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—¡Devuélveme a mi hija!—Sì, lo haré, pero quiero algo a cambio, Jorge, dime, ¿qué me darás por la vida de tu hija? —exclamó con una voz tan calmada que a Jorge le dio escalofríos.—¡Haré lo que sea! Pide lo que sea, ¿quieres dinero? ¿Qué quieres?—Solo una cosa, harás lo que yo diga: ven mañana con tu querida esposa, vengan por tu hija, se las daré, pero a cambio, quiero que traigas a tu padre, me darás a tu padre y yo a tu hija, ¿no es buen trato?—¿Qué? Pero…—Pero, nada, ¿crees que le importas al padre del año, Jorge? Te envié al matadero como un cerdo, ¿por dinero? Nunca le has importado màs que la fortuna de tu madre, lo sabes bien, es mi única condición. Si quieres a tu hija, dame a tu padre a cambio.—¡Haré lo que sea! Dime dónde te veré.—No bloquees este número, mañana a las cinco de la mañana, emprende un viaje al sur. Te daré la dirección de a dónde irás a verme, ¿bien?—Sì.—Y no te olvides de lo que necesito.—Mónica, ¿dónde está tu bebé?Mónica colgó la llamada. Los ojo
Los policías entraron, Jorge y Diego fueron con ellos, les mostraron el video.—Como pueden ver, esta mujer envió a secuestrar a mi hija, e inventó una mentira cruel diciendo que mi bebé nació muerta. Esto es obra de ella, Enrique Santalla y Mónica Santalla, deben detenerlos —sentenció Jorge con rencor.Asustada, Silvia cayó de rodillas ante su esposo.—¡Jerónimo, por favor, ayúdame!Ella intentó abrazar sus piernas, pero el hombre se alejó.—¡No me toques! —exclamó Jerónimo, su mirada era rabiosa—. Mira, hasta dónde llegaste, mujer, me das asco, tenías todo, pero lo perdiste. Ahora ya no quiero saber de ti, no eres nada para mí.La mujer gimoteó, suplicaba.—Está bien, si no quieres nada de mí, está bien, pero tu hijo, ¡salva a Enrique! Es tu hijo.Jerónimo hundió la mirada, pero luego la enfrentó.—Enrique irá a prisión, enfrentará sus crímenes.—¡No! —chilló suplicando, pero Jerónimo no le hizo más caso.Los policías detuvieron a la mujer, que se resistió lo suficiente para hacerlos
Jorge subió al auto. Mariza y Diego le miraban sorprendidos.—¿Y mi hija? ¿Dónde está, Jorge?—Mónica dice que está en el acantilado del Norte Luz, pidió que papá se quedara con ella, ¡no tuve màs remedio! —exclamó.Diego encendió el coche y condujo hasta ahí.Al llegar al acantilado, Mariza bajó desesperada, necesitaba ver a su hija, necesitaba saber que ella estaba bien.Sus ojos estaban cubiertos de lágrimas.De pronto, vieron a esa mujer en el acantilado, ella corrió tan rápido como podía, aunque su cuerpo aún estaba dolorido.—¡Señora!La mujer cargaba entre sus brazos a un bebé, se giró y mirò a Mariza.—¡Es mi bebé! ¡Devuélvame a mi niña, por favor!La mujer alzó los brazos, entregándosela.—Mónica me dijo que te entregara a tu hija, Mariza, ella no quiso hacer daño, solo da lo que le enseñaron a hacer.Mariza se acercò, cargó a la bebé con delicadeza, tomando su cabecita. La pequeña se movía, y estaba quietecita y tranquila.Los ojos de Mariza se desbordaron por el llanto, la a
Jerónimo dio un paso atrás, la miraba incrédulo, negó.—Mónica, tú… ¿Eres mi hija?—¡Yo soy tu hija! Esa a la que maldijiste, a la que humillaste y abandonaste, ¡esa soy yo! En cambio, ¿acaso no aceptaste a Amaranta como tu propia hija? Ni siquiera pudiste tener un poco de amor por mí, pero sí por una ¡bastarda! Eres un ser maligno, Jerónimo, por eso te he destruido. Mira lo que hice, ¿Enrique no es ahora un criminal? Tu esposa, ¿dónde quedó? Mira lo que hizo el dinero contigo —dijo con una sonrisa—. Ahora tu propio hijo quiere que mueras para heredar, Jorge, el hijo bueno, te aborrece, y lo hará màs ahora que sepa que me abandonaste, y que, por tu culpa, yo estuve con mis hermanos, ¡todo fue tu culpa! ¿Qué se siente perder todo? ¿Qué se siente caer? Ahora sientes lo que yo sentí —dijo ella.Jerónimo bajó la mirada, las lágrimas rodaron por sus ojos.—¡Mónica, lo siento…!—¿Lo sientes? ¡Mientes! Me abandonaste, ¡nunca pensaste en mí! ¿Sabes lo que tuve que pasar? Mi madre consiguió un
