Perdón por no haber publicado ayer, estaba fuera de casa y luego estaba pasando la información de la vieja laptop a la nueva. Me gustó mucho escribir este capítulo y espero que a ustedes les guste leerlo. Sé que muchas desean acción entre los protas, pero quiero llevar la historia al ritmo de ellos y sus necesidades. Zebela está muy rota y necesita ir descubriendo su sexualidad de a poco. No se preocupen, Bastian la ayudará con eso en los próximos capítulos.
BastianMe quedé observando a Zebela, incapaz de apartar la mirada. El miedo me recorría como un escalofrío frío e implacable, pero algo más pesado se asentaba en mi pecho: vergüenza. ¿Cómo había sido capaz de hacerle ese ofrecimiento? Mi garganta se sentía seca, las palabras atascadas en algún lugar entre la confusión y el arrepentimiento.¡Demonios!¿En qué estaba pensando cuando le hice esa propuesta a Zebela?Lo reconocía, quería tener una excusa para seguir besándola y...¡Rayos!Quería retractarme, pero ya lo había dicho; no había vuelta atrás. Sin embargo, que ella permaneciera en silencio, con esa expresión indescifrable que no auguraba nada bueno, estaba acabando con mi compostura.—Oye, disculpa si me he pasado de atrevido, yo... —No terminé porque ella me interrumpió con un beso, que, por supuesto correspondí, pese a lo confundido que estaba. ¿Eso era un sí?—No sé si sentirme ofendida o halagada por tu propuesta —dijo ella, tras romper el contacto de nuestras bocas—. ¿Tan
ZebelaFrente al espejo, observaba mis ojeras y el mal aspecto que reflejaba. Mi rostro, cansado y marcado por la noche de insomnio, parecía no reconocerme. Aunque el alfa me había dado una tarjeta con dinero, el lugar me era desconocido, por lo que no había comprado nada aún.Por lo tanto, no tenía maquillaje para disimular el trasnoche ni las secuelas que quedaron en mi rostro por haber llorado.Me había ilusionado con Bastián... digo, el alfa Bastián. Era la primera vez que vivía una experiencia romántica con un hombre, y de verdad creí que era dichosa. Ahora no estaba segura de nada.«Tonta. No le creas a esa arpía. Es tiempo de que nos apareemos con nuestro mate para que se complemente nuestra esencia y nos convirtamos en la pareja más poderosa de estas regiones», me reclamó mi loba.Me gustaría entenderla, pero ella solo lanzaba esas frases y se perdía en mi interior. Eso me recordó que debía ejercitar mi parte lobuna.Vestida con ropa deportiva, mi cabello recogido en una trenz
BastianMe alejé de la sala de entrenamiento con pasos urgentes mientras mi corazón latía desenfrenado debido a los nervios.Maricella no era un asunto que quería discutir justamente con Zebela. Me avergonzaba el simple hecho de tener ese tipo de contratos, situación que me ponía peor porque antes de conocer a Zebela no me importaba.—Alfa, le trajimos la información hasta acá, dado que no ha vuelto a la oficina —me informó Nura mientras me pasaba una carpeta. Apenas había llegado a la puerta de mi estudio cuando ella me interceptó.En ese momento, Janor se apareció y la recorrió con la mirada, una tan poco disimulada y fuera de lo prudente que provocó un ambiente tenso entre los tres.Nura solía ser muy profesional y reservada, por lo que mantuvo su postura estoica y controlada. Sin embargo, por la manera en que su ceño se frunció y la rigidez de su rostro, sabía que estaba molesta.—Alfa, ¿sucede algo que deba saber? —inquirió Janor, tras haberle dado una leve escaneada a la carpeta
RoanFuera de mis cabales, lancé con furia todos los papeles y objetos que cubrían mi escritorio, esparciéndolos por el aire. Las hojas volaron descontroladas, mientras los pequeños objetos metálicos chocaban contra las paredes y caían al suelo con un estruendo sordo. La habitación, antes ordenada, se convirtió en un caos, reflejo de la tormenta que se desataba en mi mente.Sentía mi sangre arder, como si cada vena estuviera llena de fuego. Mi corazón latía con fuerza, vehemente y potente, impulsado por la motivación que solo el odio podía darle. Quería ver sangre ya, así que salí de mi oficina y me dirigí al campamento, donde se estaban llevando a cabo los entrenamientos matutinos. Allí llamé a uno de los nuevos candidatos para ser guerreros y lo reté a una práctica.El muy estúpido estaba feliz y entusiasmado de que el alfa en persona lo iba a entrenar.Ay, cachorro, si supieras lo que te esperaba.Me quité el saco, la camisa y los zapatos, luego sonreí satisfecho cuando el chico, q
Zebela Hice una mueca de desaprobación cuando Zael empezó a molestarme. Esta vez no lo hacía solo, sino que también se le unió la empleada que solía limpiar mi habitación.Me quedé sorprendida cuando ella le siguió el juego, pues desde el principio había mantenido una distancia fría, pero ahora se veía de lo más amigable.Pese a lo molesto que era soportar las especulaciones de Zael, me agradaba que la chica cambiara su actitud conmigo.—Estás imaginando cosas —dije al salir del baño, ya vestida, pues tuve que hacerlo allí porque el fastidioso de Zael no quiso salir de la habitación. Mientras me daba una ducha rápida y me vestía, él, apoyado por Natalia, que así se llamaba la chica, se dio a la tarea de inventarse historias entre el alfa y yo.—Haz algo con ese cabello —dijo él, con cara de disgusto—. Nati, sécale el pelo a tu próxima luna —bromeó y dejó escapar una risita, que atrapó con su mano.—¿Podrías dejar de hacer ese tipo de comentarios? —le reclamé, más roja que un tomate—.
