Capítulo 42

Bastian

Me quedé observando a Zebela, incapaz de apartar la mirada. El miedo me recorría como un escalofrío frío e implacable, pero algo más pesado se asentaba en mi pecho: vergüenza. ¿Cómo había sido capaz de hacerle ese ofrecimiento? Mi garganta se sentía seca, las palabras atascadas en algún lugar entre la confusión y el arrepentimiento.

¡Demonios!

¿En qué estaba pensando cuando le hice esa propuesta a Zebela?

Lo reconocía, quería tener una excusa para seguir besándola y...

¡Rayos!

Quería retractarme, pero ya lo había dicho; no había vuelta atrás. Sin embargo, que ella permaneciera en silencio, con esa expresión indescifrable que no auguraba nada bueno, estaba acabando con mi compostura.

—Oye, disculpa si me he pasado de atrevido, yo... —No terminé porque ella me interrumpió con un beso, que, por supuesto correspondí, pese a lo confundido que estaba. ¿Eso era un sí?

—No sé si sentirme ofendida o halagada por tu propuesta —dijo ella, tras romper el contacto de nuestras bocas—. ¿Tan
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