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Miranda corrió tras Arturo sin pensar, como si sus pies se movieran solos, impulsados por la angustia y la confusión.Cuando él se detuvo, giró sobre sus talones con una furia contenida que le encendía los ojos como brasas.—¿Me crees tan maldito? —escupió con la voz quebrada, como si cada palabra fuera una herida abierta—. Para ti soy un monstruo, ¿verdad? ¡Eso es lo que soy en tu historia! Te supliqué, Miranda… ¡Te rogué perdón! Y tú… tú usaste la muerte de Ariana como el mejor pretexto para odiarme.Ella se detuvo en seco. Sus hombros temblaron. Bajó la mirada, sintiéndose de pronto desnuda ante el peso de su verdad.—Me hiciste sufrir tanto… —susurró, apenas audiblemente—. Me hiciste cargar con una culpa que me quebraba, con una tristeza que me ahogaba… por una muerte… ¡Que nunca ocurrió!Arturo se estremeció. Su cuerpo entero vibraba de rabia, de frustración, de impotencia.—¡Baja la voz! —gritó, mirando a su alrededor con desesperación.—¿Por qué? —le desafió él, su voz al borde
Imanol la miró con los ojos abiertos por el espanto. Como si su mundo acabara de partirse en dos.—¿Qué… qué estás diciendo? —susurró, con la voz quebrada—. No puedes hacerme esto, Marfil. No ahora… no así.Ella bajó la mirada, los ojos anegados en lágrimas. El temblor en su cuerpo era evidente, pero Imanol la sujetó con fuerza por las manos, como si con ese simple contacto pudiera evitar que se desmoronara todo.—Por favor… —murmuró ella—. Déjame ir, Imanol…—¡No! —gritó él, y su voz retumbó como un eco dolido en el jardín—. ¡No sin una explicación! Dímelo, ¿qué hice mal? ¿Qué hice para que me rechaces así, de repente?El rostro de Marfil se contrajo de dolor. Las lágrimas empezaron a correr sin control, empapando sus mejillas como una lluvia imposible de detener. Quería huir. Quería gritar. Quería desaparecer.Pero no podía mentirle más.Miró hacia atrás… y lo vio.Sergio.Observando desde la distancia, con una expresión que no era de preocupación, sino de burla. Una sonrisa torcida
Esa voz, profunda y conocida, cortó el aire como una navaja.Marfil tembló.Giró lentamente, y al ver a Sergio, todo dentro de ella se crispó.Sus ojos, aún húmedos, se entrecerraron con furia contenida.—¡Tú! —escupió la palabra con veneno, con miedo, con dolor.Sergio no se inmutó. Dio un par de pasos hacia ella, con esa calma envenenada que siempre lo había caracterizado. Como si el mundo girara a su ritmo, como si él tuviera todo bajo control.—Imanol te ama —dijo, en un tono casi suplicante, pero que no lograba disfrazar la manipulación detrás—. No puedes dejarlo. No lo hagas sufrir, Marfil. Por favor.La súplica sonaba falsa. Como un disfraz mal puesto.Marfil retrocedió un poco. Tenía el corazón en la garganta. Sus lágrimas aún marcaban su rostro, pero ahora el miedo le latía en la espalda. Lo tenía enfrente. Al hombre que le había arrebatado todo. Su vida. Su identidad. Su paz.Y él…No la reconocía.«¡No sabe quién soy!», pensó, paralizada.«¿Es posible que esta mentira… siga
Imanol sonrió. Por fin. Sintió que su pecho se llenaba de esa extraña y reconfortante paz que trae el amor verdadero, el que llega después de la tormenta.Su mano buscó la de Marfil y la sostuvo con firmeza, como si al tocarla pudiera anclarla a su realidad, a su nueva vida. Volteó a mirar a su hermano.—Hermano… todo está bien ahora. Ya no tienes que preocuparte por mí. ¿Por qué no regresas a casa? Yo volveré más tarde —dijo con serenidad.Sergio sonrió, pero su sonrisa fue apenas una máscara débil, incapaz de ocultar la tensión en su mandíbula o el brillo molesto de sus ojos. Algo dentro de él crujía con rabia contenida.—Claro… me alegro de que todo haya salido bien —respondió, forzando cada palabra—. Marfil, por favor… no dejes a mi hermano. Es un buen hombre.La sola voz de Sergio le revolvió el estómago a Marfil. Su tono meloso era tan falso como todo lo que alguna vez le había prometido.Sintió un escalofrío subirle por la espalda. Apretó más fuerte la mano de Imanol, como si d
