El beso entre el Rey Bertrand y su Reina fue una explosión de emociones, una conexión tan intensa que parecía que el mundo se detendría si se separaban, aunque fuera un instante. Sus labios se mezclaban en movimientos ardientes, mientras las manos de él exploraban la cintura y el trasero de su mujer, atrayéndola hacia él con una audacia que le causaba un estremecer. Serenia, envuelta en la calidez de su esposo, sintió cómo el tiempo se desvanecía. En un momento de locura, volvió a besarlo, esta vez de puntillas, aferrándose a él con una desesperación que brotaba de lo más profundo de su ser. —¿Vamos a hacerlo…? —preguntó la Reina, su voz vibrante de emoción, mientras una chispa traviesa iluminaba sus ojos dorados. Sus manos, atrevidas, comenzaron a despojar al Rey de su capa y su elegante abrigo, como si el tiempo y el mundo exterior no existieran. La respuesta a su pregunta no necesitó palabras. Con un movimiento decidido, Bertrand la levantó en sus fuertes brazos y la llevó ha
El viento frío de otoño soplaba a través del bosque, con cada pisada del caballo marrón, el crujir de las hojas secas se escuchaba bajo sus patas. La figura de esa Reina, bajo el cielo gris del día, con el mapa en mano, el arco y las flechas bien sujetos en su espalda. Vestía un conjunto de pantalones marrones, botas ajustadas, y una camisa de manga larga que aunque era elegante, no le restaba movilidad. Los guantes de cuero protegían sus manos, listas para la acción. El aire olía a humedad, con el aroma de la tierra mojada y las ramas caídas que rodeaban su camino. ¡Tenía que ganar! ¡De eso estaba segura! A medida que avanzaba, los árboles, desnudos se alzaban con imponencia a sus alrededores, y sus ramas retorcidas entrelazándose en las copas deshojadas provocaban un murmullo con el soplar del viento frío. La hermosa mujer sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero lo desestimó como un simple producto del frío. La emoción del desafío la mantenía en movimiento, las ansia
—¡AAAH! —gritó Serenia cuando recibió el impacto en el borde de su muslo izquierdo. "¡MALDICIÓN! ¡Al menos no me dio más en el medio!" Pensó agitada, escondiéndose tras uno de los gruesos árboles. El sonido del caballo acercándose fue abruptamente interrumpido por los gritos de varios hombres. ¡SLANK! ¡SLANK! Las flechas cortaban el aire a su paso, los caballos relinchaban, y se escuchaban sonidos abruptos de cosas pesadas cayendo al suelo. Serenia, tras el árbol, cerró sus ojos con fuerza; por un momento tuvo miedo, sintiendo cómo un escalofrío la recorría por completo, hasta que, tomando una bocanada de aire, ella abrió sus ojos y, llenándose de valor, preparó su arco y flecha. Asomándose por un costado, disparó. ¡Impactó en el abdomen de uno de los hombres! ¡Se dio cuenta por sus vestimentas que ninguno de ellos era un caballero real! "¡¿Qué demonios está pasando?! ¡¿Hay dos que me quieren matar de diferentes bandos?!" Tras ese pensamiento, la Reina comenzó a h
Las fuertes ráfagas de viento, mecían la lluvia que caía por torrenciales, las capuchas de los que salieron en búsqueda de la Reina, se agitaban constantemente junto al tintineo de las farolas. El Rey Bertrand, cabalgaba, apenas iluminado por las farolas reforzadas que llevaban. —¡ES INÚTIL SU MAJESTAD, EL TERRENO ESTÁ BLANDO, ES DEMASIADO PELIGROSO! —gritaba uno de los caballeros reales, debido al fuerte sonido de la lluvia y los truenos, para poder ser escuchado. —¡¡HAY QUE REGRESAR BERTRAND!! —alzó la voz con preocupación la marquesa Verónica. Sin embargo, el gobernante Bushlako, se negaba a retirarse y dejar a Serenia sola, probablemente herida y en esas condiciones climáticas. Él no respondió a su gente y continuó avanzando. —¡ES UNA LOCURA! ¡LA VIDA DE ELLA NO VALE LA VIDA DE TODOS NOSOTROS, INCLUYÉNDOTE! —gritaba con desesperación esa mujer rubia. En medio de un cruce de un riachuelo, cuya corriente pasaba a una velocidad abrumadora. Bertrand se detuvo, baja
