—¡Tú!—Julieta, no te enojes. No solo no tuve un accidente de coche, sino que tampoco iba a buscar a Leandro ese día. Te tendí una trampa, Julieta. Y seguirás en mi trampa, aunque salgas de esta cárcel.Agachada, Dalila tiró a Julieta del pelo y se rio horriblemente. —¿Cómo te sientes? Es malo para ti hoy en día, ¿no?—¡Dalila, te voy a matar!Julieta gruñó mientras se defendía de Dalila con todas sus fuerzas. Luego bajó la cabeza y dio un fuerte mordisco en el brazo de Dalila.—Ay, Julieta ¿eres un perro?A causa del dolor, Dalila encogió la mano hacia atrás.Julieta escupió hacia el suelo y dijo asqueada: —La carne de una mujer venenosa es agria. ¡Qué asco!—¿De qué estás hablando?—Dalila, ¿sabe Leandro que tienes este aspecto? ¿No tienes miedo de que te descubran?Dalila resopló. —Que me descubran. Leandro cree cada palabra que sale de mi boca, pero no cree nada de lo que sale de la tuya. Dime, ¿quién se tiene que preocupar? ¿Tú o yo? Te aconsejo amablemente que no pienses en ha
Después de terminar de decir esto, presionó a Julieta contra el suelo y sus altos tacones rojos pisaron su delgada mano.Julieta sentía dolor. Apretó los dientes, y trató de luchar, pero no podía mover la mano. Dalila se la estaba pisando tan fuerte que con la otra mano tuvo que agarrar el tacón rojo de Dalila.Dalila había intentado pisotear su otra mano, pero se había detenido cuando estuvo a punto de tropezar con la mano extendida de Julieta. Aun así, el delgado tacón ya había pisoteado la mano izquierda de Julieta hasta hacerla sangrar.—Ahora, fíjate bien, ¡la que gana soy yo, la que pierde eres tú! Como ya no tienes tu mano favorita, ¡a ver cómo haces diseños!Después de todo lo dicho y hecho, Dalila se calzó sus tacos altos y se dirigió a la puerta mientras sonreía con suficiencia. —Julieta, disfruta tu tiempo en la cárcel. Para cuando salgas, los hijos de Leandro y yo deberíamos estar listos para ir de compras.Julieta sostuvo su mano izquierda y apretó los dientes mientras mi
Renzo lo miró por el retrovisor. Abrió la boca, intentó decir algo, pero al final lo único que le salió fue un "mmm".El señor desconfiaba tanto de la señora que la menor pregunta despertaba sus sospechas.Renzo no creía que Julieta lo engañara, pero si lo decía, aumentaría el resentimiento del señor, así que tuvo que callar.Cuando llegó al hospital, Leandro envió a Julieta directamente a la sala de urgencias y justamente se encontró otra vez por casualidad con el médico de antes.Este echó un vistazo a la mujer llena de sangre en la cama y sacudió la cabeza con un gesto de incredulidad. —Señor Cisneros, si quiere que su esposa muera, no tiene sentido salvarla.Cuando terminó de hablar, dio media vuelta y entró en el quirófano.Después de la reanimación, la enfermera que asistía en la operación llevó a Julieta hacia afuera. Cuando pasó cerca de Leandro, quien estaba parado a un costado, puso los ojos en blanco. ¡El hombre era muy cruel!—Señor Cisneros, su esposa está embarazada y mu
Julieta no quería aceptarlo. ¿Por qué Leandro actuaba de esta forma? Que fuera tan gentil se sentía como el cálido sol de la mañana luego de infinitos días grises.Ella se hundió en los brazos de Leandro y con la felicidad de mil vidas gritó: —Leandro, ¿no me odias más? ¿Esto está pasando de verdad?Él le acarició suavemente el rostro mientras la miraba con una dulce expresión: —Julieta, déjalo atrás, ¿vale?—Pero ¿y Dalila? Creí que me dejarías y la harías tu esposa. —No, no. Julieta, esta vez, esta última vez, solo quiero que seamos nosotros dos. Este bebe... tienes que abortarlo, te consumirá por completo —dijo él con una mezcla de resignación, sombría certeza, tristeza y alivio.En ese momento, Julieta se transportó al pasado, antes de que el infierno en la tierra apareciera en su vida. Su corazón había vuelto, su Leandro estaba de vuelta. Ella bajó la mirada, puso la mano sobre su vientre y dijo con ojos llorosos: —Leandro, quiero darte un hijo. Cuando yo no esté, él será mi
