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"Si acepto, él estará más cerca de mí… Me lo ha insinuado y podré… darle esa droga que lo enfermará." La Reina comenzó a maquinara en su mente. —Está bien, acepto. Pero debemos dejar las condiciones muy claras para ambos. —Hmm… —el Rey hizo un gesto pensativo, sus dudas flotando en el aire. La figura alta del hombre pelirrojo, imponente y serio, se inclinó hacia ella. En un susurro cálido, le dijo: —En ese caso, organizaré una cita para discutir esto con toda la seriedad que merece. Serenia arqueó una ceja, la confusión asomándose en su rostro. —¿Qué tanto se necesita? Solo es permitirme ocupar la verdadera posición que me corresponde —respondió fríamente. —Es más que eso —insistió el gobernante, sus ojos verdes oscuros fijos en ella—. No me tomo las cosas a la ligera, "querida", menos si involucran a Bushlak, el reino que dirijo. Serenia guardó silencio, comprendiendo que su esposo se tomaba su trabajo con total seriedad. Por esa misma razón había liderado la mayor oposici
El Conde Hansel Ruwer, un hombre de la nobleza Bushlaka. Líder de los Ruwer, una de las casas más poderosas y ricas, siempre leal a Bertrand. Hansel conocía al monarca desde la adolescencia; su condado se encontraba en el este, cerca de la ciudad costera donde Bertrand creció. Vestido con un elegante traje oscuro, su cabello castaño semilargo estaba perfectamente peinado hacia atrás, y sus ojos celestes brillaban con intensidad. Era un hombre alto y maduro, en sus treinta años, con una apariencia seria que imponía respeto. Se había casado dos veces y ahora solo tenía un hijo pequeño de seis años, cuya salud era delicada. Serenia sabía todo esto sobre él. Después de todo, había estudiado a todos los invitados que asistirían esa noche. Aunque sabía que Hansel estaba en la "lista de honor", pensó que la distancia entre su condado y la capital lo mantendría alejado... ¡Qué equivocación! —¿Ocurre algo? —la voz del Rey la sacó abruptamente de sus pensamientos. Serenia parpadeó vari
¡BUM! —¡AY! —gritó Serenia cuando el Conde Hansel Ruwer la agarró del brazo y la empujó con fuerza contra la pared, sujetándola de ambas muñecas a la altura de su cabeza. El hombre de cabellera castaña, se inclinó hacia ella y susurró: —¿Y si te dijera que sé quién te envió ese cofre? ¿Creerías que conozco tu plan? Sé lo que estás tramando a espaldas del Rey. Su voz era un susurro amenazante, pero Serenia logró mantener la calma, sin mostrar ni una pizca de sorpresa. —¿Realmente lo sabes? —preguntó, con seriedad. —Sí. Tengo mis conexiones en el Marquesado Hazlit. —Oh… Te creo… —susurró ella, mostrando interés. —¿Qué harás, Reina? ¿Estás dispuesta a escucharme? —sonrió el hombre maduro—. Si es así, me reuniré contigo en secreto en la capital. "¿Reunirse conmigo en secreto? Podría ser arriesgado, pero…" "¿Y si realmente sabe quién me está ayudando? ¿Quién planea acabar con la vida de Bertrand lentamente, enfermándolo?" La Reina suspiró, considerando sus opciones.
