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Imanol sonrió. Por fin. Sintió que su pecho se llenaba de esa extraña y reconfortante paz que trae el amor verdadero, el que llega después de la tormenta.Su mano buscó la de Marfil y la sostuvo con firmeza, como si al tocarla pudiera anclarla a su realidad, a su nueva vida. Volteó a mirar a su hermano.—Hermano… todo está bien ahora. Ya no tienes que preocuparte por mí. ¿Por qué no regresas a casa? Yo volveré más tarde —dijo con serenidad.Sergio sonrió, pero su sonrisa fue apenas una máscara débil, incapaz de ocultar la tensión en su mandíbula o el brillo molesto de sus ojos. Algo dentro de él crujía con rabia contenida.—Claro… me alegro de que todo haya salido bien —respondió, forzando cada palabra—. Marfil, por favor… no dejes a mi hermano. Es un buen hombre.La sola voz de Sergio le revolvió el estómago a Marfil. Su tono meloso era tan falso como todo lo que alguna vez le había prometido.Sintió un escalofrío subirle por la espalda. Apretó más fuerte la mano de Imanol, como si d
—¡No, Imanol! —exclamó Marfil, con una súplica desgarradora en la voz—. No quiero que mates a nadie…Él la miró con los ojos encendidos de rabia contenida, pero al ver la desesperación en su rostro, su expresión se suavizó.—Marfil, ese hombre te hizo mucho daño… no puedo quedarme de brazos cruzados.Ella, temblando, dio un paso hacia él y lo abrazó con fuerza. Sus dedos se aferraron a su espalda como si temiera que él desapareciera en medio de su dolor.—¡Tengo miedo! —confesó, casi en un susurro, mientras su voz se quebraba.Imanol la rodeó con sus brazos y la apretó contra su pecho, como si con ese gesto pudiera protegerla de todos los fantasmas que la atormentaban. En ese momento, su celular vibró. Bajó la vista y leyó el mensaje. Su expresión cambió.—Es mi hermano —dijo con voz grave.Marfil sintió un escalofrío recorrerle la columna. El aire pareció tornarse más denso, difícil de respirar. Su estómago se encogió.«¿Sergio? De nuevo èl como una pesadilla», pensó con miedo y frus
—Mi amor… escúchame —la voz de Imanol temblaba, con esa mezcla de urgencia y ternura que solo aparece cuando uno ama de verdad—. No me importa nada. Ninguno de tus secretos, ni siquiera el más oscuro, el más doloroso… Cuéntamelo todo. Yo creo en ti, Marfil. Mataría por ti… y también moriría por ti si fuera necesario. Estás a salvo conmigo. Nunca te haré daño. Te lo juro por todo lo que soy.Marfil sintió que las palabras le atravesaban el alma. Como si por primera vez alguien mirara dentro de ella y no huyera espantado.Sus ojos se llenaron de lágrimas, la garganta se le cerró con un nudo. Sollozó, apenas pudo sostenerle la mirada.—Dame tiempo… por favor… Te prometo que antes de la boda… voy a decirte el nombre del hombre que más daño me hizo en la vida.Imanol se acercó con calma, con esa delicadeza que la hacía sentir frágil y fuerte al mismo tiempo, y acunó su rostro entre sus manos grandes y cálidas.—¿Lo conozco, Marfil?Ella no respondió. Solo lo abrazó. Como si aferrarse a él
Al día siguiente, Sergio abrió los ojos en medio del salón, confundido.La cabeza le palpitaba como si un enjambre de pensamientos venenosos le recorriera las sienes.Parpadeó, notando que aún vestía la misma ropa del día anterior.Se incorporó, frotándose el rostro con fastidio. ¿Cómo se había quedado dormido allí? ¿Qué había bebido?Con pasos pesados subió las escaleras. Al abrir la puerta de su habitación, la vio a ella.Lynn dormía plácidamente, acurrucada entre las sábanas de satén, su respiración profunda como la de un niño. Se quedó mirándola, más de lo necesario, como si buscara algo en su rostro, algo que no estaba del todo seguro de reconocer.Se metió en el baño y se dio una ducha larga, tratando de quitarse esa extraña sensación de encima, como si algo se le estuviera escapando de las manos.Estaba ansioso, debía volver porque se enteró de que su CEO estaba muy cercano a Lorna, y tenìa miedo de que ella pudiese estar tramando algo en su contra, no la dejaría robar el fruto
