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5 LEONARDO Y ROSA MARIA

POV FABIO

Hoy tuvimos muchos clientes por la mañana, bastantes desayunos se ofrecieron, creo que era un grupo de turistas, porque abarrotaron el lugar en un momento y casi al mismo tiempo se retiraron todos juntos.

En un momento en el que no había mucho trabajo, fui a ver si aún estaba el auto de Andrea en el estacionamiento.

Si ayer tuve suerte, hoy no aparecía por ningún lado. Ya no estaba, había perdido la oportunidad de verla nuevamente.

Regresé a la cocina con los ánimos bajos, parece que soy bastante transparente a sentimientos se refiere, porque no faltó el gracioso comentario de Alonso.

—Ya no está el coche ¿verdad? —me dijo, al tiempo que yo solo moví la cabeza negándolo —No te preocupes, le gusta mucho nuestra comida, ya ha estado aquí antes.

—¿Cuándo?  —le pregunté, con algo de sorpresa.

—Fechas exactas no sé, pero yo la he visto varias veces antes, ha estado acompañada en otras ocasiones —su comentario me puso a pensar si ¿sería la misma compañía que esperaba ayer?

Ya solo me podría resignar a que hoy no la vería, aunque tengo un consuelo... sé dónde vive.

Aunque parecería un loco acosador si me presentara en su casa. Por lo pronto a trabajar que las cuentas y los sueños no se pagan solos.

Llamé a mamá durante el día, no me siento bien si no lo hago. Desde que falleció mi padre, me sentí con la responsabilidad de estar más al pendiente de ella, eran un matrimonio muy unido.

Se conocieron aquí en la Ciudad de México, mi padre había hecho un intercambio de estudiantes cuando estudiaba la universidad, la conoció un día que los compañeros de mi padre le mostraban la ciudad.

Llegaron al zócalo, mi padre quedó fascinado por todo lo que veía, era muy hermoso decía. Pero lo que más le gustó, fue esa chica, estaba tomando fotografías del lugar, cada que me contaba cómo conoció a mi madre, me quedaba embobado imaginándome todo, recordarlo me transportaba a esos días en los que él aún vivía.

POV LEONARDO BIANCHI (desde los recuerdos de Fabio)

Ahí estaba ella, traía un vestido amarillo, corte A con una línea negra desde su cuello, hasta la orilla del vestido que le llegaba arriba de las rodillas, traía un pequeño sombrerito que se le veía gracioso.

Traía su cámara colgada al cuello, tomaba fotos a los edificios y a la gente que pasaba. Me acerqué hasta ella, quedando frente a su lente, siempre me ha causado risa la expresión que puso al verme a través de su cámara, entre disgusto y sorpresa.

—Puedo ser tu modelo si quieres —le dije, según yo era un gran galán. Ella simplemente me ignoró y apuntó su lente a otro lado.

Me quedé ahí parado como idi0ta, pero esto no podía quedarse así. Me coloqué a un lado de ella, mirando que era lo que capturaba, ahí sin decir nada ninguno de los dos.

—Es muy bella tu ciudad —le comenté para romper el hielo y seguir insistiendo a que me hablara.

—Eres persistente eh, como diríamos aquí, eres muy terco —me dijo con una sonrisita coqueta.

—Así soy cuando algo me interesa —lo cual no era mentira, cuando algo se me metía en la cabeza, insistía hasta que lo lograba.

—Leonardo Bianchi, mucho gusto —le extendí mi mano para presentarme.

—Rosa María Muñoz, el gusto es mío, eres italiano ¿eh? —me dijo con cierta curiosidad.

—¿Se nota mucho? —dije con algo de risa —. Vengo a un intercambio de estudiantes para conocer la gastronomía de tu país ¿Aceptarías ir a tomar un café? —Espero que acepte.

—Tu acento te delata —me dijo divertida —¿Y tus amigos? —no recordaba que no andaba solo.

—Ve con ella —me dijo uno de mis compañeros al darse cuenta de la situación —ya sabes cómo regresar y si no tomas un taxi —pero que salvada me ha dado este amico. Ya solo faltaba que aceptara la invitación esta bella signorina.

