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Estaba atardeciendo. Lucian dejó las cosas sobre su escritorio y arrugó la carta de su Comandante. Ya había terminado sus trabajos en las fronteras y necesitaba descansar unos días por lo que había pedido permiso. Él no se lo negaría. Victore era alguien que había mostrado lo que valía.

Se levantó y estiró sus huesos y miró por la ventana de su oficina. La vista era amplia y desde allí podía definir a lo lejos donde estaban anteriormente Kier y Aidan. Aunque ya no estaban.

-Al menos parece que se cansaron de darse golpes. Bestias- sonrió ligeramente recordando el brillo en los ojos de Aidan.

Sino fuera porque sabía que él no podía sentir nada pudiera decir que se estaba divirtiendo. Pero él lo había dicho, no tenía emociones. Y era una lástima.

Una idea fugaz de cómo sería la real sonrisa del lobo cruzó por su mente y se mordió la uña. ¿Qué demonios había ocurrido en las últimas horas para que estuviera pensando en él a cada minuto? Hasta había tenido que usar su imagen para poder lib
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