Por la noche, Julieta se acurrucó de rodillas en un rincón, con el cuerpo y la cara cubiertos de moretones. Las lágrimas brotaban de sus ojos, lo que la hacía parecer muy patética.De repente, sus pulmones se convulsionaron. Un sabor a sangre le subió por la garganta, haciendo que le picara y le doliera. Tenía muchas ganas de toser, pero no se atrevía. Temía que si emitía un sonido se llevaría otra paliza.Se mordió la lengua, se clavó las uñas en la carne y utilizó el dolor para reprimir las ganas de toser y tragar la sangre que tenía en la boca. Esto se repitió en un ciclo.Ese día no se había tomado los analgésicos y no tenía certeza de cuántas veces le daría un ataque por la noche.Leandro les dijo que lo hicieran. Parecíaa que realmente quería a Dalila. Además, era su ángel.Entonces ¿qué era ella?Las lágrimas de Julieta querían resbalar por su rostro, pero no se atrevió ni a sollozar. En su lugar, contuvo cuidadosamente las lágrimas hasta que se hizo de mañana.Casi no había dor
Julieta negó con la cabeza. Le dolía tanto el corazón que su mente comenzó a divagar. Estiró la mano, fue a tirar de la campera de Leandro, pero, aunque la agarró varias veces no pudo apoderarse de ella.—No hay nadie más en mi corazón, nunca he amado a nadie más que a ti…—Julieta, ya he capturado a tu hombre, le he quitado las dos manos y lo ha admitido.Julieta sintió que su respiración se entrecortaba ante sus palabras, sus pulmones no podían respirar y el dolor era insoportable.Extendió la mano, la apretó contra sus pulmones y respiró con fuerza, seguida de una tos aguda, con la que escupió una bocanada de sangre al suelo.¿De verdad Leandro le había pedido que cediera su puesto de esposa principal a otra persona, obligándola a convertirse en la tercera rueda?Cuando Leandro vio el charco de sangre en el suelo, frunció el ceño, la tiró fuertemente de los hombros y la sacudió con fuerza. —Julieta, solo tienes neumonía. No finjas, las personas con neumonía no escupen sangre.Con u
—¡Tú!—Julieta, no te enojes. No solo no tuve un accidente de coche, sino que tampoco iba a buscar a Leandro ese día. Te tendí una trampa, Julieta. Y seguirás en mi trampa, aunque salgas de esta cárcel.Agachada, Dalila tiró a Julieta del pelo y se rio horriblemente. —¿Cómo te sientes? Es malo para ti hoy en día, ¿no?—¡Dalila, te voy a matar!Julieta gruñó mientras se defendía de Dalila con todas sus fuerzas. Luego bajó la cabeza y dio un fuerte mordisco en el brazo de Dalila.—Ay, Julieta ¿eres un perro?A causa del dolor, Dalila encogió la mano hacia atrás.Julieta escupió hacia el suelo y dijo asqueada: —La carne de una mujer venenosa es agria. ¡Qué asco!—¿De qué estás hablando?—Dalila, ¿sabe Leandro que tienes este aspecto? ¿No tienes miedo de que te descubran?Dalila resopló. —Que me descubran. Leandro cree cada palabra que sale de mi boca, pero no cree nada de lo que sale de la tuya. Dime, ¿quién se tiene que preocupar? ¿Tú o yo? Te aconsejo amablemente que no pienses en ha
Después de terminar de decir esto, presionó a Julieta contra el suelo y sus altos tacones rojos pisaron su delgada mano.Julieta sentía dolor. Apretó los dientes, y trató de luchar, pero no podía mover la mano. Dalila se la estaba pisando tan fuerte que con la otra mano tuvo que agarrar el tacón rojo de Dalila.Dalila había intentado pisotear su otra mano, pero se había detenido cuando estuvo a punto de tropezar con la mano extendida de Julieta. Aun así, el delgado tacón ya había pisoteado la mano izquierda de Julieta hasta hacerla sangrar.—Ahora, fíjate bien, ¡la que gana soy yo, la que pierde eres tú! Como ya no tienes tu mano favorita, ¡a ver cómo haces diseños!Después de todo lo dicho y hecho, Dalila se calzó sus tacos altos y se dirigió a la puerta mientras sonreía con suficiencia. —Julieta, disfruta tu tiempo en la cárcel. Para cuando salgas, los hijos de Leandro y yo deberíamos estar listos para ir de compras.Julieta sostuvo su mano izquierda y apretó los dientes mientras mi
