No sabía qué era peor, pero sí sabía qué se sentía así.
Antes había pensado que de alguna forma Tomas no había tenido elección, pero sí la tuvo. Él decidió dejarme, por la presión, por sus inseguridades, por como supuso que yo reaccionaría. Nunca pensé que esas cosas lo dominaran a ese punto de controlar sus decisiones.
Nosotros habíamos sido una pareja.
Él debió hablarlo conmigo, fuese cual fuese el problema. Como pareja pudimos haber luchado, juntos.
Él no confió en mí.
«¿Por qué, Tomas?».
“Haberte tenido de nuevo fue mi salvación mientras estabas conmigo.
Pero ahora…
Se siente como lo peor que pude haber hecho. Desearía nunca haber ido a verte, Verona.
Sabía dónde estaba. Lo sabía.—Sigue malditamente conduciendo, Ophel —una risa histérica se escapó de mi boca. Una maldita carcajada—. Dios mío, voy a matarlo. Lo mataré —decidí.Si estaba donde creía, iba a matarlo, por hacerme esto.Nadie sabía de esa propiedad, lo que tendría sentido si Beatriz no miró ahí. Era mía. Estaba a mi nombre. Nunca la vendí porque quería que se cayera a pedazos como mi corazón.La casa que había comprado para nosotros.Yo le había tirado la llave cuando…él se casó.Marcó el número de su despreciable hermana.—Verona, escucha…—contesta.—Creo saber dónde está. Voy en camino —interrumpí—. Te informaré si lo encuentro.Colgué.N
La expresión que poseyó su rostro fue de absoluto impacto, pensé que si no hubiera estado sentado se habría desmoronado. Estaba pálido, sus ojos desorbitados, su respiración falló.—Es tuyo —repetí una vez más. Quería gritárselo, exigirle que comenzara a luchar por sí mismo en este preciso instante. Porque se veía como un hombre derrotado, como alguien que había dejado de pelear.Un hombre que no sentía aprecio por sí mismo.Tragué observándolo.—¿Querías morirte de una pulmonía? —demandé—. ¿En qué estabas pensando?Parpadeó y me miró.—Estoy tan avergonzado —balbuceó.Negué.—¿Tienes más ropa arriba? Necesitas abrigarte más —decidí.Estaba m&aacut
Mi padre había estado llamándome. Dexter me avisó que lo sabían, todos, incluyendo las malvadas amigas que habían dejado de hablarme. Sabían por qué y qué estaba haciendo en Klayten. No había devuelto las llamadas todavía. Estaba resentida, papá y Marco me abandonaron, no quería hablar con ninguno de los dos. Tampoco con las chicas.Si había algo que me destruyó, fue eso, que las personas más importante en mi vida me dieran la espalda.Le pedí a Jesús que se encargara de atenderlos por teléfono, que les dijera que estaba ocupada o algo. Para cuando volví a ver a mi guardaespaldas lo encontré con el rostro irritado y todavía tenía el celular contra su oreja escuchando a una mujer chillándole.Me crucé de brazos y me negué a contestar.Denser también quiso pasarme su celular, al
Su otra mano se unió y nos estremecimos ante otro movimiento suave, pero no hubo más.—Sé que tenemos deficiencias como pareja, pero podemos trabajar en ello, juntos. Tesoro, por favor…Mis ojos se agrandaron.Me aparté, no pude evitarlo.—Tomas —reclamé.¿Cómo podía pedirme eso?Sabía que estaba mal, que estaba desesperado, pero yo no podía…volver a someterme a aquello. Haber estado rota y reconstruirme no fue fácil. Ni siquiera estaba segura de haberme recuperado por completo, aunque no importaba, podía vivir con eso, la experiencia, el recuerdo del dolor, me recordaba que estaba viva, que había sobrevivido.—Soy tu amiga, Tom —dije—. Eso es lo que necesitas ahora. Déjame serlo, ¿sí? No te apresures.Ni siquiera podía escucharlo llamarme con motes cariñ
Tenía todo listo, mi auto me esperaba para llevarme al aeropuerto, estaba tranquila y Tomas me acompañaba. Ya habíamos conseguido a un terapeuta con el que se sintiera cómodo y había tomado su primera sesión. Estaba lista para volver a Italia y enfrentar mis propios problemas. Papá quería verme para conversar y yo no continuaría negándome, además, evitar encontrarnos sería imposible por más tiempo. Pero primero iría con la doctora, necesitaba asegurarme de que todo estaba bien con mi bebé, Tomas seguía insistiéndome que asistiría, aunque partiera un día después que yo, me aseguraba que iba a estar ahí. También seguía pidiéndome que me quedara, de forma sutil.Anoche me había llamado para decirme que no podía dormir, mi partida lo ponía ansioso y no lo dejaba conciliar el sue&n
Estaba en la sala de espera sola, claro que era mi culpa, no le había pedido a nadie que me acompañara porque Tomas me dijo que vendría, sin embargo no había llegado aún. Desde que había regresado a Verona mi familia me cayó encima, no me molesté demasiado por lo que ellos sentían al respecto, eran mis decisiones, era mi vida. Por fortuna, esta vez solo me escucharon, no reclamaron, no juzgaron, solo me escucharon y me dejaron en paz.Marco y papá me pidieron disculpas, estaban avergonzados por haberme dejado sola y dolidos por no haber sabido de mí en mucho tiempo. Prometieron que estarían al pendiente de mí y que me amaban, que siempre lo harían.Cuando les presenté a mi bebé en las ecografías, ambos tuvieron lágrimas en los ojos.Me sentía menos abandonada ahora…Aunque Tomas seguía siendo innombrable para e
Había cometido muchos errores.De eso se trataba, ¿no?Cometíamos errores y aprendíamos de ellos. O al menos esa era la teoría. A veces era más que eso, no tan sencillo. Hacía mucho tiempo había descubierto que las cosas eran mucho más que solo blanco y negro, seguía creyéndolo.Era más fácil creer que para llegar a un sitio, solo había que seguir un camino, una línea recta que no se perdía y se mantenía firme hasta el final.La vida no era como ese.¿Qué pasaba con todo los tropiezos del camino? ¿Qué pasaba con las piedras? ¿Con los baches? Las personas que te señalaban lo olvidan, porque solo veían un punto de partida y de llegada, no más. «Nadie sabe cómo duele, cómo ama, cómo late. Y nada podrá nunca contra esa verdad&raq
Voutere seguía teniendo esa chispa que siempre me había encantado, no sabía explicarlo, tal vez era el simple hecho de que era una ciudad hermosa. Llevaba un par de meses aquí, por trabajo, solo había regresado a Italia para mis consultas y para encontrarme con Tomas. Él estaba mejor, mucho mejor con cada día que pasaba, esperaba que con mi regreso a Italia pudiera verlo más.Lo último que quedaba en mi agenda era el evento para plantar árboles en el parque central mañana. Estaba emocionada y eléctrica, porque sabía que muchos medios de comunicación estarían allí para acribillarme de preguntas sobre mi embarazo, como si eso fuera más importante que el planeta donde vivíamos.Yo no quería que mi hija naciera para ver a este mundo extinguirse.—A partir de la semana que viene comenzaremos a viajar, tenemos planeada varias c