Esas palabras... cáncer de pulmón... retumbaron en lo más profundo del ser de Leandro. Apretó tanto las manos que estuvo por romper el cuello de Julieta y bramó con una furia:—¡Ella no tiene ninguna enfermedad terminal!Dalila fingió sorpresa. Levantó la escayola de su mano derecha, con la cara llena de preocupación y dijo: —Pero la enfermera acaba de decirme claramente que...Leandro soltó una risita sarcástica.—Je, eso es el truquito de esta mujer para engañar a todos y que sientan simpatía.Leandro se acercó a Julieta, apretó los dientes y dijo: —¡Julieta, tus hechos me dan asco!Dalila se precipitó hacia delante para bloquear a Leandro, y suplicó: —¡Leandro, pare! ¡Vas a matarla de verdad, suéltala!Pero la fuerza del delgado brazo de Dalila que intentaba bloquear a Leandro era desgraciadamente pequeña. Aunque en su rostro se veía la preocupación, en su mente decía: “Julieta, ¡después de todo sigues siendo mi rival derrotada!”De repente, los pies de Dalila resbalaron. Su man
Julieta temblaba de rabia. Sabía que Dalila mentía, pero tampoco tenía pruebas.—¡Fuiste tú quien me dijo todo esto, Dalila! ¡El accidente de coche fue algo que me contaste esta mañana en el centro de detención!—Yo no... —Dalila intentó esconderse entre los brazos de Leandro—Leandro, no fui al centro de detención... —Sí viniste, si yo todavía...Sin esperar a que Julieta terminara de hablar, Leandro le reprendió:—¡Basta! Julieta, ya has causado suficientes problemas. Sobornaste a la enfermera para pretender que tenías cáncer, lo cual no funcionó. ¿Ahora quieres culpar a Dalila de todo?—¡No soborné a nadie! ¡De verdad tengo cáncer de pulmón! —respondió JulietaLeandro tiró a la cara de Julieta el diagnóstico que tenía en la mano y dijo:—Pues míralo tú misma, está escrito en blanco y negro.El cuerpo de Julieta tembló y se agacho para coger el papel deformado.Cuando vio la palabra "neumonía", sus piernas se debilitaron y casi se cayó al piso.No podía explicarlo, realmente no tení
¿17 años?La mano de Leandro que sostenía a Dalila se puso rígida. Él y Julieta tan solo se conocían desde hace 4 años. ¿De dónde había sacado los 17 años?—En serio, eres una desvergonzada. ¿17 años? ¿Cómo puedes mentir sobre estas cosas?Julieta aspiró una bocanada de aire frío. Sintió una caída dentro del pecho, como si tuviera un agujero. Trató de aspirar aire pero se sentía frío y estaba jadeando por eso. “Se olvidó... él se olvidó”, pensó.Cuando se conocieron, 17 años atrás por medio de un incidente, ella pensaba que fue cosa del destino, pero nunca lo había mencionado. Pero hoy ya se había dado cuenta que todo siempre fue una farsa, todo era una ilusión por su parte.Aquel adolescente que prometió protegerla hace diecisiete años ya no existía más.Julieta resopló, retrocedió unos pasos de forma lenta y cayó finalmente sobre la cama. Ella dijo:—Leandro, me queda claro que has olvidado tu promesa hace mucho tiempo. Me prometiste dos veces que me protegerías el resto de mi vida,
La expresión de Julieta cambió de inmediato. —¿Qué dijiste?Ella creía que el doctor mantendría su promesa, de ahí que emitió el reporte de neumonía, pero jamás se le ocurrió que Dalila tendría algo que ver.En ese momento agarró la mano de la joven y preguntó: —¿Acabas de decir que Dalila sobornó a todo el mundo para que emitiera el diagnóstico falso?—Sí, y también pagó a la enfermera para que le diga a su marido que yo fui sobornada por usted, que soy quien miente en los diagnósticos. Por eso es que su marido lo creyó.Julieta entendió todo al instante.Resopló. Dalila había hecho un movimiento impecable.Pensándolo más en detalle, el centro de detención no tendría ningún tipo de vigilancia o testigos que estuvieran allí, por lo que aquellos comentarios serían acusaciones injustas.—Jeje, ¡pero qué inocente niña con un gran corazón! Soy tan estúpida —se dijo Julieta a sí misma.La joven se veía confundida, y dijo: —Señorita Rosales, usted no es estúpida, es que esa mujer es una s