Capítulo 56

Enterró su cabeza entre mis piernas y su lengua me hizo gimotear tan fuerte que temí ser escuchada en el pasillo. Me mordí los labios, esperando que eso fuera suficiente para contener el sonido.

—No hagas eso —objetó Tomas, deteniéndose—. Déjame saber cuánto te gusta.

Sus ojos se mantuvieron en los míos cuando regresó con boca a mi punto sensible. Sonreí dejando caer mi cabeza contra el colchón, dejando que esa imagen hiciera estragos conmigo.

Lo sentía en todas partes, sus manos le daban libertad a mis caderas, me ayudaban cuando las levantaba para sentirlo más profundo. Estaba perdida, extasiada. Y él era tan bueno, había aprendido como me gustaba y se había hecho experto. A veces creía una locura lo mucho que Tomas me enloquecía con solo una mirada, tanto así que me llevaba al abismo y mi cuerpo terminaba fragm

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