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—Está bien, me equivoqué, Mariza, me equivoqué al tratarte de una forma tan cruel, al no decirte la verdad sobre Mónica, al tratarte como si fueras un contrato, me arrepiento.Los ojos de Mariza le miraron severos.—Ah, ¿Sì? ¿Te arrepientes? Aun así, te revolcaste con ella cuando estábamos casados.—¡No fue así! Lo juro, créeme.Mariza no dijo nada, hundió la mirada, no podía creerle, era demasiado desconfiada, él había perdido su confianza para siempre.—Desde que estuvimos esa noche, no volví a estar con otra mujer, sé que suena hipócrita, o absurdo, puedes pensar lo que quieras, pero esa noche fue todo para mì, solo he soñado con volver a hacerte mía, con ser feliz contigo, con hacerte el amor cada noche y cada dìa.Los ojos de Mariza se abrieron con estupor.—¡Mientes! Y sí, suena hipócrita, nunca lo dijiste, ¿Por qué?—Porque… tenìa miedo, no lo sé, no pensaba perderte.—¿Así que eres de esos hombres? ¿Eh? De los que solo aman cuando pierden, no eres hipócrita, o absurdo, eres pat
—¡¿Cómo te atreves a usar a un niño, Jorge Santalla?! ¡¿Qué bajo has caído?—No has escuchado, querida esposa, que en la guerra y en el amor todo se vale. Estoy dispuesto a demostrarte cuánto te amo, no seré el mismo mal esposo del pasado.—Vete…—Vendré mañana y espero que tu respuesta sea otra. Mariza, llevas en tu vientre el fruto de nuestro amor, es nuestro hijo, y no me alejarás de èl.Jorge salió de ahí.Caminaba por el hospital. Se sentía tan desesperado.«Jorge Santalla, ¿Cómo perdiste todo? Perdiste a la mujer que amas, a tu padre, todo en lo que creías, ahora no puedes perder a tu hijo. No soporto saber que perdí a Mariza, cuando ella me amaba como siempre anhelé ser amado. Si tan solo pudiera demostrarle que puedo ser el hombre con que siempre soñó», pensó con desespero.Al día siguiente.Mariza estaba vestida, solo quería irse, intentó hacerlo.—Lo siento, señora, no puede salir.Ella mirò con rabia a los guardias. Volvió a la habitación cerrando la puerta en las caras de
Mariza se liberó de ese beso. Su rostro estaba enrojecido, odiaba el control que ese hombre solía tener sobre sus emociones.—Quiero irme de aquí.—Tus deseos son ahora mis órdenes, querida.Jorge le dio esa caja.—Esto es tuyo.Ella abrió la caja, lo que vio a continuación la dejó perpleja, no solo eran sus anillos de boda, también era un collar con un corazón de diamantes.—¿Qué es esto? ¿Ahora vas a conquistarme con joyas?—Con joyas, con regalos, con rosas, con caricias, beso, con amor, con pasión, en la cama, y en todas partes, haré lo que sea, pero te voy a conquistar, otra vez.Jorge sonrió, esta vez su sonrisa parecía genuina y cálida.Ella no dijo nada, èl salió.Observó el collar, era hermoso. Lo puso sobre una mesa.Su maldito orgullo no le dejaría confesar que le gustaba su collar.***Enrique buscaba en el jardín a Amaranta, cuando la vio, se acercò lento, ella apenas y se percató, pero cuando lo hizo, intentó irse, pero èl cerró su camino.—¿Tan mal beso que ahora me ev
Enrique iba detrás de ella, pero escuchó la voz de su padre.—¡Enrique! Vuelve a casa.Enrique tuvo que entrar, encontró a su madre muy cerca de Mónica.Los ojos de su padre irradiaban una rabia feroz.—¿Y ese hijo que esperas es de Enrique? —exclamó Jerónimo mirando a la mujerMónica sonriò, tocó su vientre.—Claro, que es hijo de Enrique, de nadie más —sentenció la mujer.—Exijo una prueba de paternidad —dijo Jerónimo—. O no se reconocerá ese hijo por parte de algún Santalla.Mónica sonriò.—Haremos la prueba de paternidad, este hijo es un Santalla, no tengo ninguna duda de eso —aseveró la mujer.Silvia abrazó a Mónica.—¡Tendremos al heredero, Mónica se quedará a vivir con nosotros! Mientras la boda se realiza.—¿Boda? Pero, ¿de qué m*****a boda hablas, madre?—¡De nuestra boda, Enrique! Si no le darás a nuestro bebé una familia, yo prefiero abortar a este niño.Los ojos de Enrique se abrieron enormes.—¡Esto es un chantaje! —exclamó JerónimoLa mujer caminó dos pasos hacia èl, le m