Renzo lo miró por el retrovisor. Abrió la boca, intentó decir algo, pero al final lo único que le salió fue un "mmm".El señor desconfiaba tanto de la señora que la menor pregunta despertaba sus sospechas.Renzo no creía que Julieta lo engañara, pero si lo decía, aumentaría el resentimiento del señor, así que tuvo que callar.Cuando llegó al hospital, Leandro envió a Julieta directamente a la sala de urgencias y justamente se encontró otra vez por casualidad con el médico de antes.Este echó un vistazo a la mujer llena de sangre en la cama y sacudió la cabeza con un gesto de incredulidad. —Señor Cisneros, si quiere que su esposa muera, no tiene sentido salvarla.Cuando terminó de hablar, dio media vuelta y entró en el quirófano.Después de la reanimación, la enfermera que asistía en la operación llevó a Julieta hacia afuera. Cuando pasó cerca de Leandro, quien estaba parado a un costado, puso los ojos en blanco. ¡El hombre era muy cruel!—Señor Cisneros, su esposa está embarazada y mu
Julieta no quería aceptarlo. ¿Por qué Leandro actuaba de esta forma? Que fuera tan gentil se sentía como el cálido sol de la mañana luego de infinitos días grises.Ella se hundió en los brazos de Leandro y con la felicidad de mil vidas gritó: —Leandro, ¿no me odias más? ¿Esto está pasando de verdad?Él le acarició suavemente el rostro mientras la miraba con una dulce expresión: —Julieta, déjalo atrás, ¿vale?—Pero ¿y Dalila? Creí que me dejarías y la harías tu esposa. —No, no. Julieta, esta vez, esta última vez, solo quiero que seamos nosotros dos. Este bebe... tienes que abortarlo, te consumirá por completo —dijo él con una mezcla de resignación, sombría certeza, tristeza y alivio.En ese momento, Julieta se transportó al pasado, antes de que el infierno en la tierra apareciera en su vida. Su corazón había vuelto, su Leandro estaba de vuelta. Ella bajó la mirada, puso la mano sobre su vientre y dijo con ojos llorosos: —Leandro, quiero darte un hijo. Cuando yo no esté, él será mi
Esas palabras... cáncer de pulmón... retumbaron en lo más profundo del ser de Leandro. Apretó tanto las manos que estuvo por romper el cuello de Julieta y bramó con una furia:—¡Ella no tiene ninguna enfermedad terminal!Dalila fingió sorpresa. Levantó la escayola de su mano derecha, con la cara llena de preocupación y dijo: —Pero la enfermera acaba de decirme claramente que...Leandro soltó una risita sarcástica.—Je, eso es el truquito de esta mujer para engañar a todos y que sientan simpatía.Leandro se acercó a Julieta, apretó los dientes y dijo: —¡Julieta, tus hechos me dan asco!Dalila se precipitó hacia delante para bloquear a Leandro, y suplicó: —¡Leandro, pare! ¡Vas a matarla de verdad, suéltala!Pero la fuerza del delgado brazo de Dalila que intentaba bloquear a Leandro era desgraciadamente pequeña. Aunque en su rostro se veía la preocupación, en su mente decía: “Julieta, ¡después de todo sigues siendo mi rival derrotada!”De repente, los pies de Dalila resbalaron. Su man
Julieta temblaba de rabia. Sabía que Dalila mentía, pero tampoco tenía pruebas.—¡Fuiste tú quien me dijo todo esto, Dalila! ¡El accidente de coche fue algo que me contaste esta mañana en el centro de detención!—Yo no... —Dalila intentó esconderse entre los brazos de Leandro—Leandro, no fui al centro de detención... —Sí viniste, si yo todavía...Sin esperar a que Julieta terminara de hablar, Leandro le reprendió:—¡Basta! Julieta, ya has causado suficientes problemas. Sobornaste a la enfermera para pretender que tenías cáncer, lo cual no funcionó. ¿Ahora quieres culpar a Dalila de todo?—¡No soborné a nadie! ¡De verdad tengo cáncer de pulmón! —respondió JulietaLeandro tiró a la cara de Julieta el diagnóstico que tenía en la mano y dijo:—Pues míralo tú misma, está escrito en blanco y negro.El cuerpo de Julieta tembló y se agacho para coger el papel deformado.Cuando vio la palabra "neumonía", sus piernas se debilitaron y casi se cayó al piso.No podía explicarlo, realmente no tení