Enterró su cabeza entre mis piernas y su lengua me hizo gimotear tan fuerte que temí ser escuchada en el pasillo. Me mordí los labios, esperando que eso fuera suficiente para contener el sonido.
—No hagas eso —objetó Tomas, deteniéndose—. Déjame saber cuánto te gusta.
Sus ojos se mantuvieron en los míos cuando regresó con boca a mi punto sensible. Sonreí dejando caer mi cabeza contra el colchón, dejando que esa imagen hiciera estragos conmigo.
Lo sentía en todas partes, sus manos le daban libertad a mis caderas, me ayudaban cuando las levantaba para sentirlo más profundo. Estaba perdida, extasiada. Y él era tan bueno, había aprendido como me gustaba y se había hecho experto. A veces creía una locura lo mucho que Tomas me enloquecía con solo una mirada, tanto así que me llevaba al abismo y mi cuerpo terminaba fragm
Observaba a Tomas intentando no volver a dormirme, era muy temprano, ni siquiera había amanecido. Él estaba arreglándose para ir al aeropuerto.—¿En serio no quieres que te acompañe? —bostecé—. Podría vestirme muy rápido.Cuando él se había despertado, quise levantarme también, pero insistió en que no era necesario que lo acompañara, prácticamente hizo que me acostara de nuevo y me enrolló en las cobijas.—No es necesario —me observó con una sonrisa pequeña—. Te llamaré cuando llegue, ¿de acuerdo?—De acuerdo —dije de mala gana.Besó mis labios varias veces antes de levantarse para irse. Estaba listo y se marcharía durante varios días. Cuando salió de la habitación me sentí desolada y…arrepentida, no quería dejarlo
Era una cobarde, había rechazado todas sus vídeos llamadas solo por el temor que me producía pensar en que me mintiera así. Lo estaba evitando a toda costa, me había enviado mensajes y por ese medio le había vuelto a preguntar si había estado solo en el avión. Él dijo que sí.No mentiré, fue como estrellarme contra una pared de concreto.Una y otra vez. Ya no iba a soportarlo más. No podía seguir enfrentándome con esa pared mientras él no estuviera aquí. Me hacía daño y no podía permitirlo.Decidí que si él estaba mintiéndome, no iba a hablarle hasta que pudiera mirarlo a los ojos. Para resistir la tentación de llamarlo y exigirle una explicación me mantuve ocupada en otras cosas, pensé en las actividades físicas que me gustaban y que en Voutere no había podido seguir haciendo
Había logrado tranquilizarme. Mis lágrimas se habían detenido. Ya no quedaba nada.Veía el fuego consumir la madera en la chimenea y me preguntaba qué iba a pasar conmigo. Tenía que hablar con Tomas, una vez más y no perder el control, escuchar sus explicaciones y decidir si eso era suficiente para mí.Pero la herida ya estaba hecha y sangraba.Me levanté del sofá y mi cuerpo reclamó por las horas que llevaba en la misma posición. Caminé hacia la puerta, la tristeza y la decepción me hacían arrastrarme, solo quería meterme en la cama y acurrucarme.Cuando abrí la puerta me quedé inmóvil.Tomas estaba sentado en el suelo a un lado de la puerta, su rostro se había levantado cuando me escuchó.—¿Cuánto llevas allí? —le pregunté.Su rostro estaba deshecho
Sanya me había traído la cena y Tomas no había vuelto a aparecer. Estaba sobre la cama mordiéndome las uñas acrílicas, observaba la puerta como si estuviera esperando que él regresara. Tenía el presentimiento de que no iba a venir otra vez, iba a darme mi espacio hasta que decidiera.¿Y qué iba a decidir?Todo este tiempo lo había pensado bastante, cuando acepté a Tomas tan pronto en mi vida supe que íbamos a tener choques, pero eso no me importó, porque tenía la certeza de que íbamos a poder salir de esos conflictos.Lo que había sucedido era…atroz, porque me había mentido y eso para mí era el peor de los pecados. Pero creía conocer como trabajaba la mente de Tomas, esa que le gustaba llamar “imperfecta”. Sabía que pensaba las cosas demasiado, que no decirlas lo sobre cargaba y que sus inseguridade
