Carlotta cuando bajó vio al guardia de seguridad que la miraba con lástima al mismo tiempo que negaba con la cabeza.
«Pinche viejo, alcahuete, seguro sabía de todas las andanzas del malparido ese y no dijo nada y ahora viene a mirarme a mí con lástima, no sé por qué no va y le tiene lástima a su madre», pensó furiosa.
Salió de allí sin despedirse del guardia, le dolían los brazos, del peso de la maleta y en uno de sus impulsos agarró las valijas y las tiró en el contenedor de basura.
—No me voy a llevar nada que haya usado estando con ese idiota —se dijo con rabia—. Hoy llorarás Carlotta, te vas a volver mierd4, pero mañana recobras tu ánimo y revives como el ave Fénix —se dijo para animarse.
Cuando se deshizo de las maletas, se sacudió las manos como si estuviera limpiándose el polvo, enseguida vio un taxi, le sacó la mano y se subió.
—¿Dónde va, señorita? —preguntó el chofer.
—NPI —respondió y como el hombre no entendió sus palabras y le preguntó.
—¿Qué significa NPI? ¿Es algún nuevo lugar?
—¿Está seguro de que quiere saber? —el hombre asintió— significa que no tengo ni put@ idea.
—¿Qué tiene señorita la dejaron? —interrogó el taxista mirándola con lástima.
—¡Ah, no, usted ya no venga a mirarme también con lástima! Aquí el digno de lástima es él… porque perdió una mujer buena por los cuatro costados.
—¿Cómo es eso por los cuatro lados? —preguntó.
—Tengo una carrera profesional exitosa, con buenos beneficios, siempre tengo tiempo para compartir en pareja, mantengo el contacto social, porque estudio, hago deportes, soy bella y además, soy buena amante, así que soy una maravillosa mujer, quién perdió fue él.
—Mire, si anda despechada eso se quita yéndose a bailar con una amiga —aconsejó el taxista.
Siguió los consejos del hombre, horas después aún seguía en el departamento de una excompañera de la universidad, amiga y colega Katy, tomándose hasta el agua de los floreros mientras lloraba su mala suerte.
No pudo dejar de recordar las veces que le decía que estaba trabajando horas extras y cuando le decía que debía trabajar en otra ciudad.
—¡Fui tan estúpida! Recuerdo ese día que me dijo que estaba en Miami por razones laborales, y que se quedó sin dinero porque la empresa se retrasó en el pago de los viáticos… seguro que andaba quién sabe con quién y yo enviándole dinero para que me montara los cuernos con otra.
—Carlotta, aunque no me gusta hacer alarde de esto, pero te lo dije, el problema es que veías por los ojos de Massimo y ni siquiera era capaz de tener un mal pensamiento en su contra… amiga lo endiosaste.
—Lo sé ¡Fui tan crédula! Dime que hay algo malo en mi, soy linda, buen cuerpo, un buen trabajo, inteligente¿Por qué me puso los cuernos? —sollozó al mismo tiempo que zapateaba.
—Carlotta, tú no eres el problema, el problema es él, que es desleal, abusó de tu amor y confianza, no debes sentirte mal amiga —la consoló Katy al verla tan triste.
—¿Por qué cambió? Cuando empezamos no era así —trató de justificarlo.
—Él siempre ha sido así, ese desgraciado es un sinvergüenza, hasta a mí me decía palabras de doble sentido, para invitarme a la cama.
—¡Puerco infeliz! Ya no importa —dijo limpiándose las lágrimas del rostro. Ya no voy a seguir llorando por ese facineroso, mejor vámonos a una discoteca a bailar y a conocer hombres que estén bien buenos, bastante porquerías de esas hay en el mundo —declaró tomándose otra copa de un solo trago
—Carlotta no creo que estés en condiciones de ir a ningún lado, estás hecha una chica tovuel —pronunció su amiga con la boca enredada.
—¿Qué significa una chica tovuel? —preguntó con curiosidad.
—Toda vuelta mierd4 —respondió su amiga sin dejar de reírse.
—Ese chiste es malo, no me gusta —dijo con la lengua enredada—. No estoy ebria, mira hago el cuatro
Mientras lo decía, trataba de hacer una figura de un cuatro con los pies y como se iba a un lado se carcajeaba.
