Estaba tan enardecida que no dudé en levantar mi rodilla para golpear a su amiguito. Satisfacción llenó mis facciones al verlo arquearse de dolor. Sentí a Tomas tomar mi muñeca, estaba revisando el lugar donde su bruto primo me había sujetado.
—Ya no eres bienvenido aquí, Sabiel —espetó Tomas—. No quiero verte en mi casa. No quiero verte cerca de mí, ni de mis invitados. Lárgate ahora mismo o haré que seguridad se encargue de ti.
Sabiel recuperó su postura, la mirada que nos dirigió a ambos era de pura amenaza, pero tuvo que retroceder cuando sintió la presencia de los hombres de Tomas en el jardín. No despegué mis ojos de él hasta que se largó.
Respiré, sin saber que había estado conteniéndome.
—¿Qué ha pasado? —interrogó con suavidad Tomas, sus manos segu&iac
Tomas había decidido contarme sobre lo que su hermana pensaba acerca de él involucrándose conmigo, eso me hizo retroceder. No quería que la relación de ellos se viera afectada por mí.Estornudé. Estaba resfriada por haberme expuesto al viento gélido de anoche. No había salido de la cama desde temprano, había permanecido acurrucada desde los primeros estornudos. Pero no me arrepentía de nada, los labios de Tomas valían cada estremecimiento.Anoche, cuando los besos habían finalizado, prometimos pensar una solución para…”nuestra situación”. Mi padre no iba a estar de acuerdo, él no confiaba en mis relaciones y con lo que había pasado la vez anterior era peor.Entiendo que entre Tomas y yo aún quedaba mucho por conocer, pero quería darnos la oportunidad. Después de anoche, después de sus labios sobre l
Conversaba con mi hermano por teléfono, ya era tarde y afuera el cielo estaba diluviando.“Voy a pedirle matrimonio a Ginger”. Escribió, como si estuviera contándome cualquier cosa.Jadeé al leerlo.“Ya era hora, ese es mi chico”. Contesté.Su respuesta se tardó en llegar. Fruncí mi ceño.Los rayos en el cielo iluminaban mi habitación cada tantos minutos, apreté más la cobija contra mí. Mi teléfono vibró.“Beatriz Galger me besó”.Releí el mensaje más de cinco veces, quise tirar el teléfono al suelo y destruirlo, como si eso pudiera cambiar su confesión. Sentí que la cabeza se me calentaba y que la incredulidad me golpeaba.¡¿Qué demonios le sucedía a esa bruja
Cuando desperté, lo primero que vieron mis ojos fue el rostro de Tomas Galger. Él estaba dormido, su respiración se encontraba con la mía y no era consciente de lo hermoso que se veía. Nuestros cuerpos no se tocaban, pero lo sentía en todas partes.Besé su nariz sin poder resistirme y esperé a que sus esferas de color chocolate me dieran los buenos días.—Que placer poder despertar junto a usted, señorita Verona —ronroneó.—Buenos días para usted también, señor Galger.Nuestras voces estaban roncas y lentas por el sueño.Acarició mi mejilla cuando me recosté sobre mi espalda, comencé a desperezarme y él me imitó. Me senté en la cama y lo primero en lo que mis ojos se fijaron fue en el sofá blanco con una enorme mancha rosada.Diablos, anoche no se había visto tan gr
Esto era lo molesto de jugar a las escondidas, a veces no había lugar donde esconderse.—Bastante, ¿Sucede algo? —respondió de inmediato Tomas, su voz sonando seria.Conocía a mi hermano lo suficiente como para saber que no iba a presionar ante ese tono de voz.—Te traje los planos corregidos, necesito que los revises cuanto antes —su voz también es seria.Tomas señaló algo detrás de mí, era un pequeño closet donde había abrigos guardados. Me encerré allí silenciosamente.Escuché los pasos de Tomas dirigiéndose a la puerta y abrirla. Aguanté la respiración.—Gracias, Marco, más tarde los revisaré.—Está bien —Marco aclaró su garganta—. Tomas, disculpa si te molesto, pero, ¿has visto a mi hermana?
Marco se disculpó conmigo una vez más. Fue sincero y me hizo admitir que usar a Ginger había estado incorrecto. También me contó sobre cómo había sucedido el beso con Beatriz Galger. Ella lo acorraló en la oficina y simplemente lo besó, Marco no le devolvió el beso y todo terminó con yéndose, fingiendo que nada había sucedido.Pero era ese beso lo que hizo que Marco se diera cuenta de que no quería a otra mujer en su vida, solo a su preciosa novia, que muy pronto convertiría en su prometida.Hablamos sobre Tomas también, le dejé claro que ni él ni papá podían monitorear y controlar mi relación con las personas. Marco solo masculló que tuviera cuidado, que podíamos construir una amistad y solo eso.En el futuro sabría que debía evitar este tema con Marco, él no era como yo y a ninguno
Sujetó mi barbilla y la manipuló para que pudiera recibir su boca cómodamente. Me estremecí cuando su lengua repasó mis dientes, estaba experimentando, probando, tomándose su tiempo para conocer todo el interior de mi cavidad bucal. Sus propios dientes encontraron divertido mordisquear mis labios y fue cuando mi sumisión terminó.—¿No te gusta? —preguntó nervioso cuando me alejé de su boca.—Demasiado diría yo —respiré ruidosa.Tiré de su cuerpo hacia mí mientras retrocedía hacia el escritorio, me subí sobre él y abrí mis piernas para traerlo más cerca de mí, sonriéndole con nada más que lujuria. Quería quitarle la ropa, sentir su piel contra la mía, quería que experimentara todo lo que quisiera conmigo. No siguió esperando, volvió
Tomas.No sabía que había hecho mal, no lo entendía. Temía con horror haber hecho algo que la hubiera lastimado de alguna forma, porque por la forma en la que había huido de mí no podía pensar en otra cosa.Verona se había sentido bien entre mis brazos, perdí el control con ella, lo sabía. Besarla, tocarla, sentirla frotándose contra mi cuerpo me había llevado a otro nivel lleno de sensaciones que no conocía. Me hizo sentir vivo y entonces…Beatriz había tenido que aparecer.El rechazo drástico de Verona seguía dándome vueltas en la cabeza. Sabía que algo la había molestado, pero ¿qué era?—Los extraño tanto en esa vieja casa —suspiró mi madre, presionando mi mano—. Me hacen mucha falta.—Mamá —sonreí, sin saber que decir.
Respiré profundo y tomé el agua para beberme el vaso entero.Había estado a punto de dejar que mi mente me retuviera, nunca me había pasado con algo así, claro que nunca había tenido a una Verona Robinson.—Eres encantadora.La suave risa de la joven mujer me hizo mirar hacia ella.—Gracias, Dana.Se sentó a mi lado, no tuvo opción, los otros puestos se encontraban ocupados.—Ustedes dos son tan iguales y distintos a la vez —suspiró mi madre viendo a los hermanos—. ¿De quién heredaste esos preciosos ojos, querida?Silencio. Cuando estuve a punto de intervenir, Marco me ganó.—De nuestra madre —respondió con tranquilidad—. Verona se parece mucho a nuestra madre.Compartió una mirada con su hermana. Este tema de conversación no me gustaba, sabía