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—¡¿Qué demonios significa esto, Enrique?! —exclamó Silvia.Enrique fue a su alcoba, pero su madre lo persiguió.—¡Explícame! ¿Qué demonios hacías besando a Amaranta?—¡¿De verdad quieres saberlo?! Bueno, pues amo a Amaranta, la adoro, y si pudiera me casaría ahora mismo con ella, y no soporto la idea de verla con otro.Silvia le mirò con estupor, abofeteó su rostro.—¡¿Qué demonios dices?! Ella se crio contigo, casi como una hermana, si tu padre supiera eso, te dejaría sin dinero.—¡¿Y qué me importa?! Amaranta no es nada mío, pero yo la amo, y algún día, será mi esposa. No me importa lo que mi padre quiera, ni tú.—¡Enloqueciste! Pues esa niña va a casarse, y me encargaré que se vaya tan lejos, que nunca vuelvas a verla.Enrique apretó los puños con rabia.—¡No te atrevas, madre o nunca te perdonaré!Silvia salió de ahí. Enrique se sintió destrozado.***Mariza y Jorge llegaron a casa, ella estaba agotada y fue a darse un baño.Jorge cocinó la cena, cuando subió, escuchó el sonido de
Mariza enloqueció, corrió a buscar al niño en cada lugar, le preguntaba a la gente, pero nadie le hacía caso, fue con los guardias, pero antes de llegar a ellos, escuchó una voz.—¡Mamita!Mariza conocía esa voz, se giró y mirò a Luca en los brazos de ese hombre.—¡Luca, mi amor! —exclamó y lo arrebató de esos brazos.—Lo siento, lo encontré deambulando, no sabía que era tu hijo, Mariza.Mariza reconoció al hombre, era Augusto, el hombre de Barza.—¿Qué haces tú aquí?El hombre sonriò.—Pues, me mude, estoy en un trabajo nuevo, es por eso que estoy aquí.Mariza asintió, sorprendida.—¿Y si los invito por un helado?Mariza se puso nerviosa, pero el niño estaba feliz de comer helado.Fueron a una heladería en el mismo centro comercial.—¿Y a qué te dedicas?—Tengo un negocio de inversiones, ahora estoy invirtiendo aquí en Mayrit.El hombre sonriò.—¿Volviste con tu esposo?Mariza mirò al hombre, asintió con lentitud.—Si eres feliz, me alegro por ti.—Soy feliz, hemos adoptado a nuest
—¡¿Ahora tendremos un bastardo en la familia Santalla?! —exclamó Enrique.Amaranta le escuchó hablar, sintió rabia de sus palabras.—Yo también soy una bastarda, Enrique, no sería el primero, pero si quieres ofender a un niño, hazlo a mí —dijo Amaranta.Enrique se quedó mudo ante su ataque.—Amaranta…Enrique sintió las manos de Jorge sobre su cuello.—¡No te metas con mi hijo! —gritó Jorge.Jerónimo intervino.—¡Ya basta! Dejen las peleas, no las toleraré.Ambos se miraron, dejaron de pelear.—Enrique, no vuelvas a decirle a mi hijo bastardo, en todo caso, no sabes si el hijo de Mónica es tuyo, y podrías ser tú quien eduque a un bastardo.Enrique le mirò con odio, Mariza sonriò.—Acuérdate que, si escupes al cielo, te cae en la cara.Amaranta rio, Enrique la mirò frustrado.Más tarde fueron a la fiesta en el jardín trasero de los Santalla. Jorge y Mariza se sentaron en la mesa.—No quieres estar aquí, ¿Verdad?—No importa, estoy aquí.Jorge tomó su mano, cuando esa mujer se acercò.—
Mariza rompió el beso, sintió la mirada tierna de Jorge sobre ella.—¿Qué haces?—Besarte, amarte, eso es lo que quiero.—No vuelvas a hacerlo.—¿Por qué? No dijiste que debíamos fingir.Mariza hundió la mirada.Jerónimo pidió la atención de todos.La gente se levantó y puso atención.—Quiero decirles que mi pequeña Amaranta, que hoy está de cumpleaños, ha sido como mi pequeña hija, mi amada hija.Los ojos de Silvia miraron con rabia y Mónica tenìa los puños apretados de rabia.—Hoy, mi adorada niña se compromete también en matrimonio, pido a mi querido Diego Estévez que venga aquí.Enrique sintió como si pudieran arrancarle las entrañas.Amaranta tenìa ojos nerviosos, no pudo evitar mirar a Enrique, quiso gritar que la salvara de todo esto, pero era tarde.Jerónimo les unió las manos, Amaranta mirò a ese hombre, que solo sonriò, era un completo desconocido, excepto que lo vio varias veces en fiestas y èl solía sonreírle mucho.—Pronto habrá una fiesta de compromiso, les pido un aplaus
