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Mariza fingía estar en calma, pero había algo que ya no le agradaba, sentía que algo estaba muy mal.Pronto el auto llegó a la gran mansión Santalla.Bajó del auto y fue adentro.Apenas cruzó el umbral de la puerta, el silencio y la calma parecían apoderados de ese lugar, eso fue más extraño.—Mariza, bienvenida, querida.La voz de Mónica logró romper la paz de Mariza, verla la hizo sentir de mal humor.—Vine a ver a Jerónimo.—Te espera en el despacho —dijo la mujer con toda calma, pero Mariza logró ver en ella una sonrisa burlona que odió.Mariza fue hasta ahí, al llegar, llamó a la puerta.Escuchó que alguien le pidió que entrara.Abrió la puerta, y ahí encontró al señor Jerónimo, junto a su esposa SilviaLa mujer la observaba con un gesto casi nauseabundo, Mariza la mirò con enojo, odiaba como se comportaba esa mujer.—¿Por qué me ha llamado, señor Santalla?Jerónimo se levantó, parecía estar mordiendo sus labios para no gritar.—¡Cómo te atreves a preguntar eso! —gritó Silvia f
Mariza sintió que su corazón latió con fuerza, ella se abrazó a su cuerpo, no quería perderlo, no quería que nadie les hiciera terminar.Jorge tomó su mano, la llevó hasta la habitación.—Promete que no hablarás con ese hombre, no soporto la idea de que esté cerca de ti, tengo miedo de perderte.Ella acarició su rostro.—No me perderás, yo te amo, Jorge.Èl sonriò, recordó que estuvo a punto de perderla, ahora se sentía de nuevo seguro de su amor.—Yo lucharé por ti, incluso contra el mundo entero, siempre lucharé por tu amor.Él besó su frente, bajó a su rostro, besó sus labios, ella se estremeció, sus labios eran dulces como miel, refrescantes como la lluvia, sintió sus manos fuertes que estrechaban su cintura.Jorge quería olvidar el pasado doloroso, solo Mariza era su elixir de paz, era su equilibrio. Sus manos le quitaron ese vestido, besó su cuello, la hizo caminar hasta la cama, sus ojos se encontraron.Besó su cuello, besó cada centímetro de su piel, su boca acarició sus pecho
—¡Amaranta! ¡Amaranta! ¿Dónde estás? —exclamó Jorge con desesperación; sin embargo, ella no respondió.Entró y buscó por todos lados, pero no la encontró en ninguna parte.Decidió subir las escaleras, y Enrique sintió terror al verlo entrar a la habitación de Amaranta.Justo cuando èl abrió la puerta, Enrique sintió que todo estaba acabado, perdería a la única mujer que había amado.Un segundo después, Jorge salió y le mirò con ojos severos.—¡¿Dónde está Amaranta?! ¿Qué es lo que hiciste con ella?Enrique se quedó perplejo, corrió a la habitación y mirò a todos lados, tuvo que reaccionar al instante, para entender que Amaranta no estaba ahí.Tuvo temor por igual, pero luego pensó que después de todo, Amaranta aún no sabía la verdad.Enrique tomó a su hermano del brazo.—Hablemos afuera, no quiero verte en mi lugar favorito.Jorge le mirò rabioso.—¡No me toques! —espetó y ambos hermanos salieron lejos de ahí. Afuera de la cabaña, deambularon por los prados.—¿Qué haces aquí?—No me q
—¿Dónde está Jorge? —exclamó asustada—Se fue.Ella asintió, decepcionada.—Quería salir, pero… tuve miedo…Èl sonriò, la abrazó.—Hiciste bien, porque… Jorge me odia.—¿Qué? Pero…—Escúchame, mírame, Amaranta —dijo y acunó su rostro—. Debes entenderlo, ahora Jorge es nuestro enemigo.—¿Qué? —exclamó incrédula de sus palabras, ella se alejó con rapidez.—¡Eso no es cierto!—Jorge quiere robar mi herencia, por eso quiere perjudicarnos, ahora que sabe que te amo a ti y me amas, quiere alejarnos, sabe que papá tarde o temprano nos amará, y entonces, yo tendré la herencia.—¡Es una tontería! ¿A quién le importa el dinero, Enrique? Lo que importa es el amor, ¡nuestro amor!—Lo sé, pero entiende, cualquier paso en falso puede separarnos, cree en mí, en nadie, en más, Amaranta, ahora quiero que arregles todo, nos iremos, pequeña.Ella le mirò con duda.—¿Irnos? ¿A dónde? —preguntó aturdida—Es lo mejor, iremos a Barza, ahí tengo una pequeña casa en el campo, amor, ahí nadie nos va a separar,
