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Catorce días después.Mariza y Amaranta comían en el jardín.—¿Estás segura de lo que harás, Amaranta?Ella sonriò.—Muy segura. Eres la única que lo sabe todo, Mariza. Es cierto, amo a Enrique, pero ¿de qué me sirve amarlo así? Èl me ha destruido. ¡Se casó con esa mujer! Lo odio, me humilló tanto. De una forma que aún no puedo entender.Mariza tomó su mano.—Amaranta, sé fuerte, pero piensa en lo que vas a hacer, no quiero que te equivoques.La empleada entró y trajo un ramo de rosas.Amaranta sonriò.—¡Qué puntual! —dijo Mariza—. Diego no ha dejado de enviarte rosas rojas, desde que supo que eran sus favoritas.Amaranta sonriò, se acercò a las rosas, las olió, fue a plantarlas al jardín de Mariza.***Mariza se encontró con Jorge màs tarde, cenaron juntos.—Mañana al fin es la boda.—Mi amor, mañana debo ir de viaje a Ciudad del mar, debo encontrarme con un inversionista de la empresa Santalla. No había querido volver, pero este hombre se ha negado a negociar incluso con papá. Adem
Cuando los novios entraron al salón, bailaron su primer vals.Silvia estaba desesperada, Enrique no estaba por ningún lado, y después de lo que pasó con Amaranta, la mujer temió que planeara alguna locura, le dejó varios mensajes, pero ninguno respondió.Más tarde.Mariza se alejó para supervisar a Luca, que estaba en el área de niños junto con la cuidadora.Luego de ver que estaba bien, volvió al gran salón; sin embargo, alcanzó a escuchar una conversación.—Mira, no somos amantes aún, pero es obvio que lo seremos. ¿Por qué razón me lleva al viaje, y me suplica que no cuente nada? Espero que no te moleste, Mónica, èl es tu examante.—No me importa, lo único es que, si vas a ser su amante, no permitas que Mariza se entere, no aún, cuando ya lo tengas muy de tu lado, entonces, haz que esa mujer entienda que ese hombre es tuyo.Mariza se quedó congelada, con el temor en su latiendo en su corazón.—Sé que Jorge me pedirá ser su amante, es obvio, no me necesita en el viaje, entonces, ¿por
Amaranta se alejó de sus labios, y Diego hundió la mirada con decepción.—¿Me obligarás a ser tu mujer? —exclamó con voz temblorosa.Diego abrió ojos enormes y negó.—Nunca harías algo así, no sé qué hombre piensan que soy.Diego se sentó al lado de la cama, hubo un silencio aplastante entre los dos.—¿Por qué te casaste? Esta vez nadie te obligó, Amaranta, ¿no crees que merezco una explicación? ¿Quién crees que soy? Tan poca cosa soy en tu mirada que no te importa humillarme así.Los ojos de Amaranta se volvieron llorosos al escucharlo; era lo que menos quería, cuando ella también fue humillada así.—¡No! No quería hacerlo, lo siento.—Pero, lo hiciste, ibas a escapar con él.—¡No lo hice! Créeme, no iba a escapar de ti, èl me obligó.Los ojos de Diego se volvieron severos.—¡No me mientas! Dime, ¿Quién es èl? Merezco saberlo.Ella tuvo miedo, no quiso decir nada.—Por favor, no me obligues a decirlo.Diego sintió rabia de su silencio.—Lo defiendes porque lo amas, ¿te abandonó?Ella
Mariza llegó hasta ese departamento que Jorge tenìa en esa ciudad.Al entrar, la empleada, que cuidaba ese lugar, le indicó que el señor Jorge se había marchado a la empresa del señor Ovalle.Mariza lamentó no encontrarlo, pero pidió que dijera que ella estaba ahí.***Cuando Amaranta abrió los ojos, observó a Diego, recostado justo en un sofá.Ella se cobijó, no supo a qué hora durmió, ni cuando èl volvió, pero le dolió verlo así, estaba vestido, incluso aún tenìa los zapatos puestos. Amaranta sintió pena por el hombre.«Él es bueno, no merece un mal amor como el mío», pensó.Amaranta llevó una manta, y le quitó los zapatos, observó su rostro, sus dedos rozaron su piel, cuando, de pronto, él abrió los ojos y tomó su mano.Sus miradas se encontraron en un segundo.—¿Por qué no te has ido?Ella hundió la mirada, negó.—No me iré, al menos que me eches de tu lado.Diego la soltó, caminó dando tumbos, y cayó en la cama, rendido, y un segundo después se quedó dormido.Amaranta supo que es
