«Siendo un mesero, aprenderás a valorar lo que perdiste por idiota.»Brooke no pudo apartar aquellas palabras de su memoria, la voz de Gary lo atormentaba y la rabia iba creciendo cada vez más y más al darse cuenta de que no tenía más remedio que humillarse ante él y aceptar lo que le ofrecía.—Te lo dije —susurró Gary, acariciándole la mejilla. Brooke se estremeció y deseó apartarse de él, lo último que deseaba era tener sexo con el hombre que volvía a causarle dolor.—Has ganado, Gary, aquí estoy —se las arregló a decir.Brooke se resistió al llanto, no servía de nada y no quería humillarse más de lo que estaba haciéndolo.—No debiste traicionarme, Brooke.Él apartó el rostro cuando Gary intentó besarlo y gimió cuando la mano fuerte presionó sus mejillas y le hicieron mirarlo. Brooke tembló al ver el odio reflejado en aquellos ojos que lo habían visto diferente, aquellos ojos que lo invitaron a confiar. Se maldecía y maldecía a Gary con todas las fuerzas de su corazón.—Suéltame —p
Richard miró al chico y asintió, por alguna razón Brooke le recordaba a Nick Turner, el protegido y pareja de su jefe.—¿Qué? —cuestionó Brooke al sentir la mirada fija de Richard sobre él.—Tienes el labio roto y hay un moretón en tu mejilla, ¿estás seguro de que te sientes bien? —cuestionó el hombre—, será mejor que vayamos al hospital para asegurarnos de que no haya lesiones que luego tengas que lamentar.Brooke apartó la mirada y se fijó en los grandes edificios que iban quedando atrás, cómo si eso fuese lo más interesante.—No creo que haya otro tipo de lesiones y para serte sincero, prefiero ir a mi casa. En el hospital me harán preguntas y no estoy seguro de poder responderlas —susurró.—¿No vas a presentar una denuncia por el ataque? —le cuestionó.Brooke negó.—De nada servirá, es un tipo con poder e influencias. Tardaré más en la estación de policía poniendo una denuncia de que lo que él tardará en salir.—¿Conoces a tu agresor?Él asintió ante la pregunta del agente.—Enton
Richard miró a Brooke moverse sobre el escenario y la ira ardió en su interior. Fue un fuego que le quemó las entrañas, tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no dejar la mesa y correr hacía él para sacarlo de allí.Sus dientes se apretaron y la tensión en su rostro fue evidente.—¿Te gusta lo que vez, Barton? —preguntó Paul con diversión.—Me desagradan este tipo de cosas —musitó él, sin embargo, su mirada estaba fija en el rostro de Brooke y en la distancia, podía adivinar que se sentía decepcionado de él.—Ese hombre me ha dado muchos dolores de cabeza, pero finalmente, he conseguido que mi sobrino pase de él.—¿Qué quieres decir?—Ha sido una odisea, necesito que él acepte el matrimonio que he pactado con nuestros socios. Si tenemos a la élite con nosotros, ¿quién se atreverá a interponerse en nuestro camino? —preguntó.Richard elevó una ceja.—No entiendo en qué te afecta ese muchacho.—Gary está obsesionado con él, de la misma manera que lo estuvo de D
Gary tuvo que sentarse para no caer al piso, mientras un nudo enorme se le formaba en el estómago y subía por su garganta. La presión fue asfixiante para Gary, sus ojos se llenaron de lágrimas y un alarido salió de sus labios. A su mente acudieron todas las cosas que le había hecho a Brooke en las últimas semanas, la forma ruin de obligarlo a arrodillarse y hacerle una felación o el día que lo golpeó.Gary se haló de los cabellos, asustando a Cecilia que no sabía qué hacer.—Señor…—Déjame solo —le pidió sin verla. Gary no quería testigos de sus lamentaciones. Había cometido un error, un terrible error con Brooke. Uno que dudaba mucho le fuese perdonado y él tendría toda la maldita razón para no querer volver a verlo.Un sollozo desgarró su garganta y le quemó el alma, se levantó con cierta dificultad y tambaleándose, se acercó hasta el escritorio, tomó la botella de whisky y bebió una cantidad considerable, sin embargo, nada pudo aplacar el fuego que sentía en su corazón, la rabia qu