—¡No, Imanol! —exclamó Marfil, con una súplica desgarradora en la voz—. No quiero que mates a nadie…Él la miró con los ojos encendidos de rabia contenida, pero al ver la desesperación en su rostro, su expresión se suavizó.—Marfil, ese hombre te hizo mucho daño… no puedo quedarme de brazos cruzados.Ella, temblando, dio un paso hacia él y lo abrazó con fuerza. Sus dedos se aferraron a su espalda como si temiera que él desapareciera en medio de su dolor.—¡Tengo miedo! —confesó, casi en un susurro, mientras su voz se quebraba.Imanol la rodeó con sus brazos y la apretó contra su pecho, como si con ese gesto pudiera protegerla de todos los fantasmas que la atormentaban. En ese momento, su celular vibró. Bajó la vista y leyó el mensaje. Su expresión cambió.—Es mi hermano —dijo con voz grave.Marfil sintió un escalofrío recorrerle la columna. El aire pareció tornarse más denso, difícil de respirar. Su estómago se encogió.«¿Sergio? De nuevo èl como una pesadilla», pensó con miedo y frus
—Mi amor… escúchame —la voz de Imanol temblaba, con esa mezcla de urgencia y ternura que solo aparece cuando uno ama de verdad—. No me importa nada. Ninguno de tus secretos, ni siquiera el más oscuro, el más doloroso… Cuéntamelo todo. Yo creo en ti, Marfil. Mataría por ti… y también moriría por ti si fuera necesario. Estás a salvo conmigo. Nunca te haré daño. Te lo juro por todo lo que soy.Marfil sintió que las palabras le atravesaban el alma. Como si por primera vez alguien mirara dentro de ella y no huyera espantado.Sus ojos se llenaron de lágrimas, la garganta se le cerró con un nudo. Sollozó, apenas pudo sostenerle la mirada.—Dame tiempo… por favor… Te prometo que antes de la boda… voy a decirte el nombre del hombre que más daño me hizo en la vida.Imanol se acercó con calma, con esa delicadeza que la hacía sentir frágil y fuerte al mismo tiempo, y acunó su rostro entre sus manos grandes y cálidas.—¿Lo conozco, Marfil?Ella no respondió. Solo lo abrazó. Como si aferrarse a él
Al día siguiente, Sergio abrió los ojos en medio del salón, confundido.La cabeza le palpitaba como si un enjambre de pensamientos venenosos le recorriera las sienes.Parpadeó, notando que aún vestía la misma ropa del día anterior.Se incorporó, frotándose el rostro con fastidio. ¿Cómo se había quedado dormido allí? ¿Qué había bebido?Con pasos pesados subió las escaleras. Al abrir la puerta de su habitación, la vio a ella.Lynn dormía plácidamente, acurrucada entre las sábanas de satén, su respiración profunda como la de un niño. Se quedó mirándola, más de lo necesario, como si buscara algo en su rostro, algo que no estaba del todo seguro de reconocer.Se metió en el baño y se dio una ducha larga, tratando de quitarse esa extraña sensación de encima, como si algo se le estuviera escapando de las manos.Estaba ansioso, debía volver porque se enteró de que su CEO estaba muy cercano a Lorna, y tenìa miedo de que ella pudiese estar tramando algo en su contra, no la dejaría robar el fruto
Sergio tocó su mejilla con rabia contenida. Sentía el ardor de la bofetada como una humillación que ardía más en su ego que en su piel.Miró a Marfil con una expresión entre divertida y vengativa, como si la agresión lo hubiera excitado más que enfurecido.—Cuñada… ¡Era una broma! —escupió con sarcasmo, inclinando la cabeza como si fuera él el ofendido—. Qué mal carácter tienen aquí en Cirna Gora… Madrastra, ¿verdad?—¡No me llames así! —bramó Freya, con voz firme, pero el alma temblando. Sus ojos eran un océano de tormenta.Sergio desvió la vista hacia ella con una sonrisa ladina.—Freya… ¿Detecto miedo en tu mirada? —susurró con veneno—. ¿Será que temes que yo le robe la prometida a tu hijito, como mi madre te robó a tu marido?Fue un disparo al corazón.El rostro de Freya se tensó, el rubor de la furia le subió por las mejillas como fuego. Ahí estaba. El verdadero Sergio. El que Ariana conoció. El que Marfil intentaba olvidar. El que destilaba crueldad con cada palabra, cada gesto,