—¿Qué dices? ¿Vamos? —insistí.

—No aceptas un “no” por respuesta ¿verdad? —contestó sonriendo, tocando el listón de la cámara que colgaba de su cuello.

—Me encantaría que aceptaras, pero si no quieres lo entenderé —era insistente, pero sabía retroceder.

—Está bien, vamos, pero solo tengo treinta minutos —me sentí ¡molto felice! así que fuimos a un café que estaba cerca, ella me guio, yo no conocía el lugar.

Ahí comenzó todo, le conté de mí y ella me contó de su vida, yo tenía apenas dos meses de estar en la ciudad y pasaría todo el año aquí, así que nos frecuentamos, salimos y nos enamoramos.

Pasado el año de intercambio con la escuela, tendría que regresar a Italia, no quería dejarla, la amaba mucho y estar lejos sé que me mataría de tristeza.

—Ven conmigo —le dije unos días antes de mi regreso.

—¿Estás loco? —mis ánimos se fueron al suelo, ella no quería venir conmigo y yo no podía separarme de ella.

—Si querer estar siempre contigo, es estar loco, entonces lo estoy, estoy loco por ti —mi semblante era de súplica —. Tú dime ¿qué hacemos?, lo haremos a tu manera, pero ven conmigo, no quiero estar más lejos de ti, “sono pazzo di te”.

—Habla con mis padres de esto, no quiero irme así nada más, te amo y lo sabes, pero también quiero que ellos sepan y no se preocupen —su mirada me decía que todo era cierto ella quería estar conmigo tanto como yo con ella.

—¿Solo es eso? Amore mío, eso es fácile, por la tarde iré a tu casa para hablar con tuyos padres —estaba más que feliz.

Por la tarde fui a casa de Rosa María, hable con sus padres, no se lo tomaron de la mejor manera, sobre todo su padre, pero al final se dieron cuenta que de cualquier manera la llevaría conmigo.

Los preparativos del viaje fueron algo apresurados, quedaba muy poco para partir, arreglamos toda la documentación necesaria y nos fuimos de regreso a mi país.

Mis padres estaban más que contentos, mi amada y ellos congeniaron muy bien, yo terminé la escuela y busqué trabajo para poder salir de la casa de mis padres y así poder tener nuestra propia casa.

Trabaje un par de años en un restaurante con dos estrellas Michelin, quiere decir que, en calidad regular, ahorre un poco pero no alcanzaba para dar el enganche de una casa.

Un día al regresar a casa, mi padre se dio cuenta de la manera pensativa en que estaba, habló conmigo de la situación, le expliqué lo que quería hacer y me dio una idea.

—¡Amore mío! ¿Dónde estás? —buscaba a mi esposa para contarle.

—Por aquí —me contestó desde el jardín.

—Amore mío, tenemos que hablar, es algo importante y quiero saber tu opinión —salimos a caminar por las calles de mi ciudad natal, Verona.

—Sabes que tengo un pequeño ahorro para nuestra casa, pero mi padre me ha dado una idea y quiero que me digas tu opinión —ella estaba atenta a cada palabra que decía.

—Anda, ya dime —insistió con curiosidad.

—Me dijo que él tenía un pequeño ahorro que podría prestarnos, pero que le gustaría que lo usáramos para abrir un negocio, que al fin a ellos les gustaba mucho tenernos en su casa —le dije entusiasmado.

Se le iluminó la cara de felicidad, pero aun no terminaba —yo no quiero abrirlo aquí, ya bastantes hay, me gustaría abrirlo en tu ciudad —le dije y ella hizo un alto total a nuestra caminata.

Yo había avanzado un par de pasos cuando me di cuenta de que se quedó estática ante la propuesta, giré hacia ella y la observé apacible.

De pronto avanzó rápido y se colgó en mi cuello, estaba llorando, pero estaba feliz, le encantó la idea.

