RoanFuera de mis cabales, lancé con furia todos los papeles y objetos que cubrían mi escritorio, esparciéndolos por el aire. Las hojas volaron descontroladas, mientras los pequeños objetos metálicos chocaban contra las paredes y caían al suelo con un estruendo sordo. La habitación, antes ordenada, se convirtió en un caos, reflejo de la tormenta que se desataba en mi mente.Sentía mi sangre arder, como si cada vena estuviera llena de fuego. Mi corazón latía con fuerza, vehemente y potente, impulsado por la motivación que solo el odio podía darle. Quería ver sangre ya, así que salí de mi oficina y me dirigí al campamento, donde se estaban llevando a cabo los entrenamientos matutinos. Allí llamé a uno de los nuevos candidatos para ser guerreros y lo reté a una práctica.El muy estúpido estaba feliz y entusiasmado de que el alfa en persona lo iba a entrenar.Ay, cachorro, si supieras lo que te esperaba.Me quité el saco, la camisa y los zapatos, luego sonreí satisfecho cuando el chico, q
Zebela Hice una mueca de desaprobación cuando Zael empezó a molestarme. Esta vez no lo hacía solo, sino que también se le unió la empleada que solía limpiar mi habitación.Me quedé sorprendida cuando ella le siguió el juego, pues desde el principio había mantenido una distancia fría, pero ahora se veía de lo más amigable.Pese a lo molesto que era soportar las especulaciones de Zael, me agradaba que la chica cambiara su actitud conmigo.—Estás imaginando cosas —dije al salir del baño, ya vestida, pues tuve que hacerlo allí porque el fastidioso de Zael no quiso salir de la habitación. Mientras me daba una ducha rápida y me vestía, él, apoyado por Natalia, que así se llamaba la chica, se dio a la tarea de inventarse historias entre el alfa y yo.—Haz algo con ese cabello —dijo él, con cara de disgusto—. Nati, sécale el pelo a tu próxima luna —bromeó y dejó escapar una risita, que atrapó con su mano.—¿Podrías dejar de hacer ese tipo de comentarios? —le reclamé, más roja que un tomate—.
Zebela Estaba temblando bajo la atenta mirada de Bastian, quien nos observaba como si quisiera hallar algo en nosotros.¿Por qué nos veía así? Peor aún, ¿por qué sentía una necesidad absurda de mantener una distancia ridícula con Zael?—¿Qué haces en la habitación de Zebela? —preguntó Bastian, su mirada tan afilada que podría cortar cualquier atisbo de confianza. Sus pasos, pesados y amenazantes, avanzaban hacia Zael, prometiendo algo peligroso.¿Qué demonios?—E-estaba ayudándola a cambiarse —tartamudeó Zael.Mala elección de palabras. Me tapé la cara, avergonzada por la tontería de mi amigo.—¿Qué? —La voz de Bastian salió como un reclamo feroz, y su mirada se encendió aún más, aumentando la ansiedad de Zael.—Es decir... —musitó con voz trémula, intentando corregir su torpe respuesta anterior—. Yo... no la estaba ayudando a cambiarse, no... —Tragó saliva con dificultad—. Ella se bañó y se vistió sola, yo solo la acompañé.No podía creer lo que escuchaba...—¡¿Qué diablos estás dic
ZebelaDespués de desayunar, miré a Bastian con firmeza al recordar lo que Zael me había dicho acerca de la tarjeta que él me había dado.—A propósito... —empecé a hablar con duda en el tono de voz. Me sentía un poco cohibida y temerosa, y mi corazón inquieto no ayudaba a calmarme. ¿Por qué hablar de algo tan simple me ponía tan nerviosa?—¿Sí? —inquirió él impaciente, dado que mi continuación se quedó en el aire.—Zael me estuvo contando acerca de los salarios de los empleados de la manada y cómo clasifican los cargos mediante los colores y tonos en las tarjetas... —me mordí el labio inferior y continué—: Según su explicación, yo debería tener una tarjeta azul clara, puesto que soy una guerrera en entrenamiento, pero tú me diste una negra... —Me relamí los labios y exhalé un largo suspiro—. Él me explicó que solo tú y el beta usan ese tipo de pago. Entonces, ¿por qué me has dado una a mí?Bastian puso los cubiertos sobre el plato y, con una gracia que denotaba elegancia, se pasó la s