Mariza se despidió del pequeño Luca, pero el niño lloraba sin control abrazado a su pecho.Jorge lo miraba compasivo, hasta que se acercò y lo cargó el mismo.—Luca, te prometo una cosa, vendremos por ti, pronto, en un par de días.—¿Y mi gatito?Jorge sonriò.—Te prometo que, cuando vayamos a nuestra casa juntos, tendremos un gatito.—¡Sì! —exclamó el pequeño y lo abrazó.—Gracias, papi.Los ojos de Jorge se abrieron grandes, sonriò.Mariza estaba tan sorprendida, sonriò.Jorge dio un beso a la frente del niño. La monja tomó al niño y llevó adentro.Jorge y Mariza salieron, subieron al auto.—Me ha llamado papá, parece que hemos dado un gran salto, ¿no lo crees?Mariza le mirò de reojo, asintió.Jorge condujo, el auto de guardias iba detrás.Apenas se fueron, Augusto salió del auto y mirò el orfanato.—Mi hijo, van a llevarse a mi hijo, no debo admitirlo —se quedó pensativo—. Me gusta la idea de que seas la madre de mi hijo, Mariza, tu hermana era tan débil y necesitada de amor que me
—¡¿Qué dices?! —exclamó Sylvia, sus ojos casi salían de sus cuencas, y de alguna manera, Jorge sintió una gran satisfacción de lo que su esposa dijo.—Como oyes, madrastra, mi esposa espera un bebé, pronto seremos padres.—¡Imposible, iban a divorciarse!—Un hijo todo lo une, deberías estar feliz por mí, tanto que decías querer ser mi madre —dijo Jorge.Jerónimo se acercò a ellos.—¡Estoy tan feliz por ustedes! Y me alegro de que hayas vuelto, Mariza, no quiero que nada te angustie, hija; respecto a la estúpida cláusula que di…—¿Acaso no tienes palabra? —exclamó Sylvia, haciendo que la cara de Jerónimo se volviera roja.—¡Sylvia! Claro que conservaré mi palabra: el primer nieto que nazca será quien herede la empresa y la mayor parte de la fortuna, pero… mientras tanto, Jorge seguirá al frente.—Papá… —Murmuró EnriqueJorge le vio con rabia—Tú no tienes experiencia para ser un CEO, Enrique, debes aprender más.—¡No te metas, Jorge! No eres mejor que yo.—¡No se trata de ser mejor, se
Amaranta quería irse a su habitación, pero sintió que una mano la tomó; era Enrique.Ella se liberó como si èl la quemara.—¡No me toques!—Hablemos, por favor.—¿Hablar? ¿De qué? ¿De cómo ahora tienes a una mujer embarazada? ¿De qué eres infiel? ¿De qué hablaste de amor, pero solo eres un traidor? Dime, ¿de qué hablamos?Enrique la soltó, nunca algo le dolió tanto como la mirada que su niña bonita le dedicaba; negó.—No soy así contigo, Amaranta, no lo entiendes, no amo a ninguna de esas mujeres, pero tú eres diferente, a ti te adoro, jamás te lastimaría.—Dices eso, pero, sé que serías capaz. ¿Sabes por qué? Por la misma razón por la que ahora estás con la Mónica, esa, porque tu ambición, tu competencia contra Jorge está ahí, y es triste ver a un hombre al que amé perdido por su deseo de grandeza.—¿Amé? ¡Aún me amas, Amaranta! Sè que siempre será así.Amaranta luchó para no llorar, odiaba la forma en que ese hombre parecìa tenerla a su merced.Enrique intentó acercarse, quería demos
—¡¿Qué demonios significa esto, Enrique?! —exclamó Silvia.Enrique fue a su alcoba, pero su madre lo persiguió.—¡Explícame! ¿Qué demonios hacías besando a Amaranta?—¡¿De verdad quieres saberlo?! Bueno, pues amo a Amaranta, la adoro, y si pudiera me casaría ahora mismo con ella, y no soporto la idea de verla con otro.Silvia le mirò con estupor, abofeteó su rostro.—¡¿Qué demonios dices?! Ella se crio contigo, casi como una hermana, si tu padre supiera eso, te dejaría sin dinero.—¡¿Y qué me importa?! Amaranta no es nada mío, pero yo la amo, y algún día, será mi esposa. No me importa lo que mi padre quiera, ni tú.—¡Enloqueciste! Pues esa niña va a casarse, y me encargaré que se vaya tan lejos, que nunca vuelvas a verla.Enrique apretó los puños con rabia.—¡No te atrevas, madre o nunca te perdonaré!Silvia salió de ahí. Enrique se sintió destrozado.***Mariza y Jorge llegaron a casa, ella estaba agotada y fue a darse un baño.Jorge cocinó la cena, cuando subió, escuchó el sonido de