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Lukyan se removió en la cama ante las voces a su alrededor y que taladraban su cerebro. Como resultado abrió los ojos de muy mal humor. Y eso no era bueno... nada bueno. En la puerta vio a su esposo que tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados delante de su pecho. Eso no era normal en Dante que solía levantarse de mucho mejor ánimo que él todos los días, más bien, se encargaba de alegrarle la mañana si se levantaba como se sentía hoy.

El lobo apretó los dientes. Rápidamente reconoció el olor de su hijo y con él el de alguien más. El de Lucian. Así que estaban discutiendo como lobos incivilizados durante la mañana como si nadie en la mansión estuviera durmiendo. Y más él que su esposo lo había tenido despierto hasta muy tarde dado que estaba muy contento por el regreso de su cachorro y eso lo ponía muy enérgico.

Sigilosamente se levantó de la cama y se cubrió su desnudez y todas las marcas de besos y mordidas que tatuaban su piel con una de las camisas de Dante y la abrochó sabiend
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