Estaba probándome los vestidos que había seleccionado para esta noche, el que tenía puesto era rojo, ajustado y con botones de nácar en la espalda. Sin dudas me quedaba mejor que el anterior, al parecer la talla del vestido no había sido la de la etiqueta y mi mis pechos quedaron nadando dentro del escote.
Este acentuaba más mis curvas, pero seguía sintiendo que mi pecho se veía extraño.
—Tomas —llamé, viéndolo por el espejo. Él estaba completamente vestido, leía un libro sobre la cama con sus bonitos anteojos. Hizo un sonido con su garganta para dejarme saber que me escuchaba—. ¿Crees que mis senos son pequeños?
Levantó la mirada con una ceja enarcada.
—¿Por qué lo preguntas? —sus ojos fueron a la parte de mi anatomía mencionada.
Sonrió sonrojándose.
—¿L
Tomas.No me gustaba como me hacía sentir.Ella siempre lo entendía.Desearía que se molestara como yo, que mis actitudes inmanejables fueran reprendidas, pero ella…lo entendía, no me presionaba, se preocupaba por mí. Su forma de aceptarme me llenaba de incredulidad a veces.Estaba molesto conmigo mismo por no poder concederle algo tan sencillo como un agradable paseo para quemar deseos, se suponía que la experiencia debía se magia, pero todo lo que había podido darle era un momento fugaz, casi imperceptible.Para mí había sido horrible, no solo por el miedo y la ansiedad que me producían los recuerdos del festival de flores, sino por el hecho de lo que le estaba haciendo pasar a Verona. Todo me ahogó, el ruido, los olores, los escalofríos que me atravesaban cada vez que alguien la rozaba a ella. No quería eso. No
Tomas. Se estaba esforzando duro por hacerme acabar en su boca, pero yo quería algo más. La detuve cuando comenzó a chuparme sin compasión. —¿Qué pasa? —preguntó haciendo un puchero—, ¿no quieres que te de placer? —Quítate la ropa —casi rogué. Verona sonrió y comenzó a deshacerse de su vestido. No quería ser solo yo quien recibiera placer esta noche. Quería sentirla correrse conmigo dentro de ella. El pensamiento casi me hizo acabar, sus labios y lengua me habían dejado a punto. Me quité mi propia ropa observándola quedarse con solo el collar de perlas vistiéndola. Tiré de ella hacia mí para que se subiera en mi regazo, aplasté mi rostro entre sus pechos, oliéndola, acaricié su espalda hasta su trasero, mis dedos se clavaron en su piel, apretándola. Ella suspiró rozando sus pliegues húmedos contra mi erección. Llevé mi boca a su pecho y chupé. Me gustaba sentir su respiración vacilar y ver su piel enroj
Esa navidad las cosas cambiaron drásticamente, no me importaba que Tomas le hubiera roto la mano a ese imbécil, se lo merecía, pero en venganza Sabiel le había dicho mi ubicación a la prensa. Ahora podía verlos en todas partes, Tomas los mantenía a raya en la mansión, pero afuera era algo diferente. No eran muchos los que se tomaban la tarea de viajar a esta tierra para fotografiarme, pero lo sí lo hacían no pasaban desapercibidos para mí.Una tarde en el supermercado con Tomas un sujeto me tiró encima una bebida helada y se marchó, Tomas había ardido en rabia, sabía que iba a reaccionar de la peor manera, pero tuve que intervenir y decirle que había alguien que buscaba provocarnos para tener algo de qué hablar. Él me llevó a casa, pero volvió a irse, cuando regresó estaba tenso y tenía los nudillos de su mano derecha lastim
