Me tomo de un solo trago la segunda copa de champaña y tratando de parecer desapercibida me encamino hacia la misma puerta por la que entraron, abro la puerta la cual rechina en cuanto la abro y me encuentro con un pasillo sofisticado y muy bien iluminado. Comienzo a atravesarlo dándome cuenta de que a sus costados tienen dos puertas, por lo que pego mi oreja en cada una de ellas tratando de escuchar algo, pero no consigo nada así que me arriesgo a abrir la puerta encontrándome con un salón lleno de armas por un lado y por otro un baño, pero ambos vacíos, sigo caminando por el pasillo y giro hacia la derecha topándome casi de inmediato con otra puerta de donde provienen voces. Trago en seco y decido pegar mi oreja, pero es casi imposible entender lo que dicen desde acá. Respiro profundo y abro y cierro mis puños en un intento de detener el temblor de mis manos, tomo la manilla y la giro para abrirla, me muerdo el labio inferior y comienzo a suplicar en mi mente que la puerta no haga n
Alex. Salgo de esa habitación con el corazón hecho trizas, pero con una sola cosa en mente, salir de este lugar. Todos me dijeron que era una sentencia de muerte, incluso los dos locos que se atrevieron a venir conmigo, Nate y Roger. pero aun así me acompañaron en mi sentencia de muerte, porque no podía seguir soportándolo, no podía quedarme a escuchar rumores sobre rumores, tenía que verlo con mis propios ojos y lo vi, vi cómo se está destruyendo a su misma al estar con un hombre que no la valora, que no la ama, que no la merece. Que la trae a este tipo de lugares, a drogarla y cogérsela mientras está vulnerable y triste. Ese es Max, es el tipo de cosas que ha hecho desde que lo conocí, se mete en la mente de las mujeres y las hace añicos, las toma en su momento más vulnerable y las moldea como quiera y yo le di ese acceso a ella, le dejé la puta puerta abierta y un maldito pastel de bienvenida. Le puse a Jennifer en bandeja de plata.Esta casa la conozco muy bien, la conozco tan bi
Valeria, Sebastián, Roger y yo estamos en mi pista privada observando cómo Camilo baja de su jet junto con dos hombres robustos de color. Camilo es alto, fornido, aunque su barriga se comienza a notar, como si hubiera descuidado el entrenamiento o su alimentación, es de piel blanca, con ojos oscuros y barba. Lleva puesto ropa como si viniera de la playa, tiene anillos de oro, cadenas de oro y aretes de oro, gigantes, como si quisiera que todos lo notaran. Se acerca a nosotros y chifla en cuando nota a Valeria, ella se levanta sus gafas de sol con una sonrisa.—¿Qué es esta belleza, ome? —exclama en español, con un acento paisa.—¿Cómo estuvo el viaje? —le pregunta Valeria, él hace una mueca con su boca.—Largo —contesta, pero esta vez lo hace en inglés—, pero ya estamos aquí.—Él es Alex Lennox, el hombre del que te hablé —me presenta Valeria.Camilo se acerca a mí y me tiende la mano. Se siente ligeramente áspera al tacto.—Es un placer —le contesto—, él es Roger, es mi mano derecha.