ZebelaSumida en la inconsciencia, escuché un sonido sordo y repetitivo, que pronto se volvió resonante a medida que abría los ojos y mi entorno comenzaba a definirse.Levanté la cabeza, que, junto con el torso, estaba recostada en el borde del colchón, inclinada entre la cama y el suelo, donde, al parecer, me había quedado dormida.—Zebela, ¿qué haces? —La voz de Zael terminó de despertarme. Me incorporé de un salto y, tras varios bostezos, le abrí la puerta—. ¿Qué te pasó? —inquirió con una mueca de asco que me hizo rodar los ojos.Qué exagerado.—¿Qué quieres? —gruñí fastidiada, pues todavía tenía el peso del sueño sobre mí.—Qué vengas a la mesa. Ya el almuerzo está puesto —informó sin quitarme su mirada de disgusto de encima—. Pero primero lávate la cara y péinate. Pareces una aparición diabólica.—¡Oye! —me quejé, y lo saqué de mi habitación a empujones—. ¡Fastidioso! —proferí molesta.Fui al baño para lavarme la cara y peinarme, pero al ver mi reflejo pálido en el espejo, me la
BastianEstaba atónito. Por un momento, mi mente se quedó en blanco, y una capa de sudor frío cubrió mi piel. Traté de mantener la compostura, pero la presión en mi pecho era asfixiante. Podría jurar que escuchaba los latidos de mi corazón retumbar como un tambor.No podía creerlo...«¡Mate!», gruñó mi lobo dentro de mí, con una fuerza y potencia tan abrumadoras que no pude refutarlo.¿Por qué, justo ahora, no podía negar lo que me había advertido desde el momento en que conocí a Zebela?De repente, cada comportamiento mío concerniente a ella cobró sentido.No fue que cambié, fue que encontré a mi pareja y, por ende, la estaba protegiendo.Diablos...—Bastian... —susurró ella, tras romper el onírico contacto de nuestras bocas.No, yo quería más... Necesitaba poseerla en ese mismo momento. Ella era mía y yo era suyo.Y no sabía cómo sentirme al respecto.—Esta noche... —dije con dificultad, debido a la conmoción del momento—. Zebela, hablemos esta noche... —La miré a los ojos, suplican
BastianTodavía estaba ido, absorto en mis pensamientos y ansioso por terminar con esta reunión para ir al mercado.El alfa en el mercado.Diablos, ¿en qué me estaba convirtiendo?Me relamí los labios porque me los sentía secos y necesitados, pues la falta de los besos de Zebela me estaba inquietando.¿Qué era esta adicción? Siempre había escuchado que el lazo entre mates era tan fuerte que la distancia dolía hasta en el cuerpo. Siempre me burlé de ello y pensaba que era una ridiculez; sin embargo, el que había quedado en ridículo era yo porque sentía que mi cuerpo ya no soportaría un minuto más sin el calor de mi tulipán.Oh, necesitaba su olor por lo menos.—Creo que deberíamos poner flores de tulipanes en la oficina —solté sin pensar, captando las miradas desorientadas de mis acompañantes.—¿Perdón? —inquirió el alfa Donai, completamente perdido.Me aclaré la garganta, avergonzado, mientras buscaba una excusa que justificara mi interrupción fuera de lugar.¡Demonios!—El alfa está
ZebelaCon pasos sigilosos y una caja entre las manos, salí de la habitación. Un leve vértigo me sacudió cuando cerré la puerta detrás de mí, y sentí la necesidad urgente de regresar para lavarme las manos. Otra vez estaban húmedas de sudor.Los latidos de mi corazón formaban una orquesta eufórica dentro de mi pecho, y de repente, la garganta se me secó.Tuve ganas de salir corriendo.—Guau... —La voz del alfa irrumpió en el aire y se robó toda mi atención, haciendo que los nervios me torturaran con más fuerza.Ahora sí quería escapar.Sentí que todo a mi alrededor se detuvo, que los sonidos externos cesaron y que solo mi respiración agitada y los intensos latidos de mi corazón podían escucharse.¿Y si me desmayaba?—¡Qué hermosa estás! —exclamó Bastian, sacándome de mi ensoñación. Se acercó a mí con expresión incrédula y la boca ligeramente abierta, como si lo que estaba viendo fuera tan fascinante y sublime que mereciera toda su admiración.No pude evitar sonrojarme.—Tú te ves muy