—Te vas a lastimar borracha impertinente —la recriminó su amiga.
—No lo haré. Mejor vamos a ducharnos y vestirnos para irnos de fiesta.
Tanto insistió Carlotta que su amiga terminó accediendo.
Y dos horas después, bañadas, bien arregladas y un poco más despejadas se fueron a la discoteca El Inframundo, decían que era propiedad de los hermanos más ricos de la ciudad, los Hamilton.
Se sentaron en la barra y continuaron tomando, sin embargo, a medida que más licor consumía, el carácter de Carlotta se volvía pendenciero.
Un par de hombres intentaron tocarle la pierna y la chica fuera de sí, partió la botella y amenazó con cortarlos, allí empezó el desastre, todo desencadenó en un disturbio y los administradores del lugar terminaron llamando a la policía, su amiga la sacudió con fuerza.
—Carlotta debes reaccionar, si nos agarran nos meterán presas y vamos a terminar despedidas de nuestros trabajos, por favor, ¡Contrólate! ¡Acaba de llegar la prensa!
Cuando la chica escuchó que estaba la prensa, un atisbo de racionalidad se abrió paso en su mente.
—¡Ayúdame! Por favor, si esto llega a oídos de mi familia me las veré muy mal, papá se pondrá en modo Hulk —declaró la chica con preocupación.
Del susto se hizo a un lado y terminó vomitando en una papelera, al mismo tiempo que todo le daba vuelta, un rato después, cuando creyó estar mejor y que se había librado de ser detenida, apareció un hombre serio, con cara de perro bulldog y las detuvo.
—¿Denme una buena razón para no enviarlas con la policía? Sobre todo, considerando que ustedes fueron las que iniciaron este disturbio —mencionó el hombre mientras las miraba al rostro sin perder un solo detalle de sus expresiones.
*****
—¡Largo! —exclamó Sandro lanzando el reloj despertador a la mujer que entró por la puerta de su habitación para hacerle fisioterapia.
Esa era la tercera en la semana. Ninguna duraba, ni siquiera lograban entrar.
—¡Hijo por Dios! Debes poner de tu parte, Tienes que recibir terapia, eso te va a facilitar los movimientos… —comenzó a decir su madre, entrando a la habitación unos segundos después.
Sin embargo, el grito del hombre no la dejó continuar.
—¡Déjame en paz, mamá! Ve a ver tus flores o hablar con las viejas cacatúas chismosas de tus amigas, pero déjame la vida de mierd4 que tengo tranquila.
—¡No voy a dejarte solo! No puedo dejarte morir, ¡Eres mi hijo! Te amo, entiéndeme.
—No, entiéndeme tú, no quiero hacer fisioterapia, tampoco quiero comer un carajo, solo deseo morirme. ¿Para qué voy a vivir? Jamás voy a volver a caminar. Soy un medio hombre, nunca volveré a ser feliz, no tengo amigos, mi novia me dejó ¿Para qué quiero esta vida? Debí matarme en ese maldit0 accidente, lo habría preferido a quedar así —declaró con absoluto odio
—Hijo, no hables así, por favor, no estás solo, nos tienes a tu padre, a tu hermano, a mi
—¿Y para qué me sirven? Solamente para joderme la existencia. ¡Salte de mi cuarto mamá! ¡Vete! Hazte de cuenta que me morí —gritó con amargura.
Su mamá intentó abrazarlo y él se enloqueció más del enojo.
—¡No me abraces! ¡Olvídame! ¡Vete!
Gritaba empujándola, no obstante, la mujer se aferraba a él con toda su fuerza.
—No puedo, eres mi hijo, no puedo dejarte morir, te amo, no me pidas eso, es más fácil que me claves un puñal en mi pecho a dejarte morir —sollozó la mujer abrazándolo.
—¡Esto no es vida mamá! —sollozaba desgarrado—. Mi vida era la pista y ya no más ¡Lo perdí todo mamá! ¡No tengo nada! ¡Déjame morir, por favor!
«Puede que pierda su camino, pero nunca debe perder la esperanza, porque la esperanza es el camino a todos los caminos!». Mehmet Murat Ildan.