Mariza les mirò con rabia, estaba a punto de estallar, no podía más, sentía el corazón roto otra vez, sin embargo, vieron como Jorge se alejaba de esa mujer, empujándola con fuerza, por lo que Eva casi caía al suelo.—¡¿Qué te pasa?! ¡No vuelvas a besarme! —reclamóMariza y las mujeres escucharon eso a la perfección, ella sonriò, se acercò lento hacia ellos.—Eva, ¡ay, Eva! Lo siento mucho, pero, si vas robando besos a maridos ajenos, vas a vivir muchos rechazos, querida.La mujer la mirò con rabia.Jorge estaba asustado, miraba a Mariza, deseando que no pensara lo peor de èl.Eva se fue casi maldiciendo, mientras Mariza sonreía.—¿Qué era lo que decías, Silvia, sobre que mi marido no había cambiado y me engañaba?Los ojos de Jorge se volvieron feroces contra la mujer.—Ese consejo deberías dárselo a Enrique, ¿no fue èl quien engañó a la pobre Valeria, cuando aún vivía? —exclamó Jorge.Èl tomó la mano de Mariza y ambos fueron a la mansión por Luca.Apenas entraron, ella soltó su m
—¡Es mi tío! ¡Escóndete!Se miraron asustados, al final, Enrique se metió debajo de la cama.Amaranta estaba muy nerviosa, respiró profundo y fue a abrir, su tío entró, pero ella estaba muy asustada de que la descubriera.—Cariño, ¿te gustó la fiesta?Ella asintió despacio.—¿Y tu prometido? ¿Qué te pareció?Amaranta desvió su mirada hacia la cama, tragó saliva.—Es un gran hombre, tío, creo que es el mejor hombre para mí.Enrique solo pudo morder sus labios por rabia, quería que se callara, pero nada pudo hacer.—¡Me alegra tanto, cariño! Amaranta, tomé una decisión y quiero que seas la primera en saberla.—¿Cuál?—Tu boda será doble.—¿Doble? —exclamó dudosa.—Aunque quisiera que las bodas fueran separadas, debido al embarazo de Mónica, quiero que sea lo màs pronto posible, y no quiero que estés lejos de la boda, hija, te irás de luna de miel por un mes, así que, haremos que tú y Enrique se casen en la misma fecha; tendrán una boda doble.La noticia le cayó terrible a Amaranta, que
Cuando Jorge entró al cementerio, iba tan rápido que no podía parar, vio a su esposa, a Mariza, al lado de ese hombre.—¿Qué haces aquí, Augusto? ¿Acaso me sigues?? —exclamó Mariza, casi molesta.Èl intentó tomar su mano, pero ella se alejó abrupta, antes de que siquiera pudiera tocarla.Luca estaba en los brazos de Mariza.Ya casi se quedaba dormido, ella le había mostrado la tumba de su hermana.—Tengo a un querido familiar enterrado aquí, Mariza, vine a traer flores, ¿Ella es tu familiar?Mariza asintió, pero no dijo nada más, tuvo algo de miedo sobre ese hombre, no le gustaba verlo en cada lugar que iba, al principio pensó que era coincidencia, ahora esto ya había dejado de ser espontáneo.—Mi amor.La voz de Jorge hizo que los dos voltearan, Mariza sintió miedo de que Jorge se molestara, ni siquiera supo por qué.Augusto mirò a Jorge con odio y furia, si hubiera podido matarlo, lo haría, pero no pudo hacer nada.Mariza tuvo miedo, y se acercò a Jorge.—Jorge, es Augusto, mi amig
Al día siguiente.Mariza abrió los ojos, a la luz del día los recuerdos de anoche se volvieron un poco bochornosos, pero ya no le importaba.«Dijo que me amaba. No solo lo dijo, lo demostró, pero… nada de peros, ¿no puedo tener yo un amor real?», pensóAcarició el rostro de Jorge, estaba sobre la cama, medio cubierto, medio desnudo, en una imagen sensual y encantadora.Abrió los ojos castaños, sonriò al ver a su mujer frente a èl.—¿Cómo estás?Ella sonriò.—Estoy bien.Su mano grande acarició su rostro, y descendió a su vientre.—¿Y nuestro bebé?—Creo que está muy bien.—Vamos, amor, es hora de ir con tus padres y presentarles a su nieto.El rostro temeroso de la mujer le sorprendió.—¿Mariza?—¿Y si no quieren a Luca?—¿Por qué no? Es su nieto, hijo de Perla, ¿Por qué no lo querrían?Mariza no quiso decirle lo malo que era su padre, se levantó y fue a vestirse.***Más tarde, llegaron a casa.Al hacerlo, fueron bien recibidos por la madre de Mariza, sin embargo, Abel estaba ser