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Amaranta se alejó de sus labios, y Diego hundió la mirada con decepción.—¿Me obligarás a ser tu mujer? —exclamó con voz temblorosa.Diego abrió ojos enormes y negó.—Nunca harías algo así, no sé qué hombre piensan que soy.Diego se sentó al lado de la cama, hubo un silencio aplastante entre los dos.—¿Por qué te casaste? Esta vez nadie te obligó, Amaranta, ¿no crees que merezco una explicación? ¿Quién crees que soy? Tan poca cosa soy en tu mirada que no te importa humillarme así.Los ojos de Amaranta se volvieron llorosos al escucharlo; era lo que menos quería, cuando ella también fue humillada así.—¡No! No quería hacerlo, lo siento.—Pero, lo hiciste, ibas a escapar con él.—¡No lo hice! Créeme, no iba a escapar de ti, èl me obligó.Los ojos de Diego se volvieron severos.—¡No me mientas! Dime, ¿Quién es èl? Merezco saberlo.Ella tuvo miedo, no quiso decir nada.—Por favor, no me obligues a decirlo.Diego sintió rabia de su silencio.—Lo defiendes porque lo amas, ¿te abandonó?Ella
Mariza llegó hasta ese departamento que Jorge tenìa en esa ciudad.Al entrar, la empleada, que cuidaba ese lugar, le indicó que el señor Jorge se había marchado a la empresa del señor Ovalle.Mariza lamentó no encontrarlo, pero pidió que dijera que ella estaba ahí.***Cuando Amaranta abrió los ojos, observó a Diego, recostado justo en un sofá.Ella se cobijó, no supo a qué hora durmió, ni cuando èl volvió, pero le dolió verlo así, estaba vestido, incluso aún tenìa los zapatos puestos. Amaranta sintió pena por el hombre.«Él es bueno, no merece un mal amor como el mío», pensó.Amaranta llevó una manta, y le quitó los zapatos, observó su rostro, sus dedos rozaron su piel, cuando, de pronto, él abrió los ojos y tomó su mano.Sus miradas se encontraron en un segundo.—¿Por qué no te has ido?Ella hundió la mirada, negó.—No me iré, al menos que me eches de tu lado.Diego la soltó, caminó dando tumbos, y cayó en la cama, rendido, y un segundo después se quedó dormido.Amaranta supo que es
Al llegar al hospital, Jorge fue llevado hasta la sala de emergencias; por mucho que intentó, Mariza no pudo entrar.Estaba angustiada.Eva estaba ahí y llamó a toda la familia.Mariza le quitó el teléfono.—¡Lárgate ahora mismo, mujer!—¡Devuélveme mi móvil!—¡Vete, o juro que lo pagarás! Sé qué has tenido que ver con esto. Te escuché diciendo que mi esposo es tu amante, en la boda de Amaranta, pero eso fue una mentira, ¿no? Tratabas de acosar a mi esposo, ¿no entiendes? Ya pasaste de moda en su vida, ahora tiene una esposa que soy yo, y si no te largas, juro que voy a destrozarte.—¡No sé de qué hablas, loca! Eres una celosa y una insegura, te aprovechas de tu embarazo, pero Jorge no te quiere, no te quiere nada.Mariza sonriò.—Me quiere tanto, que incluso drogado, lo besaste y te rechazó, querida, estás acabada, búscate otro hombre y cásate, arruinas tu belleza y juventud, cuando todos sepan la clase de zorra que eres, nadie te querrá.Mariza lanzó el móvil al suelo.Augusto sonriò
El beso apremió un poco más, ella quería alejarse, no pudo. Se quedó quieta, él detuvo el beso al sentirla tensa, pero ella despertó algo en él, y Diego supo que no había vuelta atrás.Besó sus mejillas, su frente, su rostro; luego depositó dulces besos en su cuello.Ella sintió que temblaba, no sabía qué hacer con lo que sentía, algo palpitaba en todo su cuerpo.Diego besó sus hombros, hizo caer su vestido, la abrazó y ella se quedó estática, no quería que él la viera casi desnuda.Cuando recobró algo de cordura, estaba recostada en la cama. Él conoció su cuerpo, ahora quería probarlo, sentirlo con sus manos.Ella quiso alejarlo, no fue capaz. La temperatura se elevó en sus cuerpos con esas caricias. Cuando fue consciente, su sostén no estaba.Él besó sus pechos con suavidad, acariciando sus pezones que se endurecían al contacto. Ella quería callar, pero liberó un ligero gemido que la avergonzó.Diego sonrió, feliz de lo que lograba, mientras la besó una vez más, observó su respiració
