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Aidan había sido empujado y sus rodillas se había herido ante el proceso rompiendo la tela de su pantalón. No le gustaba el dolor, era molesto, incómodo y su piel sangraba ensuciándolo. ¿Quién demonios se atrevía a hacer algo como aquello?

Se giró mostrando sus colmillos para quedarse quieto. Detrás de él había un cachorro pequeño, no muy grande ni tampoco tan chico, debía rondar los 18 años lobunos y apenas le llegaba a él a la cintura. Los ojos del cachorro se llenaron de lágrimas.

Aidan guardó sus colmillos y se giró hacia él y lo miró.

-No llores- él le dijo sin expresión en su rostro sobándose sus rodillas con raspones. La gravilla del suelo había roto la piel en pequeña heridas.

El cachorro le hizo caso y se sobó los ojos. Para ese momento todas las miradas a su alrededor estaban fijos en ellos dos. Alguien corrió rápido hacia ellos y Aidan lo reconoció. Era uno de los lobos guardias que estaban hablando hacía rato con el beta de Lucian.

El supuesto lobo, al parecer, le habían i
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