta mujer ha llegado hasta este punto, sé que podría hacer conmigo lo que quiera en uno de sus arrebatos, y tengo miedo. Por mí y por mi bebé. —Daniela, ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto y la descabellada idea de que ella y Jeremiah se hayan unido me cruza por la mente. Después de todo, fue él quien me dejó el auto. ¿Cómo más podría haber entrado? Sin embarg
Narra Jeremiah: Mi jornada laboral se hace interminable luego de la llamada del banco, no solo por todo el trabajo pendiente que tenía días esperando por mí, sino por las terribles ganas de volver a la casa de Maritza y hablar cara a cara con mi esposa, se me han hecho imposibles de controlar. El dinero no es un problema para mí. Con las acciones que tengo y la producción diaria que recibo de todos los centros comerciales me permite darme muchos, muchos lujos. Por eso, que ella decida retirar cien mil dólares y quiera gastarlos esa misma tarde, no significa nada para mí. Es más, nada me daría más gusto que eso, que tenga la vida que se merece y pueda darse todos los gustos que quizá nunca antes tuvo.Sin embargo, la conozco muy bien y ella nunca ha sido interesada. Sé que, si su madre no hubiera enfermado y no hubiera necesitado el dinero, no se habría atrevido a aceptar mi propuesta. Ella es de las serias. Ahora, quizás por lo del bebé necesite tener algo seguro a su nombre. Descono
Narra Jeremiah: Salgo de la sala de computadoras en una especie de trance del que no logro despertar. Siento como si flotara en las nubes, capaz de digerir la noticia que me ha dado Freddy y en el fondo quisiera que por se tratara de un chiste. Que salieran los camarógrafos de algún lugar y me atraparan en un video riendo, diciéndome que no es más que un juego, una mala broma para ver como reaccionaba, sin embargo, llego hasta mi oficina sin que nada de eso pase y me dejo caer en la silla como un saco de papas.Me giro hacia el ventanal y contemplo la ciudad mientras repaso en mi mente las palabras de mi jefe de sistemas. La empresa ha perdido prácticamente todo su capital. Es más, siendo economista como experimentado, con lo que he aprendido en mis años de trabajo administrativo, otras empresas en situaciones como esta, se han declarado en banca rota. Sin embargo, ese no será mi caso, no voy a dejar caer el trabajo de toda una vida de mi abuelo, no puedo, no luego de haber mentido p
Narra Adriana: Salgo del banco con la bolsa de billetes en la mano y me dirijo hacia mi auto en el estacionamiento subterráneo de la plaza Fin. A pesar de lo que podría parecer, no estoy sola, todo el camino he sido escoltada por la malvada de Daniela, quien no ha dejad de vigilarme ni una vez, y quien, dentro de su abrigo enorme y abultado, tiene el arma apuntando en mi dirección. Ella misma me la mostró antes de entrar a la plaza para asegurarse de que no fuera a cometer ninguna locura.Cuando regresamos a mi vehículo, hago ademán para subirme al volante, pero ella chasquea con la lengua un par de veces en total desaprobación. Se me acerca en silencio, para no hacer una escena y que alguien la vaya a ver y me extiende la mano para que le dé las llaves.—Por favor —le ruego viéndola a los ojos —déjame ir a casa.No me importa ya el orgullo, ni tener que arrastrarme si fuera necesario. Ya estuve secuestrada una vez y no quisiera volver a repetir esa experiencia, ahora mucho menos que
Narra Adriana: Despierto cuando siento que tiran de mi cuerpo con fuerza y siento que me voy a caer. Al abrir los ojos, veo que me están arrastrando hacia el interior de lo que parece ser un furgón enorme de un camión de carga, sin embargo, al estar boca abajo sobre el hombro de Fernando, no me da tiempo a contemplar mucho el escenario. Intento gritar para pedir ayuda o por lo menos para pedir que me suelten, que me dejen caminar, pero estoy amordazada y la sensación es horrible. Tengo las manos atadas, los pies atados, la boca vendada y unas terribles ganas de llorar se apoderan de mí.Escucho la voz de Daniela, pero no logro distinguir lo que dice, porque está algo distancia y habla entre susurros. Solo logro identificar que afuera es de noche y que sea donde sea que estamos, tiene que ver con maquinaria y botes, porque escucho el sonido de los camiones moverse y dando reversa a lo lejos. La impotencia mi abruma cuando mi adorado padre me suelta en el miso de una habitación oscura.