Zebela Todavía me parecía irreal lo que estaba sucediendo. Ojalá esta situación se tratara de una de las tantas pesadillas que me perseguían en la noche, mas no era así: todo lo que me estaba ocurriendo era real. Yo estaba siendo confundida con una bruja, y una gran cantidad de personas demandaban mi muerte a gran voz. Estaba atrapada, acorralada cual animalito asustado e indefenso.—¡Por favor, no me hagan daño! —rogué con voz temblorosa—. No soy una bruja.—Ah, ¿no? —se burló uno de los guerreros—. Nos atacaste con tu brujería. ¿Cómo justificas eso?—No es brujería. Puedo explicarlo —refuté, al borde de la locura. Mis manos se sacudían, y mi pecho subía y bajaba con gran agitación. Todavía la confusión me nublaba los pensamientos y me trababa al hablar.—¿Qué vas a explicar? —dijo Maricella con una expresión de mucha satisfacción. Ni siquiera había notado que ella también estaba junto a los guerreros que me perseguían—. ¿Que embrujaste al alfa y que por eso te trajo a Luna Roja? ¿O
BastianSentía la adrenalina a mil mientras mi cuerpo temblaba de la ira. Mi parte salvaje me incitaba a matarlo, pero tuve que luchar contra mi lado oscuro para mantener la compostura.Si estuviéramos en otro lugar, ya este gusano estaría muerto; sin embargo, debía respetar a Donai y a su manada y evitarles problemas innecesarios, en especial después de que, literalmente, habían vivido una maldita guerra.Suspiré profundo para recuperar la calma y saqué un pañuelo de mi bolsillo, con el que me limpié la sangre asquerosa de mis manos.—Maldito Roan, agradece que estamos en territorio ajeno o no hubieras vivido para contarlo —proferí, cargado de rabia—. Todos son testigos de que él me atacó primero —me dirigí a los demás mientras le apuntaba a ese blandengue con mi dedo acusador.—Lo entendemos, alfa Bastian, no se preocupe —me abordó Donai, nervioso—. Por favor, regrese a su manada antes de que este asunto empeore. Yo me haré cargo del resto —rogó; la preocupación ensombrecía su rostr
RoanNo había alcohol que pudiera calmar mi ira y decepción. Había un fuego que me quemaba por dentro y que estaba a punto de estallar.¡Carajo!¿Cómo diablos sucedió eso? ¿Zebela, mate de ese imbécil? ¿Él la reclamó? ¡No! Eso era una vil mentira. Mi luna jamás se acostaría con ese estúpido; ella me amaba a mí.—¡Maldición! —proferí, fuera de mis cabales. Me bebí todo el contenido del ron que quedaba y tiré la botella contra la pared cuando su supuesto efecto calmante no funcionó.Necesitaba más alcohol.Destapé la botella de vino a mi lado y me pegué a ella como si estuviera muy sediento, como si esa bebida, que me llenaba el paladar con su dulzura, fuera agua.Me sentía traicionado. Sabía que Zebela estaba enojada por mi desliz con Kapria y que todo lo que hacía se trataba de un berrinche para vengarse, pero ¿entregarle su cuerpo a otro hombre? No, eso era inaceptable.Ese maldito alfa solo estaba mintiendo para fastidiarme...—¡Zebela es mía! —grité, airado, luego tiré las botellas
ZebelaMi cabeza daba vueltas y dolía como el demonio. Un mareo profundo me abrumaba, acompañado por las náuseas que me hacían devolver lo poco que me daban de comer.Por más que intentaba mantener los ojos abiertos, me era casi imposible, pues el acónito en mi sangre me debilitaba, lo que impedía que usara mi habilidad como deseaba.No obstante, estaba sorprendida. Pese a mi condición de envenenamiento, mis poderes funcionaban, ligeramente, pero lo hacían. Si tuviera más energía o fuerza, podría intentar escapar de aquí, aunque era lo menos inteligente por hacer.—Bastian... ¿por qué tardas tanto? —balbuceé, desesperada, pues necesitaba salir de este lugar horrendo lo antes posible.No sabía cuánto tiempo tenía aquí, pues el calabozo siempre estaba en oscuridad, lo que me impedía llevar un cálculo del tiempo. Pero se sentía como una eternidad.Ya estaba perdiendo la esperanza de que Bastian viniera a mi rescate, lo que me empezó a asustar. Si Bastian se tardaba o decidía creerles a e
