Capítulo 12

Tomas.

Verla dirigir el caballo sin piedad me hacía recordar una vieja leyenda, la de una mujer nativa que iba a ser dada en matrimonio, pero un día robó el caballo intocable del jefe de la tribu y escapó. Nunca jamás se volvió a saber de ella. Por esa razón la habían vuelto una leyenda.

“Lebri”, ese era su nombre, en mi idioma era sinónimo de salvaje, indomable, independiente.

Verona tiró de las riendas del caballo para que se detuviera, permitiéndome alcanzarla. Se removió sobre su silla e hizo una mueca de dolor.

—¿Te encuentras bien? —consulté preocupado.

—Sí —su rostro se tornó rojo, huyó de mis ojos—, hace más de dos meses que no montaba. He estado algo ocupada —confesó.

Comprendí a lo que se refería. Debía resu

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