Jugaba con los volados de la manga de mi camisa mientras pensaba si había escogido la ropa adecuada para ver a mis suegros. Tuve –afortunadamente- una mañana agitada por no tener idea de que vestir, en alguna otra ocasión ese problema me hubiera sacado de quicio, pero hoy lo agradecía e incluso le daba más importancia de lo que debería para mantener mi mente fuera del pasado.
Aunque ya estaba sentada en el auto, seguía preguntándome si hubiera sido mejor colocarme el vestido salmón que utilice en mi fiesta de recaudación, ese era el más adecuado para este almuerzo. El único detalle era que, como tenía mi periodo no me gustaba usar vestidos, era tonto, pero me hacía sentir incomoda así que…sabía que no me pondría eso hoy.
Terminé con un jean ajustado, una blusa blanca con volados decorativos de todos los colores y u
Su brillante cabellera negra fue lo primero que me llamó la atención, tenía el cabello largo y cuando caminó hacia el frente golpeaba sus caderas. Era alta sin tener que usar tacones, tenía profundos ojos oscuros y piel de porcelana. Su porte clásico elegante le daban el aires de una madures que yo no poseía.Era hermosa.El calor catastrófico me invadió el cuerpo cuando miré a Beatriz, ella movió sus labios gesticuló lo mismo que yo: Perra.Los padres de Tomas se levantaron para ir a saludar, al igual que su hijo. Yo me quedé en el fondo, aunque de pie, no me acerqué a Beatriz. Por la forma efusiva en la que los Galger recibían a Aknes, pude darme cuenta de que era una persona valorada por la familia.—Aknes, ¿Cuándo volviste? —preguntó Dana tras soltar a la mujer del asfixiante a
Tomas hizo que me revisaran en una clínica a pesar de mis negativas. Para su sorpresa, porque para mí no lo era, solo había tenido una bajada tensión. Las respuestas del doctor y sus recomendaciones mantuvieron a Tomas tranquilo. Claro que la que seguía un poco intranquila era yo, la aparición de su ex me había hecho un revoltijo de teorías y complots armados y dirigidos por Beatriz Galger. Con el pasar de los días no volví a escuchar de ellas y eso por alguna razón me ponía nerviosa, necesitaba distraerme, enfocarme en mi trabajo y en mis verdaderos intereses. Trabajaba en una de mis campañas ambientales cuando noté el paquete que Lucinda me había enviado, no había tenido tiempo para abrirlo y la verdad, lo había olvidado. Me acerqué hasta el rincón en donde estaba y con ayuda de unas tijeras picoteé la cinta adhesiva. Había una cantidad de poliestireno exagerada que me hizo rodar los ojos, así era Lucinda, exagerada, misteriosa y… Se trataba de un vestido,
Enterró su cabeza entre mis piernas y su lengua me hizo gimotear tan fuerte que temí ser escuchada en el pasillo. Me mordí los labios, esperando que eso fuera suficiente para contener el sonido.—No hagas eso —objetó Tomas, deteniéndose—. Déjame saber cuánto te gusta.Sus ojos se mantuvieron en los míos cuando regresó con boca a mi punto sensible. Sonreí dejando caer mi cabeza contra el colchón, dejando que esa imagen hiciera estragos conmigo.Lo sentía en todas partes, sus manos le daban libertad a mis caderas, me ayudaban cuando las levantaba para sentirlo más profundo. Estaba perdida, extasiada. Y él era tan bueno, había aprendido como me gustaba y se había hecho experto. A veces creía una locura lo mucho que Tomas me enloquecía con solo una mirada, tanto así que me llevaba al abismo y mi cuerpo terminaba fragm