Enrique entró a ese lugar, el calor que comenzaba a sentirse era casi insoportable, parecía un infierno.—¡Amaranta! —gritó con fuerza y desesperación.No la encontraba por ningún lado, hasta que la vio en un rincón.—¡Enrique! —ella tosía, un humo denso estaba cubriendo el lugar, y le impedía ver, pero Enrique no se rindió, corrió hacia ella, la cargó a sus brazos, y la cubrió con su chaqueta, como si intentara que ella no respirara ese humo—. ¡Tengo miedo…! —exclamó y de pronto la mujer se desvaneció en sus brazos.—¡Amaranta! —Enrique tuvo temor de perderla.Luchó por salir del ligar, vio a unos hombres entrar y lo ayudaron a salir junto a la chica.Afuera, el aire era puro. Enrique escuchó los gritos de su madre, pero èl en ningún momento soltó a Amaranta.Escuchó que llegó una ambulancia y sonaba la alarma de los bomberos que estaban llegando.Enrique llevó a Amaranta con los paramédicos, quienes la subieron a una camilla, debían trasladarla al hospital.Silvia intentó detenerlo
Los ojos de Amaranta se abrieron, no sabía en donde estaba, pero cuando vio frente a ella a su tía Silvia, entró en pánico.—Tía…—¿Ya estás contenta, m*****a mujerzuela? Conquistaste a mi hijo, has hecho que un pequeño niño pierda a su padre, ¿Estás contenta?Amaranta hundió la mirada, sollozó sin cesar.—Yo… lo siento, tía, yo amo a Enroque.—¡Amar! ¿Qué sabes tú de amor? No tienes padres, nadie te ama en realidad, ¡eres una mosca muerta, nada más!***Empresa Santalla.Jorge leía el acuerdo, estaba temerosa, era difícil salir bien librado de esto.—Dejémonos de caretas, ambos sabemos que este tratado no es justo para los Santalla, si esto lo llevo ante la comisión de corrupción, seguro encontraré varios problemas que los llevará a la quiebra.Diego mirò a Jorge con rabia.—Hazlo, no seré el único en la quiebra, tu padre también lo estará.Jorge levantó la mirada, sabía lo que estaba matando a Diego Estévez.—Siempre te has jactado de ser un socio amable, de hacer las cosas bien, y s
—¡¿Qué demonios dices?! —estalló Enrique—. Nunca te casarás con ella.Diego mirò a Enrique con profunda rabia.Jorge supo que debían calmarse, tal como lo dijo Diego, estaban en sus manos.—Vamos a calmarnos, esto no es para tanto, podemos llegar a un arreglo. Diego, esto se trata de negocios, nunca involucramos el corazón con el dinero, ¿Verdad? Sé que eres más hombre que esto —dijoDiego tuvo que soltar su enojo.—Al menos quiero hablar con Amaranta, quiero saber de su propia voz, él por qué con tan poco tacto se atrevió a dejarme abandonado en el altar.—¡Ella no te ama! ¿No puedes aceptarlo? —exclamó Enrique—¡Cállate ya, Enrique! Señor Estévez, no sabemos en donde está Amaranta, ella simplemente nos abandonó —dijo Jerónimo.Jorge miraba a Enrique de reojo, sabía que su hermana podría cometer un error que los hiciera caer al abismo.—Búsquenla, y mañana les llamaré para reunirnos, podremos llegar a un acuerdo —dijo y dio la vuelta, se fue.La puerta se cerró. Jerónimo fue contra En
Enrique estaba desesperado, buscó en cada hospital, pero nadie le daba razón sobre ella.—¡¿Dónde estás, Amaranta?! —golpeó el cofre de su coche, y condujo de nuevo a casa, se preguntaba si su madre había revelado la verdad, solo así, entendería que ella ya no lo quisiera cerca, y eso le dolía.Cuando llegó a la casa, buscó a su madre, se acercò a ella, parecía como una fiera herida.Silvia tuvo miedo, retrocedió, preguntándose, si sabía que ella entregó a la joven a Diego Estévez.—¡¿Dónde está Amaranta?! —exclamó rabioso.Silvia retrocedió.—¿Qué? En el hospital, ¿no?—¡No! Ella salió, y no está por ningún lado, ¿Dónde está? ¿Qué le dijiste?Silvia estaba asustada.—No le dije nada, ¡juro que no lo hice!—¡Más te vale que Amaranta aparezca y vuelva conmigo, porque si no, incluso a ti, no te volverá a ver!Enrique subió la escalera, Silvia tuvo miedo de sus palabras.***Jorge abrazó a Mariza con fuerzas.—Claro que no, este bebé es mío y lo sé, no desconfío de ti, esas son palabras d