Zebela Estaba temblando bajo la atenta mirada de Bastian, quien nos observaba como si quisiera hallar algo en nosotros.¿Por qué nos veía así? Peor aún, ¿por qué sentía una necesidad absurda de mantener una distancia ridícula con Zael?—¿Qué haces en la habitación de Zebela? —preguntó Bastian, su mirada tan afilada que podría cortar cualquier atisbo de confianza. Sus pasos, pesados y amenazantes, avanzaban hacia Zael, prometiendo algo peligroso.¿Qué demonios?—E-estaba ayudándola a cambiarse —tartamudeó Zael.Mala elección de palabras. Me tapé la cara, avergonzada por la tontería de mi amigo.—¿Qué? —La voz de Bastian salió como un reclamo feroz, y su mirada se encendió aún más, aumentando la ansiedad de Zael.—Es decir... —musitó con voz trémula, intentando corregir su torpe respuesta anterior—. Yo... no la estaba ayudando a cambiarse, no... —Tragó saliva con dificultad—. Ella se bañó y se vistió sola, yo solo la acompañé.No podía creer lo que escuchaba...—¡¿Qué diablos estás dic
ZebelaDespués de desayunar, miré a Bastian con firmeza al recordar lo que Zael me había dicho acerca de la tarjeta que él me había dado.—A propósito... —empecé a hablar con duda en el tono de voz. Me sentía un poco cohibida y temerosa, y mi corazón inquieto no ayudaba a calmarme. ¿Por qué hablar de algo tan simple me ponía tan nerviosa?—¿Sí? —inquirió él impaciente, dado que mi continuación se quedó en el aire.—Zael me estuvo contando acerca de los salarios de los empleados de la manada y cómo clasifican los cargos mediante los colores y tonos en las tarjetas... —me mordí el labio inferior y continué—: Según su explicación, yo debería tener una tarjeta azul clara, puesto que soy una guerrera en entrenamiento, pero tú me diste una negra... —Me relamí los labios y exhalé un largo suspiro—. Él me explicó que solo tú y el beta usan ese tipo de pago. Entonces, ¿por qué me has dado una a mí?Bastian puso los cubiertos sobre el plato y, con una gracia que denotaba elegancia, se pasó la s
ZebelaSumida en la inconsciencia, escuché un sonido sordo y repetitivo, que pronto se volvió resonante a medida que abría los ojos y mi entorno comenzaba a definirse.Levanté la cabeza, que, junto con el torso, estaba recostada en el borde del colchón, inclinada entre la cama y el suelo, donde, al parecer, me había quedado dormida.—Zebela, ¿qué haces? —La voz de Zael terminó de despertarme. Me incorporé de un salto y, tras varios bostezos, le abrí la puerta—. ¿Qué te pasó? —inquirió con una mueca de asco que me hizo rodar los ojos.Qué exagerado.—¿Qué quieres? —gruñí fastidiada, pues todavía tenía el peso del sueño sobre mí.—Qué vengas a la mesa. Ya el almuerzo está puesto —informó sin quitarme su mirada de disgusto de encima—. Pero primero lávate la cara y péinate. Pareces una aparición diabólica.—¡Oye! —me quejé, y lo saqué de mi habitación a empujones—. ¡Fastidioso! —proferí molesta.Fui al baño para lavarme la cara y peinarme, pero al ver mi reflejo pálido en el espejo, me la