Estaba probándome los vestidos que había seleccionado para esta noche, el que tenía puesto era rojo, ajustado y con botones de nácar en la espalda. Sin dudas me quedaba mejor que el anterior, al parecer la talla del vestido no había sido la de la etiqueta y mi mis pechos quedaron nadando dentro del escote.Este acentuaba más mis curvas, pero seguía sintiendo que mi pecho se veía extraño.—Tomas —llamé, viéndolo por el espejo. Él estaba completamente vestido, leía un libro sobre la cama con sus bonitos anteojos. Hizo un sonido con su garganta para dejarme saber que me escuchaba—. ¿Crees que mis senos son pequeños?Levantó la mirada con una ceja enarcada.—¿Por qué lo preguntas? —sus ojos fueron a la parte de mi anatomía mencionada.Sonrió sonrojándose.—¿L
Tomas.No me gustaba como me hacía sentir.Ella siempre lo entendía.Desearía que se molestara como yo, que mis actitudes inmanejables fueran reprendidas, pero ella…lo entendía, no me presionaba, se preocupaba por mí. Su forma de aceptarme me llenaba de incredulidad a veces.Estaba molesto conmigo mismo por no poder concederle algo tan sencillo como un agradable paseo para quemar deseos, se suponía que la experiencia debía se magia, pero todo lo que había podido darle era un momento fugaz, casi imperceptible.Para mí había sido horrible, no solo por el miedo y la ansiedad que me producían los recuerdos del festival de flores, sino por el hecho de lo que le estaba haciendo pasar a Verona. Todo me ahogó, el ruido, los olores, los escalofríos que me atravesaban cada vez que alguien la rozaba a ella. No quería eso. No
Tomas. Se estaba esforzando duro por hacerme acabar en su boca, pero yo quería algo más. La detuve cuando comenzó a chuparme sin compasión. —¿Qué pasa? —preguntó haciendo un puchero—, ¿no quieres que te de placer? —Quítate la ropa —casi rogué. Verona sonrió y comenzó a deshacerse de su vestido. No quería ser solo yo quien recibiera placer esta noche. Quería sentirla correrse conmigo dentro de ella. El pensamiento casi me hizo acabar, sus labios y lengua me habían dejado a punto. Me quité mi propia ropa observándola quedarse con solo el collar de perlas vistiéndola. Tiré de ella hacia mí para que se subiera en mi regazo, aplasté mi rostro entre sus pechos, oliéndola, acaricié su espalda hasta su trasero, mis dedos se clavaron en su piel, apretándola. Ella suspiró rozando sus pliegues húmedos contra mi erección. Llevé mi boca a su pecho y chupé. Me gustaba sentir su respiración vacilar y ver su piel enroj
Esa navidad las cosas cambiaron drásticamente, no me importaba que Tomas le hubiera roto la mano a ese imbécil, se lo merecía, pero en venganza Sabiel le había dicho mi ubicación a la prensa. Ahora podía verlos en todas partes, Tomas los mantenía a raya en la mansión, pero afuera era algo diferente. No eran muchos los que se tomaban la tarea de viajar a esta tierra para fotografiarme, pero lo sí lo hacían no pasaban desapercibidos para mí.Una tarde en el supermercado con Tomas un sujeto me tiró encima una bebida helada y se marchó, Tomas había ardido en rabia, sabía que iba a reaccionar de la peor manera, pero tuve que intervenir y decirle que había alguien que buscaba provocarnos para tener algo de qué hablar. Él me llevó a casa, pero volvió a irse, cuando regresó estaba tenso y tenía los nudillos de su mano derecha lastim