—¡Espera! —exclamó la Reina, posando su mano sobre el brazo del Rey. Bertrand la miraba con una mezcla de curiosidad y desafío, su expresión seria e indescifrable. Los ojos dorados de Serenia se encontraron con los del alto hombre pelirrojo que estaba detrás de ella. Sintió que le costaba respirar, y la tensión en el aire se volvía electrizante. —No entiendo por qué te resistes. ¿Has mentido al decirme que te sentías incómoda? —dijo él, su voz baja y firme. Serenia retiró su mano, sintiendo un cosquilleo recorrer su piel. —No mentí... —susurró, sintiendo cómo el rubor se apoderaba de sus mejillas mientras los dedos de él comenzaban a jugar con los bordes de la venda sobre sus senos. Su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho. —¿No?, en ese caso... —dijo el Rey Bushlako, un tono malicioso en su voz mientras el vendaje comenzaba a aflojarse. Serenia sabía que estaba en una situación comprometedora, pero había algo en el ambiente que la mantenía en
—No te escucho hablar, "querida" —susurró el Rey, mientras sus dedos deslizaban suavemente el tirante del camisón, acariciando con un roce seductor el hombro desnudo de Serenia. Un escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Él estaba en esa habitación frente a ella, a escasos centímetros, sus cuerpos rozándose peligrosamente mientras ella se sentía semidesnuda. "No puedo decirle la verdad. ¡Definitivamente no haré eso! Pero él tampoco se va a creer cualquier excusa… ¡Es un hombre que planeó la caída de su padre y lo logró! Es alguien muy perspicaz" Pensó la Reina, su respiración agitada y llena de nerviosismo, incapaz de ocultar el rubor que invadía su piel. En ese momento, la mano izquierda de ese hombre dejó su cintura y se acercó al otro hombro. Serenia se quedó helada, su corazón latiendo desbocado, cuando él intentó deslizar el otro tirante de su camisón. —¡Espera! —exclamó ella, su voz temblorosa. —¿Vas a decirme la verdad? —dijo él, con un tono arrogante—. ¿O te e
La madera de la elegante mesa haciendo contacto directo con su trasero. Una sensación electrizante recorrió todo su cuerpo, expuesta y vulnerable, veía a ese hombre pelirrojo frente a ella que seguía luciendo tan impecable y bien vestido, que solo hacía que su vergüenza aumente. Sentía cómo su intensa mirada verde oscura la veía con un ardiente deseo, su rostro acercándose al de ella a centímetros de distancia, sus alientos entrelazádose. "Es normal… Estamos casados…" Pensó la Reina intentando convencerse a sí misma, de que no significa absolutamente nada, más que compromiso. La mano del Rey, la tomó de su barbilla con delicadeza, viéndola fijamente; él nunca había sido brusco con ella después de todo, a excepción de dos días, uno, cuando ella le pidió el divorcio, y dos, cuando la encontró luego de huir. Sus labios se unieron a los del Rey, un beso que inicio tan lento que la hizo temblar, sus suaves labios con movimientos cada vez más firmes, la mano del Rey que sostenía
Ella había causado que ese hombre luciera levemente desaliñado. Entonces un pensamiento llegó a ella, uno que la llenó de celos. ¿Si en cuatro años no lo había hecho con ella? ¿Con qué otra u otras mujeres tuvo relaciones sexuales? Un sentimiento de incomodidad invadió su corazón. "Quizá… La marquesa Hazlit… O quizá…" —¡AAY! —gritó Serenia, cuando Bertrand molesto la sacó abruptamente de sus pensamientos, agarrándola del cabello y acercándola hacia su rostro. —¿En qué o quién piensas tanto "querida"?, concéntrate solo en mí —exigió con su grave voz cargada de posesividad. Serenia asintió, a la vez que una sonrisita maliciosa se dibujó en su rostro. —Es que… No es justo… —dijo ella con atrevimiento. —¿Hmm? ¿Qué? —arqueó una ceja ese hombre pelirrojo. Su mirada curiosa en la mujer desnuda entre sus brazos. —Yo también quiero verte desnudo —susurró ella descaradamente. Por un momento la sorpresa se mostró en el rostro del Rey Bushlako, rápidamente, cambiando a una e
Esa noche… Los Reyes Bushlakos no se presentaron en el resto de la velada. "Una emergencia con el príncipe, algo que al final. No fue grave" Fue lo que se decía al día siguiente en todo el Reino. ……….. Serenia tomaba su desayuno ese día. Como de costumbre, absolutamente sola. Sus ojos dorados viendo la elegante vajilla que mostraba coloridos y apetitosos platillos. A la vez que los probaba, su mente se llenaba de pensamientos conflictivos. Esa mañana, había recibido una carta anónima, aunque ella sabía, se trataba del Conde Hansel Ruwer, con la dirección de una posada en la capital, la fecha de ese mismo día y la hora de las cinco de la tarde. ¿Cómo lograría salir tan pronto?, aunque tenía libertad de pasear escoltada por todo el territorio Real central y la capital, necesitaba autorización del Rey. "Podría intentar reunirme con Bertrand y solicitar permiso. Aunque imagino que está en su oficina siendo interrogado por el consejo sobre nuestra grave falta de interés e