«Brooke.»Richard se arrodilló delante del cuerpo del muchacho, por un momento estuvo a punto de cometer una imprudencia, pero recordó que no podía tocarlo.La impotencia llenó el cuerpo de Richard, la rabia corrió como veneno por sus venas y tuvo que ahogar el alarido de dolor que amenazó con salir de sus labios. Cuando escuchó las sirenas de otras patrullas acercarse, él llamó al 911 y se alejó lo suficiente como para darle tiempo a Benjamín de llegar, lo había escuchado maldecir por el radio.Richard estuvo escondido detrás de una columna de concreto y cuando ya no pudo más, salió. Ya no era el agente preocupado, ahora parecía un hombre desinteresado, pero era el maldito papel que le había tocado jugar en la historia, y, aunque moría por tomar a Brooke entre sus brazos y sostenerlo contra su pecho, no podía.—¿Tienes el hombre de la víctima? —se obligó a preguntar cuando llegó al lado de su jefe.Él lo miró con cierto enfado, aun así, le respondió.—Sí, su nombre es Brooke Gibson y
«El paciente, Brooke Gibson ha desaparecido de su habitación.»Richard se levantó de la silla abruptamente, haciendo que esta se estrellara en el piso. Su corazón se aceleró y sus latidos zumbaban como enjambres en sus oídos. Se había involucrado demasiado con Brooke, y ahora todo, lo que sucedía con él, le pesaba como loza sobre los hombros.—¿A dónde vas? —la pregunta de su compañero de turno se escuchó lejana, Richard ni siquiera fue consciente del momento en el que corrió a la puerta, hasta que se fijó en que su mano estaba fija sobre el marco.—Llama a Benjamín, dile que es urgente. El paciente, Brooke Gibson ha desaparecido de la habitación en el Hospital General —le instruyó con prisa, antes de salir apresurado de la Estación.Richard manejó como si el mismísimo diablo le pisara los talones, se saltó varios semáforos en rojo, haciendo que más de un auto le bocinara por su imprudencia, sin embargo, nada de eso le importaba. Sus pensamientos estaban únicamente con Brooke y en lo
Brooke tenía clavada la mirada en un punto fijo, estaba vivo, pero era como si no lo estuviera. Las lágrimas se derramaron de sus preciosos ojos, esos ojos que habían perdido su brillo. Bien decían que los ojos eran el espejo del alma…, y en ellos ya no había nada.«Esto, esto también debes agradecerlo a Gary, pequeño caracol».Las palabras de Yeremi se repetían en su cabeza, mientras laceraban su destrozado corazón. ¡Qué caro había pagado darle una oportunidad a Gary! ¡Había sido un idiota por creer que luego de abusarlo las cosas iban a ser distintas! Era su culpa, si hubiese tenido un poco más de orgullo, un poco más de valor y no tener a su madre enferma, jamás lo habría buscado.Un sollozo salió de su garganta, fue doloroso, pero nada comparado con lo que ya había vivido en los últimos días. Las manos de Brooke se apretaron con fuerza sobre las sábanas.—Ojalá no te hubiese conocido —murmuró, cerrando los ojos con fuerza y abriéndolos abruptamente cuando la imagen de los hermanos
Gary permaneció en el estacionamiento del hospital, esperando a Benjamín. No había querido discutir delante de Brooke y ponerlo peor, así que, se recargó sobre el capó y esperó a que su examigo hiciera acto de presencia, tenía que dejarle las cosas claras de una buena vez y por todas…Él se preparó cuando vio venir al agente, sabía que esta conversación no volvería a tener lugar de nuevo.—Muévete —ordenó Benjamín, acercándose a él junto a la patrulla.—Tenemos que hablar.—No hay nada que decirnos, Astor, si tienes algún problema legal, búscame en la oficina de la estación. Si el tema es personal, no me interesa hablar contigo —espetó con molestia.Gary se apartó del auto y lo enfrentó.—¿Crees que no sé qué sospechas de mí? —le cuestionó.—Soy policía, sospecho de todo y de todos, pero si me lo preguntas es porque la conciencia seguramente te remuerde —lo acusó el oficial.Gary apretó los puños con fuerza, su mandíbula se tensó.—Yo no le hice esto a Brooke.—No lo sé, lastimosament