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Amaranta empujó al hombre, mirò sus ojos con rabia.—¿Qué crees que haces? ¿Por qué me haces esto? No quiero nada de ti. Vas a casarte con otra mujer, nunca me viste como una opción de tu amor, ¿ahora que quieres? Adiós, Enrique.—¡Espera…!Enrique tuvo que irse, mientras Amaranta caminaba por el jardín para ir a casa, cuando de forma inevitable su camino se cruzó con Mariza.—¡Mariza…! Tú… ¿Lo viste?Mariza tuvo que asentir, no iba a mentir.Amaranta estaba avergonzada, tenìa ojos llorosos. Mariza la abrazó.—Amaranta, no sé lo que pasa, pero… solo dirè esto, el amor no debe doler. —Gracias, Mariza, yo no quiero sufrir, solo quiero ser feliz.Mariza sonriò.Luego cada una siguió su camino. Mariza subió al auto con los guardias, pidió que la llevaran al bar donde estaba Jorge, quería volver a casa con èl.***Jorge estaba en el bar, ya estaba aburrido, a punto de irse, cuando Eva llegó, se sentó en la mesa. Él rodó los ojos.—¿Qué haces aquí, mujer?—Quería verte, Jorge, ¿Por qué no r
Eva esperaba en uno de los primeros asientos de la iglesia, cuando vio a Jorge de la mano de Mariza, la mujer sintió tanta rabia, pero no se atrevió a decir nada.Ahí estaba Silvia, bastante feliz y orgullosa.Jorge dirigió una mirada a su hermano, Enrique tenìa la mirada perdida, parecía desolado, sintió algo de lástima por èl.«Me gustaría que Enrique fuera feliz, así como lo soy yo», pensó.Jerónimo se acercò a Enrique, le puso la mano al hombro.—¿Estás bien, hijo?El hombre asintió.—Estoy bien, ¿estás seguro de que quieres casarte?Los ojos de Enrique se abrieron incrédulos, ante su pregunta.—¿Por qué me dices esto…? —Enrique estuvo a punto de decirle que no, que lo que quería era salir corriendo.—Aunque me decepcionarías, aún puedes elegir el amor por el dinero.Los ojos de Enrique se volvieron pequeños.«Así que papá sigue prefiriendo a Jorge como el heredero»—Voy a casarme, eso es lo que haré —sentenció.Enrique lanzó una mirada en contra de Diego, pero èl ni siquiera lo no
Mónica miró al hombre con temor, pensó en que podía retractarse, sus manos temblaban. —Señor Enrique Santalla, ¿Acepta como esposa a la señorita Mónica Flores para amarla, cuidarla y respetarla por todos los días de su vida?Enrique volvió al ahora.—Sí… acepto —dijo inseguro.Mónica sonriò.«Al fin tengo el apellido Santalla», pensó—Señorita Mónica Flores, ¿Acepta como esposo al señor Jorge Santalla para amarlo, cuidarlo y respetarlo por todos los días de su vida?—Acepto —dijo de inmediato.—Por el poder que Dios me dio, les declaro, marido y mujer, puede el novio besar a la novia.Enrique no besó a la novia, solo tomó su mano y la llevó fuera del lugar, mientras la gente confundida, aplaudía.Luego de la misa, la familia fue a la mansión Santalla, ahí firmarían el acta de matrimonio para ir a un club cercano, donde sería la recepción.Al llegar, el juez los esperaba, firmaron el acta.Enrique parecía estar en un funeral, igual que todos los demás, las únicas felices eran Mónica y
Los ojos de Jorge miraron con furia a su padre, si bien, desde hacía tiempo la relación entre los dos estaba fracturada, parecía que aquel golpe había conseguido separarlos para siempre.Jorge esbozó una sonrisa irónica.—Está bien, Jerónimo Santalla, este juego lo hiciste por tu ego de vernos pelear como perros por un hueso, pues no seguiré en èl, quédate con tu herencia, y el día que te mueras, dásela a tu bastardito; yo no quiero nada de ti, menos mi hijo, al que nunca conocerás, tenlo por seguro, sobra decir que ya no eres mi padre, y que no quiero verte màs. No vuelvas a buscarme, tampoco lo haré.Jerónimo no esperó tales palabras, observó a Jorge tomar la mano de su esposa.Un silencio sepulcral se había formado en aquel salón, todos sin poder decir nada, por temor a empeorar la situación.Jorge y Mariza salieron del lugar, tomados de la mano.Mientras detrás, Jerónimo les perseguía.—¡Jorge! —gritó, cuando la puerta principal se le cerró en la cara.Pero, no se estuvo quieto, y