Tomas seguía molesto. Lo sabía. Pero yo tenía un asunto importante que hablar con él. Estaba nerviosa y molesta conmigo misma por no haber sido capaz de darme cuenta antes, pero aquí estaba yo, con dos semanas de retraso en mi periodo.Entré en su oficina, sorprendiéndolo.—Sé que por alguna razón estás molesto conmigo, pero necesito que conversemos de algo antes de que vuelvas a evitarme —espeté.Su rostro contorsionó.—Verona, yo no estoy molesto contigo.—Yo creo que sí —objeté—. Pero si no quieres hablar sobre eso es tú decisión.Se puso de pie, ahora luciendo enfadado.—No quiero hablar de eso porque me avergüenza —admitió—. Y estoy molesto contigo porque lo minimizas.—Entonces sí estás molesto conmigo —acusé&mdash
Tomas.Sentí que habíamos comenzado mal. Tenía que reunirme con los nuevos socios para cenar, pero por alguna extraña tradición de ellos tuve que sacar a Verona de la cena porque para ellos los números impares eran de mala suerte. Verona había tenido problema con renunciar a la cena, pero yo la quería ahí, quería que viera el fruto de todo el trabajo duro que tuvimos.—Te prometo que estoy bien, obviamente preferiría estar allí para ti, pero…Solo no te preocupes, todo va a salir bien. Te estaré esperando en casa —dijo antes de colgar.Casa.Ella hasta el día de hoy nunca había llamado de esa forma a la mansión.«Te estaré esperando en casa».Con una sonrisa revisé el contrato por quinta vez. Cada detalle debía supervisarlo con escudriño. N
Verona tenía puesto un jersey, un short corto y estaba descalza sobre uno de los taburetes. Codeaba a Ophel a su lado y le mostraba sus cartas, en voz baja y acercándose a su oído él le decía que jugada era la que tenía ella.«De cualquier forma, las chicas que conozco siempre engañan a sus novios o esposos con alguien del personal o algún familiar del sujeto…Alguien joven».Sacudí el pensamiento de mi cabeza.—Buenas noches —dije entrando a la cocina.Fui hasta el refrigerador para tomar un vaso de agua.Verona asomó su cabeza por un costado del cuerpo de Ophel.—Hola, cielo.Tomé toda el agua y la sentí como tierra en mi garganta, salí de allí antes de que pudiera preguntarme otra cosa.Necesitaba darme un baño, quitarme los restos de esta pésima noche. Quería aco
Tomas.Parpadeé hacia la puerta cerrada.«A donde no te moleste más». Entonces no iría tan lejos, ¿cierto? Ella no me dejaría… ¿verdad?La venenosa voz de mi interior dice que sí, que ella estaría contenta con deshacerse de mí. Era joven, preciosa y no necesitaba a un hombre como yo para amargar sus días.Me puse de pie.Pero era mi esposa…y no me molestaba, la amaba y la necesitaba. Todo el tiempo. Si ella decidía dejarme entonces iba a encontrarme rogándole para que no lo hiciera. La sola idea de Verona yéndose de mi lado me revolvía el estómago.Era mi vida. En el momento en el que me había enamorado de ella estuvo en sus manos. Verona no tenía que celarme, aunque me provocara una sensación agradable, yo era de ella, completamente. Para mí no tenía s
Estaba en casa.Me sorprendí por el pensamiento.“Casa”. Todavía me costaba pensar en la gran mansión Galger como mi casa, pero junto a Tomas, estaba en casa. Meneaba los dedos de mis pies sobre su regazo, le enseñaba la bonita pedicura que me había hecho hoy y él me acariciaba los pies con cariño. Veíamos uno de los documentales que tanto le gustaban, era sobre la vida en la Alaska.Me sentía cómoda y feliz, pero no podía dejar de revivir mi amargo encuentro con Beatriz y Aknes en el salón de belleza. Ellas me habían ignorado totalmente, pero soltaron comentarios intencionados sobre sus reuniones con Tomas. Con poca satisfacción sabía que Tomas estaba obligado a continuar reuniéndose con Aknes, ella el puente, un as que no podía dejar ir así como así, por más que yo quisiera.De todas formas sus comentari