Mariza cargaba a su bebé contra su pecho, las lágrimas brotaban por sus ojos. Sufría por Jorge.Él iba en la ambulancia con su padre malherido.—¿Cómo pudo llegar hasta esto, Diego?—No lo sé, es terrible, Mariza. No puedo entender eso de que ella es media hermana de Jorge. Supe que Mónica estuvo románticamente también con Jorge, eso es casi enfermizo.Mariza sollozó.—Lo sé, no la entiendo, ella está loca, dicen que está muy mal, a pesar de todo, espero que Dios la ayude, y se recupere.Diego asintió.Llegaron al hospital y fueron adentro. Mientras esperaban noticias, Mariza decidió ver al pediatra.Jorge fue con ella, aunque Mariza insistió que debía quedarse esperando noticias, pero Diego les hizo el relevo.El pediatra revisó a la niña, sonriò al finalizar.—La niña está muy sana, ella está bien, solo hay que poner las vacunas en unas semanas, por lo demás, la veo perfectamente bien.Mariza estaba muy feliz, cargó a su niña, la colmó de besos.Salieron de ahí.Jorge cargó a la niña
Diego y Jorge estaban en el cementerio. Jorge llevó las cenizas de esa niña al nicho familiar.—Entonces, ¿crees en la historia de Mónica sobre ser tu hermana? ¿Por eso la niña nació tan mal?Jorge estaba pensativo, pero finalmente dijo que sì.—Mónica estaba tan llena de odio que decidió una venganza, que al final, la arrastró a un futuro horrible. Lo lamento por la pequeña niña, ella no tenìa ninguna culpa, Dios le dé el descanso eterno.Ambos se persignaron.Luego de colocar las cenizas en el lugar, decidieron marcharse.—¿Has tenido noticias de Enrique?Jorge negó.—Ninguna, pero la policía lo busca, incansables, no creas que tendré piedad, no hay nada peor que saber que tu propio hermano ha planeado tu muerte, Enrique se ha vuelto una amenaza contra todos, y también contra sì mismo.Salieron del cementerio y volvieron a casa.***Tres meses después.Mariza bañaba a su pequeña, mientras cantaba esa dulce canción de cuna.Jorge recién llegó de trabajar, y la escuchó, sonriò con dulz
—¡Enrique! ¿Cómo entraste?El hombre sonriò.—¿Importa? Dame el dinero, apúrate.—¿Matarás a tu padre?—¡No me tienes! Tú eres el culpable de todo esto —sentenció con rabia, sus ojos brillaron, Jerónimo pudo ver lo mal que estaba, sucio, desalineado, con una barba larga, espesa, y tan delgado como si hubiese pasado hambres.Jerónimo abrió la caja fuerte, le dio casi todo el dinero ahí.—Es todo el efectivo que tengo. ¡No te vayas, Enrique!Enrique le mirò fijamente.—¿No? ¿Y qué harás? Dime, ¿Acaso me vas a proteger? ¿Acaso hay alguna forma de volver el tiempo atrás?—¡Intentaste matar a tu hermano!—¡Sì! Porque le dejaste toda la fortuna a èl, no me dejaste nada a mì, ¿tanto me odias, padre? Yo también soy tu hijo, pero me dejaste sin nada.Jerónimo sollozó.—¡No, hijo! No es así, déjame explicarte…—¡No me expliques nada! Ya entendí, nunca me quisiste, solo quieres a Jorge, quédate con él. Si me envías a prisión, juro que me suicidaré, entonces te quedarás con el único hijo vivo que
Los guardias corrieron hacia la dirección que Amaranta les dio y los empleados corrieron a socorrerla.—¡Llamen a una ambulancia, llamen a mi esposo! Voy a dar a luz.Obedecieron al instante.Enrique corrió rápido, subió a su coche y se alejó cuanto pudo, estaba enfurecido, con ojos inyectados en sangre, y lágrimas rebotando en su rostro.No podía creer que la mujer que amaba ahora tendría el hijo de otro hombre.«¿Por qué no me esperaste, Amaranta? Si lo hubieras hecho, seríamos tan felices. Tendríamos un hijo, ¡es tu culpa! Arrancaste todas mis ilusiones», pensó, maldiciendo.—¡Los odio! Los odio a todos —dijo el hombre golpeando el volante.***Diego llegó hasta el hospital, pidió ver a su esposa, lo pasaron de inmediato al lugar donde podía cambiarse la ropa.—Su hijo ya va a nacer.Diego estaba emocionado, pero también temblaba de miedo, la sensación era tan extraña, un golpe de adrenalina, combinado con una gran esperanza.A como pudo se puso la ropa médica, y una vez listo corri