BastianMi cuerpo era sacudido por las corrientes de los galopes rápidos del caballo que le compré a la primera persona que encontré en el puerto de mi manada. Como alfa, no había nada que me negaran, lo cual era conveniente en este momento.Necesitaba llegar cuanto antes y, debido a que nadie sabía acerca de mi regreso hoy, no hubo ninguna persona esperándome.Estaba desesperado por llegar. Mientras más me acercaba a mi destino, más grande era la angustia en mi pecho. Me sentía enfermo, con un malestar nauseabundo y un dolor en el cuerpo que me hacía apretar las riendas cada vez que un movimiento brusco me sacudía.¿Qué diablos estaba pasando? ¿Por qué me sentía débil? Esta sensación tan extraña, en la que sentía que una parte de mí se iba desvaneciendo, dejándome en un vacío desolador, me ponía cada vez más inquieto.«Zebela, ¿estás bien?», le pregunté por medio del vínculo, pues la distancia no era tan larga como antes. No escuchar una respuesta de su parte me trajo un mal sabor de
ZebelaEl jalón de cabello que me dio Maricella rompió el hilo de mis meditaciones y me trajo de vuelta a la realidad, una dolorosa y desesperanzadora.Abrí los ojos y miré a mi alrededor en busca de algún guardia, pues la última vez que ella vino trajo a uno para azotarme. Pero solo estaba ella allí, lo que me pareció raro y sospechoso.—Vine a traerte una cura, para que veas que no soy tan mala como piensas —dijo con sarcasmo. Luego sacó una ampolla de vidrio con un líquido rojo y lo puso frente a mi rostro—. Lo único que tienes que hacer es beberte esta cura, y todos tus problemas se acabarán.La miré aterrada al entender el significado de sus palabras. Mis ojos se posaron sobre la ampolla que sostenía; luego regresé la mirada a su sonrisa malvada. Entonces me di cuenta de lo que debía ser "la cura".—D-déjame en paz... —demandé. Por más que intenté sonar firme, mi voz se quebraba debido a mi estado de salud, lo que me dificultaba el habla.—Tendrás mucha paz después de que te tome
Bastian No sabía qué sentimiento me dominaba en ese momento: si el enojo o la tristeza. Quería destrozar a esa zorra con mis garras, causarle tanto sufrimiento como ella lo hizo con mi mate; sin embargo, mi prioridad era el bienestar de Zebela.¡Con un demonio! Ella lucía tan mal. Cuando me dijeron que la habían encerrado, no me esperaba encontrarla tan maltratada y moribunda.Pero me las iban a pagar, eso era seguro.¡Insolentes! ¿Cómo se atrevieron siquiera a tocarle un pelo a mi pareja? ¡Ella era su luna! Como tal, le debían respeto y sumisión. Ah, malditos, tendrían que humillarse delante de ella o perderían su asquerosa existencia.Pero primero tenía que salvarla.—Hermosa, resiste —le susurré mientras la levantaba de ese suelo frío y asqueroso, y la sostenía entre mis brazos.Cuando la vi cerrar los ojos, entré en pánico, pero sentir su aliento cálido contra mi cuello me trajo el alma al cuerpo. Por supuesto, su respiración era débil, así que tenía que darme prisa.Bajo la mira
Zebela La delicadeza con que Bastian me trataba contrastó con la violencia y humillación que sufrí en estos últimos días. Él, el llamado alfa cruel y despiadado, me miraba con tanto amor y culpa.No quería que se sintiera culpable.—Bastian... —balbuceé, pues todavía me sentía muy débil—. Necesito explicarte lo que sucedió...—No te esfuerces, debes recuperar energía. Ya tendremos tiempo para conversar. —Me acarició el rostro.Lo volví a abrazar y me quedé así por un rato, refugiada en su calor y seguridad, mientras el agua nos mojaba a ambos. Luego deseé lavarme los dientes, pues me daba vergüenza estar así delante de él.Como pude, salí de la ducha, seguida por Bastian, quien me observaba curioso hasta que me vio agarrar el cepillo y ponerle gel dental.—Déjame ayudarte —se ofreció. Luego se acercó a mí y empezó a cepillarme.En otras circunstancias, estaría avergonzada y me sentiría extraña. No obstante, de una manera loca y que no le encontraba explicación, sentía todo lo contrar