El sonido de la lluvia se mezclaba con la intensidad de la corriente, frente a las dos mujeres, a unos metros de distancia entre un suelo rocosos y desnivelado, el río avanzaba a pasos feroces, arrastrando consigo ramas y troncos viejos. Los relámpagos iluminaban la escena, así como la farola que llevaba en una de sus manos la marquesa Verónica, con su brazo libre, obligaba a la Reina a caminar. —Por aquí está Bertrand. Hay que hacer el llamado con el silbato para que nos escuchen —decía con falso tono animado y entre el cansancio, la marquesa. Avanzando hasta llegar cerca del peligroso río, iba a empujar a la Reina, hasta que… ¡SERENIA LA EMPUJÓ! —¡¡AAH!! —gritó Verónica. Usando todas sus fuerzas, Serenia empujó hacia atrás a la marquesa, causando que esta cayera sentada entre tierra y rocas. La lluvia caía levemente, entre el sonido de los truenos, y las luces parpadeantes de los relámpagos que iluminaban la escena. Verónica que había soltado la farola, vió cómo el cristal s
—La herí después de que te empujó. Está en una celda especial del palacio —decía Bertrand, de pie, sosteniendo con firmeza una copa de licor en su mano enguantada. La Reina Serenia yacía en la cama, descansando su espalda sobre almohadas suaves, mientras sus ojos se posaban en su esposo. Él, tras consolarla, le explicaba el destino de la marquesa. —Tendrá un juicio por simple protocolo, donde será condenada a muerte. —Lo siento, Bertrand —respondió ella, con la mirada baja—. Verónica fue tu amiga, y yo… siento que te estoy alejando de lo que conoces. —¿Así lo ves, mi Reina? —dijo él con una sonrisa suave, llevando la copa a sus labios, con una intensa mirada verde que no se apartaba de ella. El silencio se llenó con el sutil crepitar de la leña en la chimenea. —¿De qué otra manera podría verlo, Bertrand? Verónica, Hansel, Amaya… Desde que evitaste mi fuga y te convertiste en Rey… todo tu pasado lo he… La Reina hizo una pausa, sintiendo el gesto de silencio que él había hecho c
Movía sus pequeñas piernas y agitaba sus regordetes bracitos, mientras balbuceaba dulces sonidos. Sus grandes ojos verdes miraban con ternura hacia su madre. La Reina sonreía, disfrutando del juego con su hermoso bebé pelirrojo. —¡Eres el bebé más hermoso del mundo!~ mi muñeco amado~ —le decía con cariño, su voz rebosante de amor sentada en la cama esa noche. El príncipe Brendel sonreía, mostrando sus encías, mientras Serenia jugaba con él, dándole un suave peluche colorido que él parecía adorar. —Su majestad, la hora con el príncipe ha terminado —anunció madame Cornelia con seriedad. Serenia miró a la mujer encargada de todo respecto a ella, y sacudió la cabeza de inmediato. —No. Quiero quedarme más tiempo con mi hijo. La madame se sorprendió un instante ante la respuesta de Serenia, frunciendo ligeramente el ceño. —Hay un horario que debe cumplirse. Ser Reina no significa que pueda ignorar las órdenes del Rey sobre su Alteza, el príncipe. —No me importa. Dile al Rey lo q
>>> Serenia Burgot: Esa noche… Se les prohibió el ingreso a mis doncellas a la habitación matrimonial Real. Preparé mi baño yo misma… Movía lentamente mi mano en el agua, la temperatura era la adecuada, cálida; las luces de las farolas de pared iluminaban el cuarto de baño dando una calidez dorada. Tragué saliva con nerviosismo, mi cuerpo desnudo cubierto por una bata de baño que apenas se mantenía atada de la cinta en la cintura. Suspiré profundamente y abrí la puerta. Ahí, en el salón anexo, de pie, vi a mi esposo que terminaba de tomar el licor en su copa. Sus ojos verdes de inmediato se clavaron en mí con una intensidad que hizo a mi corazón dar un brinco de emoción. —¿Vendrás? —le pregunté, aunque, más que una pregunta… Por supuesto, era una invitación. Él se acercó sin dudarlo, tras dejar la copa en la mesa. Apenas ingresó, dejando la puerta abierta, mis manos se acercaron a su camisa manga larga blanca, comencé a quitársela rápidamente, sin dejar de hacer contac