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Enrique iba detrás de ella, pero escuchó la voz de su padre.—¡Enrique! Vuelve a casa.Enrique tuvo que entrar, encontró a su madre muy cerca de Mónica.Los ojos de su padre irradiaban una rabia feroz.—¿Y ese hijo que esperas es de Enrique? —exclamó Jerónimo mirando a la mujerMónica sonriò, tocó su vientre.—Claro, que es hijo de Enrique, de nadie más —sentenció la mujer.—Exijo una prueba de paternidad —dijo Jerónimo—. O no se reconocerá ese hijo por parte de algún Santalla.Mónica sonriò.—Haremos la prueba de paternidad, este hijo es un Santalla, no tengo ninguna duda de eso —aseveró la mujer.Silvia abrazó a Mónica.—¡Tendremos al heredero, Mónica se quedará a vivir con nosotros! Mientras la boda se realiza.—¿Boda? Pero, ¿de qué m*****a boda hablas, madre?—¡De nuestra boda, Enrique! Si no le darás a nuestro bebé una familia, yo prefiero abortar a este niño.Los ojos de Enrique se abrieron enormes.—¡Esto es un chantaje! —exclamó JerónimoLa mujer caminó dos pasos hacia èl, le m
Mariza se despidió del pequeño Luca, pero el niño lloraba sin control abrazado a su pecho.Jorge lo miraba compasivo, hasta que se acercò y lo cargó el mismo.—Luca, te prometo una cosa, vendremos por ti, pronto, en un par de días.—¿Y mi gatito?Jorge sonriò.—Te prometo que, cuando vayamos a nuestra casa juntos, tendremos un gatito.—¡Sì! —exclamó el pequeño y lo abrazó.—Gracias, papi.Los ojos de Jorge se abrieron grandes, sonriò.Mariza estaba tan sorprendida, sonriò.Jorge dio un beso a la frente del niño. La monja tomó al niño y llevó adentro.Jorge y Mariza salieron, subieron al auto.—Me ha llamado papá, parece que hemos dado un gran salto, ¿no lo crees?Mariza le mirò de reojo, asintió.Jorge condujo, el auto de guardias iba detrás.Apenas se fueron, Augusto salió del auto y mirò el orfanato.—Mi hijo, van a llevarse a mi hijo, no debo admitirlo —se quedó pensativo—. Me gusta la idea de que seas la madre de mi hijo, Mariza, tu hermana era tan débil y necesitada de amor que me
—¡¿Qué dices?! —exclamó Sylvia, sus ojos casi salían de sus cuencas, y de alguna manera, Jorge sintió una gran satisfacción de lo que su esposa dijo.—Como oyes, madrastra, mi esposa espera un bebé, pronto seremos padres.—¡Imposible, iban a divorciarse!—Un hijo todo lo une, deberías estar feliz por mí, tanto que decías querer ser mi madre —dijo Jorge.Jerónimo se acercò a ellos.—¡Estoy tan feliz por ustedes! Y me alegro de que hayas vuelto, Mariza, no quiero que nada te angustie, hija; respecto a la estúpida cláusula que di…—¿Acaso no tienes palabra? —exclamó Sylvia, haciendo que la cara de Jerónimo se volviera roja.—¡Sylvia! Claro que conservaré mi palabra: el primer nieto que nazca será quien herede la empresa y la mayor parte de la fortuna, pero… mientras tanto, Jorge seguirá al frente.—Papá… —Murmuró EnriqueJorge le vio con rabia—Tú no tienes experiencia para ser un CEO, Enrique, debes aprender más.—¡No te metas, Jorge! No eres mejor que yo.—¡No se trata de ser mejor, se
Amaranta quería irse a su habitación, pero sintió que una mano la tomó; era Enrique.Ella se liberó como si èl la quemara.—¡No me toques!—Hablemos, por favor.—¿Hablar? ¿De qué? ¿De cómo ahora tienes a una mujer embarazada? ¿De qué eres infiel? ¿De qué hablaste de amor, pero solo eres un traidor? Dime, ¿de qué hablamos?Enrique la soltó, nunca algo le dolió tanto como la mirada que su niña bonita le dedicaba; negó.—No soy así contigo, Amaranta, no lo entiendes, no amo a ninguna de esas mujeres, pero tú eres diferente, a ti te adoro, jamás te lastimaría.—Dices eso, pero, sé que serías capaz. ¿Sabes por qué? Por la misma razón por la que ahora estás con la Mónica, esa, porque tu ambición, tu competencia contra Jorge está ahí, y es triste ver a un hombre al que amé perdido por su deseo de grandeza.—¿Amé? ¡Aún me amas, Amaranta! Sè que siempre será así.Amaranta luchó para no llorar, odiaba la forma en que ese hombre parecìa tenerla a su merced.Enrique intentó acercarse, quería demos