—No sabes lo feliz que me haces al pensar en eso, tengo muchas ganas de regresar a México y con este proyecto sé que nos irá muy bien, pero, ¿y tus padres? —Me dijo deslizándose para quedarse de pie nuevamente.

—También se lo comenté a papá, me dijo que los hijos tienen que volar y que le encantaría que yo triunfara que en lo que me apasionaba, no importaba donde fuera o si estaba lejos de ellos, además, quedaron de visitarnos cada vez que pudieran al igual nosotros a ellos. —terminé por decirle.

Caminamos un rato más, iba a extrañar esta ciudad, pero mientras el amore mío estuviera cerca, no me importaba donde viviera.

Tras unos meses de preparativos, al fin pudimos regresar a México, mis suegros eran los más felices, nos acogieron en su casa mientras solucionamos varias cosas.

Ya teníamos listo el lugar y el mobiliario, comenzaríamos poco a poco, decoraciones sencillas, pero eso sí, la comida con la mejor calidad.

Un día al regresar de ver varios pendientes, encontré al amore mío en la cama de nuestra habitación muy pensativa, a punto de llorar.

—¿Qué pasó mía vita? —le dije preocupado. Comenzó a sollozar, yo entré en pánico ¿qué le pasó? ¿Alguien le hizo daño? —dime per favore, me estas asustando amore.

—Creo… creo que estoy embarazada —soltó al tiempo que se abalanzó a mis brazos, yo quedé en shock, no sabía cómo reaccionar, hasta que volvió a hablar ella —¿Estás molesto?

Pero ¿qué pregunta era esa?, la tomé en mis brazos y la giré por toda la habitación, mis gritos de felicidad se escucharon tan fuerte, que mis suegros no tardaron en llegar hasta nosotros.

Llegaron muy asustados, preguntando qué es lo que pasaba, yo aún estaba pegando gritos de felicidad.

—¡Uno bambino! ¡Uno bambino! —les decía emocionado, tomando de los hombros a mi suegro y sacudiéndolo ligeramente.

No entendían nada, hasta que mi amada les comunicó la noticia, estaban tan felices como nosotros. Ya por la noche comencé a platicar con ella con más calma.

—¿Por qué creíste que me molestaría la llegada de este regalo de dios? —comencé diciéndole calmadamente.

—Con todo lo que estamos gastando en lo del restaurante, pensé que al ser un gasto más te molestaría —me dijo algo nerviosa.

—Vita mía, eso nunca podría pasar, yo soy el más feliz con esto —le dije tocando su vientre, ilusionándome con la vida que estaba creciendo en él.

Inauguramos el restaurante un par de meses después, fue algo sencillo entre la familia y los empleados que trabajarían con nosotros y comenzamos a trabajar, primero con poca clientela, pero poco a poco fue creciendo el “Bianchi”

Llegó el día del nacimiento de mi pequeño o pequeña, estaba muy nervioso, solo caminaba de un lado a otro en la sala de espera del hospital, después de unas horas salió el doctor para informarnos que había sido un niño muy sano, que los dos estaban bien y que podíamos pasar a verlos.

Era lo más bello que había visto en mi vida, era tan pequeño y frágil, lo amaríamos mucho y lo haríamos un hombre de bien.

Mi vida es perfecta, con una familia hermosa, una esposa que me ama y mi negocio prosperando a gran velocidad, no podía pedir más.

POV FABIO

Recordar a mi padre me reconfortaba de alguna manera y cuando me contaba toda su historia de amor con mi madre, me hacía desear la misma suerte que él tuvo al encontrarse con su verdadero amor.

Le agradecería infinitamente, porque gracias a todo lo que él y mi madre vivieron, ahora yo tengo un lugar de trabajo estable, y la solvencia económica para abrir diez más, pero aun no me sentía preparado.

La hora de salida llegó, fui directo a mi departamento, estaba bastante cansado, los sábados son el día más pesado de todo el fin de semana. La pasión por mi profesión era demasiada como para dejarla y contratar empleados.

Tomé un baño rápido para quitarme el olor a comida, me fui directo a la cama, mañana será un nuevo día y debo continuar en lo que me gusta.

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