Jennifer.Me siento eufórica, llena de entusiasmo, llena de satisfacción, me siento poderosa, como si la fuerza que llevaba escondida en mi interior ahora haya salido a flote y me haya envuelto en un clímax caótico. Nunca me había sentido de esta forma y ahora sé lo mucho que me hacía falta sentirme así. Decidí mudarme a la casa de Max, sí, la que en realidad es de Alex, luego de aquella fiesta en la que creo que lo aluciné debido a que jamás fue encontrado dentro de la casa, no he sabido más de él y he intentado no pensar en él. Luego de esa noche borrosa, bastante borrosa, sentí que me seguían y al contarle a Max creyó que se trataría de la amenaza de Valeria así que acepté su oferta. Para este punto he intentado olvidar el lugar donde vivo, he intentado olvidar a quién le pertenece en realidad y centrarme en lo que tengo al frente; a mi hermana, paso más tiempo con ella, ha vuelto a la escuela, su enojo por los cambios ha desaparecido tan rápido cómo vino, no obstante, su relación
Alex. Se escucha un silencio sofocante en toda la casa desde que llegamos. Nadie ha dicho o hecho absolutamente nada, salvo Valeria, quien habla con la familia de Camilo. El muerto se está poniendo frío en la sala mientras todos los presentes lo rodeamos intentando no verlo, intentando que su sangre no traspase el plástico en el que se encuentra envuelto. Heather está intentando mantenerse a flote, pero es evidente que la está pasando mal y es que sí, muy seguramente no es el primer muerto que ve, pero todo lo que rodeó su muerte es lo que lo hace impactante; el hombre literalmente acababa de llegar al país y la chica que Valeria le había prometido como recompensa fue quién lo mató. Eso descompone a cualquiera, incluso Nate le ha dicho a Heather que debería ir a dormir, pero sé que ella puede sentir lo tenso del ambiente, puede sentir que no es lo más apropiado irse a dormir ahora, que lo último en lo que pensamos ahora es en una cama.Valeria al fin sale de la oficina con su mirada
Jennifer. El sol está saliendo, pero se siente el ambiente como si fuera la peor de las noches y es que lo fue. La camioneta se detiene y la primera en bajar es Crystal quien corre hacia la casa ignorando los cuerpos en el jardín, blancos, con sus ojos tan abiertos como el orificio en sus cabezas y en sus cuerpos. Mientras caminamos hacia la entrada de la casa Max chasquea sus dedos para que sus hombres comiencen a recoger los cuerpos de sus compañeros, de chicos y hombres más maduros con lo que estuvieron años juntos. Noto que los recogen como si se trataran de bolsas de basura y los comienzan a envolver. —¿Qué harán con ellos? —susurro más para mí que para nadie más y es Mike, la mano derecha de Nathan quien me contesta. —Nena, ni siquiera quieres enterarte de lo que harán con ellos. —¿Qué crees que debemos hacer para ocultar un montón de cadáveres por toda la ciudad? —me pregunta Nathan al pasar por mi lado—, yo creo que picarlos, ¿no? —añade. Max escucha la conversación así qu
Alex. Decidí volver a la gran mansión donde asesinamos a todos esos hombres, decidí volver porque sabía que ella estaría allí, sabía que sería sencillo verla. Así que volví y la vi, la vi bajando junto a Max del auto que le regalé en su cumpleaños, lo que me sorprendió ya que no sabía que realmente lo había conservado. Incluso vi a Nathan y juro qué el estomago se me hizo un nudo, pero de la misma ira que comenzó a recorrer mi interior, sin embargo, la dejé a un lado porque mis ojos, como si tuvieran vida propia a quién realmente querían ver era a Jennifer. Ella entró a la casa y yo me quedé pensando en lo que había visto porque luce realmente diferente, no están tan delgada como antes lo que hace que su trasero y sus curvas se vean preciosos, su ropa es diferente, es más oscura, al igual que su maquillaje, luce como alguien diferente. Cuando salió, alrededor de media hora después se subió al auto como si estuviera enojada, pero esta vez Max no se fue con ella. La seguí hasta aquí, es
Jennifer. —No me digas así, no me digas de ese modo nunca más en tu vida —le respondo.Escucharlo decirme de esa forma, escucharlo decirle ese apodo de cariño que solo tenía conmigo me duele, me duele porque me hace recordar lo mucho que amaba que él me dijera de esa forma, además de todo lo que tuvimos que pasar para al final aceptar que nos amábamos, que no podíamos seguir ocultándolo. —Está bien, entonces olvida que alguna vez te mencioné esto, si quieres olvida que alguna vez tuvimos esta conversación, que nos vimos y que compartimos un helado con tu hermana —es lo que él me respondo.Veo dolor en sus ojos, veo incluso el ápice de alguna lágrima, pero necesito que entienda que lo que hizo estuvo mal, que no puedo recibirlo con los brazos abiertos y que justo ahora más que nunca debo ser inteligente y no sería inteligente dejarlo todo, dejar sus enemigos, incluso los míos aquí, vivos e irnos a cualquier lugar donde muy seguramente ellos llegarán.—Alex… —intento hablar, pero él