Al llegar al hospital, Jorge fue llevado hasta la sala de emergencias; por mucho que intentó, Mariza no pudo entrar.Estaba angustiada.Eva estaba ahí y llamó a toda la familia.Mariza le quitó el teléfono.—¡Lárgate ahora mismo, mujer!—¡Devuélveme mi móvil!—¡Vete, o juro que lo pagarás! Sé qué has tenido que ver con esto. Te escuché diciendo que mi esposo es tu amante, en la boda de Amaranta, pero eso fue una mentira, ¿no? Tratabas de acosar a mi esposo, ¿no entiendes? Ya pasaste de moda en su vida, ahora tiene una esposa que soy yo, y si no te largas, juro que voy a destrozarte.—¡No sé de qué hablas, loca! Eres una celosa y una insegura, te aprovechas de tu embarazo, pero Jorge no te quiere, no te quiere nada.Mariza sonriò.—Me quiere tanto, que incluso drogado, lo besaste y te rechazó, querida, estás acabada, búscate otro hombre y cásate, arruinas tu belleza y juventud, cuando todos sepan la clase de zorra que eres, nadie te querrá.Mariza lanzó el móvil al suelo.Augusto sonriò
El beso apremió un poco más, ella quería alejarse, no pudo. Se quedó quieta, él detuvo el beso al sentirla tensa, pero ella despertó algo en él, y Diego supo que no había vuelta atrás.Besó sus mejillas, su frente, su rostro; luego depositó dulces besos en su cuello.Ella sintió que temblaba, no sabía qué hacer con lo que sentía, algo palpitaba en todo su cuerpo.Diego besó sus hombros, hizo caer su vestido, la abrazó y ella se quedó estática, no quería que él la viera casi desnuda.Cuando recobró algo de cordura, estaba recostada en la cama. Él conoció su cuerpo, ahora quería probarlo, sentirlo con sus manos.Ella quiso alejarlo, no fue capaz. La temperatura se elevó en sus cuerpos con esas caricias. Cuando fue consciente, su sostén no estaba.Él besó sus pechos con suavidad, acariciando sus pezones que se endurecían al contacto. Ella quería callar, pero liberó un ligero gemido que la avergonzó.Diego sonrió, feliz de lo que lograba, mientras la besó una vez más, observó su respiració
Mariza esbozó una sonrisa.—¿Mi amante? No se equivoque, señor Jerónimo, yo no tengo amantes, eso déjelo para su esposa y su nueva nuera, yo no tengo amantes.—¿No es este el hombre con el que te besaste y escapaste la otra vez?—Este es el hombre que me besó a la fuerza y al que abofeteó, y le dije que no estaría con èl nunca, porque tengo un esposo al que amo. Así es, es èl, y no se rinde en acosarme, le estaba diciendo que se largara. Mejor, revise sus propios problemas, y no se meta en mis asuntos.Augusto dio la vuelta, se alejó rápidamente.—¡¿Cómo está mi hijo?! No dejaré que lo mates, para quedarte con lo suyo.Mariza se detuvo, estaba harta de Jerónimo.—No somos iguales, señor Santalla, usted habla así, porque de seguro eso hizo con la madre de Jorge, pero no soy como usted, ni esa mujer, entienda, no tengo un amante, amo a Jorge, si estamos juntos es porque él luchó por mi perdón, soy la futura madre del hijo de Jorge, le guste o no y si sigue así, solo provocará que nunca c
Enrique estaba desesperado, llamaba al teléfono de Amaranta, ella no respondía.—¡Qué m*****a manera de perder! Ella no puede dejarme por él, no puede amarlo, ¡no hicieron nada! Ella no se entregó a mí por no ser mi esposa, no se entregará a un hombre al que no ama, ¿verdad? Amaranta va a volver a mí, lo quiera o no, pero antes debe nacer mi hijo y ser el heredero de todo —sentenció.***Mariza y Jorge desayunaron en el departamento.—¿Crees que Eva tuvo algo que ver? Porque ella te besó, y Dios mío, quería sacarle los ojos.Jorge rio un poco.—No sé, bebí un trago de cortesía en ese bar, creo que fue mi peor error, pero no sé ni qué hacía Eva ahí, ni si estuvo relacionada. Eva está un poco loca, pero al llegar a ese extremo, sé que es muy caprichosa, pero…—No la justifiques, es una loca, y lo va a pagar.Jorge rio, ella miró sus ojos.—¿Qué pasa?—Me gusta ver tu carita de mala —dijo y la sentó en su regazo, besó sus labios—. Lo único que me importa es tenerte a mi lado, que pronto s