Sergio tocó su mejilla con rabia contenida. Sentía el ardor de la bofetada como una humillación que ardía más en su ego que en su piel.Miró a Marfil con una expresión entre divertida y vengativa, como si la agresión lo hubiera excitado más que enfurecido.—Cuñada… ¡Era una broma! —escupió con sarcasmo, inclinando la cabeza como si fuera él el ofendido—. Qué mal carácter tienen aquí en Cirna Gora… Madrastra, ¿verdad?—¡No me llames así! —bramó Freya, con voz firme, pero el alma temblando. Sus ojos eran un océano de tormenta.Sergio desvió la vista hacia ella con una sonrisa ladina.—Freya… ¿Detecto miedo en tu mirada? —susurró con veneno—. ¿Será que temes que yo le robe la prometida a tu hijito, como mi madre te robó a tu marido?Fue un disparo al corazón.El rostro de Freya se tensó, el rubor de la furia le subió por las mejillas como fuego. Ahí estaba. El verdadero Sergio. El que Ariana conoció. El que Marfil intentaba olvidar. El que destilaba crueldad con cada palabra, cada gesto,
«Mi esposo me engaña», Ariana Torrealba temblaba.Sus manos apenas podían sostener el teléfono móvil, mientras su corazón latía con fuerza, golpeando su pecho como un tambor de guerra.Su respiración era errática, entrecortada, y una sensación de ardor le recorría la garganta.Sus ojos, abiertos de par en par, estaban fijos en la pantalla, en esas palabras que parecían puñales clavándose directo en su alma.«¿Sabes que tu esposo está en mi cama? Hoy no llegará a dormir, querida socia, puedes esperarlo, yo lo voy a atender muy bien.»Los dedos de Ariana resbalaron sobre la pantalla mientras se desplazaba por los mensajes, su visión nublada por las lágrimas que corrían sin control por sus mejillas.Y entonces vio las fotos.Su esposo, Sergio Torrealba, dormía en una cama que no era la suya.Su rostro relajado, su brazo enredado en el cuerpo de otra mujer, abrazándola con la misma ternura con la que tantas veces la abrazó a ella.Esa mujer... Ariana la reconoció de inmediato.Lorna.Gere
Ariana despertó con los ojos hinchados y la garganta seca. No había dormido bien, pero tampoco esperaba hacerlo. Su corazón estaba destrozado.Tomó su teléfono de la mesita de noche con manos temblorosas.Apenas lo desbloqueó, la pantalla se iluminó con una nueva notificación. No estaba preparada para lo que vio.Un video.Con un nudo en el estómago, presionó "reproducir". Sus pupilas se dilataron, el aire abandonó sus pulmones y un dolor punzante le atravesó el pecho.Ahí estaba Sergio, su esposo, el hombre al que le entregó su amor y su confianza… con otra mujer.No eran simples caricias ni besos robados.No, aquello era crudo, brutal, una confirmación de lo que ya sospechaba, pero que en el fondo deseaba no fuera real.Ariana sintió arcadas.Soltó el teléfono y corrió al baño, cayendo de rodillas junto al inodoro.Vomitó bilis, el vacío en su estómago solo hacía más doloroso el espasmo.Lágrimas calientes caían sin control mientras apretaba los puños contra el suelo frío de mármol.
—¡Respóndeme, Ariana! —gritó Sergio, sacudiéndola con fuerza.Ariana sintió miedo.No era la primera vez que discutían, pero algo en sus ojos… algo en su expresión… la hizo estremecerse. Había furia, desesperación, pero también algo más oscuro, algo que la puso en alerta.«Si le digo que me iré, ¿qué pasará? No… no puedo hacerlo ahora. Nuestra despedida debe ser limpia. No quiero peleas, no quiero escuchar sus excusas. No hay disculpas para lo que me hizo.»Tomó aire, obligándose a mantener la calma.—¿De qué hablas? —preguntó con voz controlada—. Hoy acompañé a Miranda con una abogada. Tiene problemas serios con su esposo… ella va a divorciarse.El agarre de Sergio se aflojó al instante. Sus ojos se abrieron con sorpresa, pero lo que más resaltó en su rostro fue el alivio.—¿Miranda…? —susurró, parpadeando.Por un segundo, temió haber dejado entrever demasiado.Ariana lo notó. Su mirada afilada lo perforó con sospecha.—¿Y por qué crees que yo pediría el divorcio, Sergio? —preguntó c