Observaba a Tomas intentando no volver a dormirme, era muy temprano, ni siquiera había amanecido. Él estaba arreglándose para ir al aeropuerto.—¿En serio no quieres que te acompañe? —bostecé—. Podría vestirme muy rápido.Cuando él se había despertado, quise levantarme también, pero insistió en que no era necesario que lo acompañara, prácticamente hizo que me acostara de nuevo y me enrolló en las cobijas.—No es necesario —me observó con una sonrisa pequeña—. Te llamaré cuando llegue, ¿de acuerdo?—De acuerdo —dije de mala gana.Besó mis labios varias veces antes de levantarse para irse. Estaba listo y se marcharía durante varios días. Cuando salió de la habitación me sentí desolada y…arrepentida, no quería dejarlo
Era una cobarde, había rechazado todas sus vídeos llamadas solo por el temor que me producía pensar en que me mintiera así. Lo estaba evitando a toda costa, me había enviado mensajes y por ese medio le había vuelto a preguntar si había estado solo en el avión. Él dijo que sí.No mentiré, fue como estrellarme contra una pared de concreto.Una y otra vez. Ya no iba a soportarlo más. No podía seguir enfrentándome con esa pared mientras él no estuviera aquí. Me hacía daño y no podía permitirlo.Decidí que si él estaba mintiéndome, no iba a hablarle hasta que pudiera mirarlo a los ojos. Para resistir la tentación de llamarlo y exigirle una explicación me mantuve ocupada en otras cosas, pensé en las actividades físicas que me gustaban y que en Voutere no había podido seguir haciendo
Había logrado tranquilizarme. Mis lágrimas se habían detenido. Ya no quedaba nada.Veía el fuego consumir la madera en la chimenea y me preguntaba qué iba a pasar conmigo. Tenía que hablar con Tomas, una vez más y no perder el control, escuchar sus explicaciones y decidir si eso era suficiente para mí.Pero la herida ya estaba hecha y sangraba.Me levanté del sofá y mi cuerpo reclamó por las horas que llevaba en la misma posición. Caminé hacia la puerta, la tristeza y la decepción me hacían arrastrarme, solo quería meterme en la cama y acurrucarme.Cuando abrí la puerta me quedé inmóvil.Tomas estaba sentado en el suelo a un lado de la puerta, su rostro se había levantado cuando me escuchó.—¿Cuánto llevas allí? —le pregunté.Su rostro estaba deshecho
Sanya me había traído la cena y Tomas no había vuelto a aparecer. Estaba sobre la cama mordiéndome las uñas acrílicas, observaba la puerta como si estuviera esperando que él regresara. Tenía el presentimiento de que no iba a venir otra vez, iba a darme mi espacio hasta que decidiera.¿Y qué iba a decidir?Todo este tiempo lo había pensado bastante, cuando acepté a Tomas tan pronto en mi vida supe que íbamos a tener choques, pero eso no me importó, porque tenía la certeza de que íbamos a poder salir de esos conflictos.Lo que había sucedido era…atroz, porque me había mentido y eso para mí era el peor de los pecados. Pero creía conocer como trabajaba la mente de Tomas, esa que le gustaba llamar “imperfecta”. Sabía que pensaba las cosas demasiado, que no decirlas lo sobre cargaba y que sus inseguridade
Estaba probándome los vestidos que había seleccionado para esta noche, el que tenía puesto era rojo, ajustado y con botones de nácar en la espalda. Sin dudas me quedaba mejor que el anterior, al parecer la talla del vestido no había sido la de la etiqueta y mi mis pechos quedaron nadando dentro del escote.Este acentuaba más mis curvas, pero seguía sintiendo que mi pecho se veía extraño.—Tomas —llamé, viéndolo por el espejo. Él estaba completamente vestido, leía un libro sobre la cama con sus bonitos anteojos. Hizo un sonido con su garganta para dejarme saber que me escuchaba—. ¿Crees que mis senos son pequeños?Levantó la mirada con una ceja enarcada.—¿Por qué lo preguntas? —sus ojos fueron a la parte de mi anatomía mencionada.Sonrió sonrojándose.—¿L