Mariza esbozó una sonrisa.—¿Mi amante? No se equivoque, señor Jerónimo, yo no tengo amantes, eso déjelo para su esposa y su nueva nuera, yo no tengo amantes.—¿No es este el hombre con el que te besaste y escapaste la otra vez?—Este es el hombre que me besó a la fuerza y al que abofeteó, y le dije que no estaría con èl nunca, porque tengo un esposo al que amo. Así es, es èl, y no se rinde en acosarme, le estaba diciendo que se largara. Mejor, revise sus propios problemas, y no se meta en mis asuntos.Augusto dio la vuelta, se alejó rápidamente.—¡¿Cómo está mi hijo?! No dejaré que lo mates, para quedarte con lo suyo.Mariza se detuvo, estaba harta de Jerónimo.—No somos iguales, señor Santalla, usted habla así, porque de seguro eso hizo con la madre de Jorge, pero no soy como usted, ni esa mujer, entienda, no tengo un amante, amo a Jorge, si estamos juntos es porque él luchó por mi perdón, soy la futura madre del hijo de Jorge, le guste o no y si sigue así, solo provocará que nunca c
Enrique estaba desesperado, llamaba al teléfono de Amaranta, ella no respondía.—¡Qué m*****a manera de perder! Ella no puede dejarme por él, no puede amarlo, ¡no hicieron nada! Ella no se entregó a mí por no ser mi esposa, no se entregará a un hombre al que no ama, ¿verdad? Amaranta va a volver a mí, lo quiera o no, pero antes debe nacer mi hijo y ser el heredero de todo —sentenció.***Mariza y Jorge desayunaron en el departamento.—¿Crees que Eva tuvo algo que ver? Porque ella te besó, y Dios mío, quería sacarle los ojos.Jorge rio un poco.—No sé, bebí un trago de cortesía en ese bar, creo que fue mi peor error, pero no sé ni qué hacía Eva ahí, ni si estuvo relacionada. Eva está un poco loca, pero al llegar a ese extremo, sé que es muy caprichosa, pero…—No la justifiques, es una loca, y lo va a pagar.Jorge rio, ella miró sus ojos.—¿Qué pasa?—Me gusta ver tu carita de mala —dijo y la sentó en su regazo, besó sus labios—. Lo único que me importa es tenerte a mi lado, que pronto s
Amaranta se alejó rápido del hombre, le mirò con ojos feroces.Diego los mirò con duda, tuvo un mal presentimiento, pero no supo por qué, era incapaz de pensar que había algo entre ellos, puesto que para Diego aún pensaba que tenían lazos consanguíneos.Enrique los vio subir y alejarse, y sintió rabia.***Entraron a su habitación y Amaranta estaba nerviosa.—¿Qué pasa? ¿Por qué discutías con tu primo?Amaranta se puso nerviosa.—Yo… ya sabes, problemas.Diego la mirò con ojos severos.—Dime algo, Amaranta. Enrique conoce a ese hombre con el que te fugaste.Amaranta se puso temblorosa.—Por favor, ya no me preguntes nada, ¿no has tenido suficiente? Soy tu esposa, no escaparé con nadie.Diego lanzó un suspiro, asintió lento y fue a darse un baño.Amaranta se sentó en la cama, estaba cansada.***Mónica y Silvia hablaban en el salón principal.—Tienes que llevarla hasta allá, quiera o no quiera, Jorge va a participar en la cacería, así que al llevarte allá a Mariza, debes hacerla cae
Al día siguiente.La familia se encontró en el desayuno.Enrique lanzó una mirada severa contra Amaranta, pero ella ni siquiera se dignó a mirarlo, y eso hizo que el hombre odiara màs.Luego del desayuno, Jerónimo pidió que alistaran todo para la cacería.—Todos deben participar, excepto las embarazadas, que quiero que vayan hacia el lago, donde las estarán esperando para que arreglen el picnic que disfrutaremos para celebrar al mejor cazador.—Yo prefiero ir con mi esposa, padre…—Jorge, no, hijo, por favor, ven conmigo, como en los viejos tiempos.Jorge frunció la boca.—Ve con èl. La niñera estará con Luca, y te veré para el picnic.—Además, caminar ayudará al embarazo, eso dijo mi ginecólogo —dijo Mónica.Mariza la mirò con recelo.—Bueno, vamos a cazar —dijo Silvia—. No soy muy buena en la cacería, pero seguro que no seré la peor. Eso será Amaranta, como siempre.Amaranta rodó los ojos sin hacer caso a Silvia.Pronto, los hombres tomaron sus armas, se pusieron los chalecos anti