Enrique mirò sus ojos. Esbozó una ligera sonrisa.Ella no entendía lo que él hacía ahí, se levantó y mirò alrededor.—¿Qué me pasó?De pronto, lanzó un grito al recordarlo todo.—¡Nos han secuestrado! —exclamóAmaranta casi salía corriendo, pero èl la detuvo.—No. Yo te he traído aquí.Los ojos de Amaranta le miraron incrédula.—¿Qué? ¿De qué me estás hablando?Enrique la estrechó en sus brazos.—Amaranta, ¡no iba a dejar que te casarás con otro! Yo te amo, ya te lo dije.—¡¿Qué?! Pero… ¿Y Mónica y tu hijo? ¿Piensas que seré tu amante? —exclamó furiosa, manoteando para alejarse.Él negó.—¡No!—Quiero que te alejes de mí, ¿acaso…? ¿No te casaste?El hombre se quedó perplejo ante su pregunta.—No, Amaranta, no me casé.Ella le mirò perpleja.—¿Escapaste conmigo?Èl titubeó.—Sì… lo hice…Ella estaba sorprendida. Pero, lo abrazó con fuerzas.—¡Oh, mi tío! Mi tío debe estar odiándonos, ¿y el bebé, Enrique? ¿Qué pasará con èl?Enrique acunó el rostro de Amaranta, tuvo temor, se sintió fa
Mariza estaba sorprendida, el detective le indicó el horario en que podía encontrarse con él.Cuando estuvo lista, envió un mensaje a su esposo, y le dijo que vería al detective que estaba investigando sobre su sobrino y hermana, le dijo que Luca estaría con la niñera, y que ella volvería en un par de horas.Recibió con rapidez un mensaje de su esposo diciendo que se cuidara mucho.***—¿Fuiste tú quien dio la idea de que no buscaran más a Amaranta? —exclamó Silvia frente a Mónica.—Así es.—¡Vaya-vaya, Mónica! Comienzas a agradarme —dijo la mujer con una risa burlona—¿Acaso usted tampoco quería a esa mustia?—Esa mustia siempre ha querido parte de la fortuna de mi Enrique, pero claro, con su hipocresía, ha fingido bien.Mónica sonriò.—Ahora todo es perfecto, ella desapareció, Jerónimo la odia, nunca volverá —dijo Mónica.—Pero, aún tenemos un problema, y es esa Mariza, mientras lleve en su vientre un hijo de Jorge, puede fastidiarnos en cualquier momento; Jorge siempre ha sido la de
—Mariza, yo…Mariza sintió rabia, recordó a Jorge tan molesto por ese hombre, y lo único que quería era que la dejara en paz.—¡Aléjate de mí, entiéndelo!Mariza estaba por irse, cuando èl sostuvo su brazo.Ella lo empujó, no le gustó como se acercaba a ella.—Mariza, no seas injusta, no me trates así, ¿recuerdas cuando te desmayaste y yo te cuidé? Al menos por eso, deberías ser màs considerada.Mariza le mirò con rabia.—No estoy en deuda contigo. Te agradecí, ¿o acaso te debo algo? Dime, ¿Cuándo te debo? Puedo pagar tu ayuda.—Mariza… no me trates así…Ella rodó los ojos.—¿Qué quieres de mì, Augusto?Èl sonriò.—Yo te amo, Mariza.Ella le mirò irresoluta.—¿Qué? —exclamó, sin embargo, ese hombre besó sus labios, al tomarla entre sus brazos.Mariza luchó, hasta que por fin se liberó de ese beso, y abofeteó el rostro de Augusto.—¡No vuelvas a besarme, nunca! —limpió sus labios, y abofeteó su rostro—. No sienta nada de ti.Ella se fue.Augusto sintió rabia, pero observó a un hombre qu
Mariza fingía estar en calma, pero había algo que ya no le agradaba, sentía que algo estaba muy mal.Pronto el auto llegó a la gran mansión Santalla.Bajó del auto y fue adentro.Apenas cruzó el umbral de la puerta, el silencio y la calma parecían apoderados de ese lugar, eso fue más extraño.—Mariza, bienvenida, querida.La voz de Mónica logró romper la paz de Mariza, verla la hizo sentir de mal humor.—Vine a ver a Jerónimo.—Te espera en el despacho —dijo la mujer con toda calma, pero Mariza logró ver en ella una sonrisa burlona que odió.Mariza fue hasta ahí, al llegar, llamó a la puerta.Escuchó que alguien le pidió que entrara.Abrió la puerta, y ahí encontró al señor Jerónimo, junto a su esposa SilviaLa mujer la observaba con un gesto casi nauseabundo, Mariza la mirò con enojo, odiaba como se comportaba esa mujer.—¿Por qué me ha llamado, señor Santalla?Jerónimo se levantó, parecía estar mordiendo sus labios para no gritar.—¡Cómo te atreves a preguntar eso! —gritó Silvia f