—¡¿Qué demonios significa esto, Enrique?! —exclamó Silvia.Enrique fue a su alcoba, pero su madre lo persiguió.—¡Explícame! ¿Qué demonios hacías besando a Amaranta?—¡¿De verdad quieres saberlo?! Bueno, pues amo a Amaranta, la adoro, y si pudiera me casaría ahora mismo con ella, y no soporto la idea de verla con otro.Silvia le mirò con estupor, abofeteó su rostro.—¡¿Qué demonios dices?! Ella se crio contigo, casi como una hermana, si tu padre supiera eso, te dejaría sin dinero.—¡¿Y qué me importa?! Amaranta no es nada mío, pero yo la amo, y algún día, será mi esposa. No me importa lo que mi padre quiera, ni tú.—¡Enloqueciste! Pues esa niña va a casarse, y me encargaré que se vaya tan lejos, que nunca vuelvas a verla.Enrique apretó los puños con rabia.—¡No te atrevas, madre o nunca te perdonaré!Silvia salió de ahí. Enrique se sintió destrozado.***Mariza y Jorge llegaron a casa, ella estaba agotada y fue a darse un baño.Jorge cocinó la cena, cuando subió, escuchó el sonido de
Mariza enloqueció, corrió a buscar al niño en cada lugar, le preguntaba a la gente, pero nadie le hacía caso, fue con los guardias, pero antes de llegar a ellos, escuchó una voz.—¡Mamita!Mariza conocía esa voz, se giró y mirò a Luca en los brazos de ese hombre.—¡Luca, mi amor! —exclamó y lo arrebató de esos brazos.—Lo siento, lo encontré deambulando, no sabía que era tu hijo, Mariza.Mariza reconoció al hombre, era Augusto, el hombre de Barza.—¿Qué haces tú aquí?El hombre sonriò.—Pues, me mude, estoy en un trabajo nuevo, es por eso que estoy aquí.Mariza asintió, sorprendida.—¿Y si los invito por un helado?Mariza se puso nerviosa, pero el niño estaba feliz de comer helado.Fueron a una heladería en el mismo centro comercial.—¿Y a qué te dedicas?—Tengo un negocio de inversiones, ahora estoy invirtiendo aquí en Mayrit.El hombre sonriò.—¿Volviste con tu esposo?Mariza mirò al hombre, asintió con lentitud.—Si eres feliz, me alegro por ti.—Soy feliz, hemos adoptado a nuest
—¡¿Ahora tendremos un bastardo en la familia Santalla?! —exclamó Enrique.Amaranta le escuchó hablar, sintió rabia de sus palabras.—Yo también soy una bastarda, Enrique, no sería el primero, pero si quieres ofender a un niño, hazlo a mí —dijo Amaranta.Enrique se quedó mudo ante su ataque.—Amaranta…Enrique sintió las manos de Jorge sobre su cuello.—¡No te metas con mi hijo! —gritó Jorge.Jerónimo intervino.—¡Ya basta! Dejen las peleas, no las toleraré.Ambos se miraron, dejaron de pelear.—Enrique, no vuelvas a decirle a mi hijo bastardo, en todo caso, no sabes si el hijo de Mónica es tuyo, y podrías ser tú quien eduque a un bastardo.Enrique le mirò con odio, Mariza sonriò.—Acuérdate que, si escupes al cielo, te cae en la cara.Amaranta rio, Enrique la mirò frustrado.Más tarde fueron a la fiesta en el jardín trasero de los Santalla. Jorge y Mariza se sentaron en la mesa.—No quieres estar aquí, ¿Verdad?—No importa, estoy aquí.Jorge tomó su mano, cuando esa mujer se acercò.—
Mariza rompió el beso, sintió la mirada tierna de Jorge sobre ella.—¿Qué haces?—Besarte, amarte, eso es lo que quiero.—No vuelvas a hacerlo.—¿Por qué? No dijiste que debíamos fingir.Mariza hundió la mirada.Jerónimo pidió la atención de todos.La gente se levantó y puso atención.—Quiero decirles que mi pequeña Amaranta, que hoy está de cumpleaños, ha sido como mi pequeña hija, mi amada hija.Los ojos de Silvia miraron con rabia y Mónica tenìa los puños apretados de rabia.—Hoy, mi adorada niña se compromete también en matrimonio, pido a mi querido Diego Estévez que venga aquí.Enrique sintió como si pudieran arrancarle las entrañas.Amaranta tenìa ojos nerviosos, no pudo evitar mirar a Enrique, quiso gritar que la salvara de todo esto, pero era tarde.Jerónimo les unió las manos, Amaranta mirò a ese hombre, que solo sonriò, era un completo desconocido, excepto que lo vio varias veces en fiestas y èl solía sonreírle mucho.—Pronto habrá una fiesta de compromiso, les pido un aplaus